Sekhmet..
Forjarse en una de estas carreras trae tropiezos, caídas, complicaciones, breves lapsos que no se reducen solo a ser menospreciada solo por el hecho de ser mujer, también a ser denigrada y solamente observada por encima del hombro como si no valieras lo suficiente para estar en lo más alto de la cima. Llevo unos años en esto, pero eso no quita que el solo hecho de saber lo que conlleva cada misión mis nervios no reduzcan… Me han repetido que nací para ser venerada como la diosa que soy, pero ha veces la belleza posee unas terribles consecuencias que pueden oscurecer tu vida en un abrir y cerrar de ojos. Maquillo mis ojos, realizando un delineado de gato que queda a la perfección con mi conjunto, con delicadeza en el borde, dándole más profundidad a mi iris verdoso que llama la atención a kilómetros de distancia. Aplico un poco de rizador de pestañas, alargándolas más de lo debido; realizo el mismo procedimiento con una pequeña y no tan alarmante capa de labial rojo que efectúa una forma perfecta a mis carnosos labios que con solo ese color se ven mucho más abultados y jugosos. Mis pómulos con una leve, pero más o menos notable capa de polvo les da ese toque angelical que estoy al tanto lo rápido que puedo llamar la atención con solo mi físico. Miro mi reflejo en el espejo, amando las ondas que me han dejado las tenazas en mi largo cabello negro que se extienda hasta mis caderas, junto al brillo que recubre gran parte de mis hebras como la oscura y tenebrosa noche de Alemania. Acomodo con premura mi vestimenta, colocándome encima de mis hombros el gabán negro que cubre mis curvas y el pequeño conjunto con lentejuelas negras que se adhiere en mi cintura, y siendo a penas capas de cubrir gran parte de mi trasero curvilíneo. Mis tatuajes, no se dejan ver a la vista gracias a la capa protectora de color piel que protege mi anatomía, junto al anillo de diamante que se encuentra en mi dedo anular. Sonrió a mi reflejo, sintiéndo la adrenalina recorrer mis venas, provocando que mi respiración se acelere y mi calor corporal aumente imaginando lo que se viene esta noche; porque a pesar de las complicaciones de esta carrera la adrenalina de saber que estoy siendo la cazadora en un juego letal me vuelve altamente peligrosa, más cuando sé que puedo ser la perdición de todos los hombres si solo me da la gana. —El objetivo está en el punto —La voz de mi teniente llega a mi oído con el dispositivo de audio de última tecnología. Sonrió para mis adentros cuando escucho el leve ajetreo al otro lado de la linea, su ronca voz y el que se esté quejando lo dice todo. —Sekhmet ni te atrevas a entrar —demanda con voz cruda, acentuando la malvada y pícara sonrisa que adorna mis labios en un solo segundo, para después desear que sea el quien venga y me castigue, pero estoy al tanto de que él solo hecho de salir de aquí será lo que acabará con su paciencia. —¡Entendido! —exclamo en voz baja, colocándome los botas Louis Vuitton que recubren mis piernas tonificadas hasta mis muslos cubriendo una pequeña daga con forma de serpiente como el tatuaje que recubre la parte trasera de mi cuello. Respiro, sonriendo al percatarme de la imagen tan sombría que demuestro, junto a las ovaciones que se comienzan a escuchar cuando me anuncian. —Con ustedes... —me encamino a la salida del escenario, rosando el hombro con un hombre trajeado, cabello castaño y rostro de demonio que no nota mi presencia debido al tumulto de gente que se mantiene a su alrededor. Me coloco un antifaz para resguardar mi identidad; es de piedras preciosas, para ser más exacta esmeraldas verde azuloso como mis ojos, la cual fue traída desde la mismísima Grecia; donde se hallaba resguardada en un centro de antigüedad, debido a que pertenecía a una de las deidades más poderosas e impactantes de esa época... Sekhmet; más conocida como la Diosa de la guerra, La venganza. Cuenta la leyenda que siempre que la diosa se cubría su rostro con el antifaz todos caían de rodillas a sus pies por su belleza y el poder que ejercía sobre ellos los hacía cometer actos tan crueles que luego terminaban en ríos de sangre... Siniestro y espectral; justo como me fascina...sonrió imaginando aquello, a la misma vez que me posiciono de espaldas al escenario esperando que la música comience a sonar. —...La mujer que viene con el objetivo de acabar con su cordura —los gritos eufóricos aumentan—… La hermosa Selin. No tienen ni idea del peligro en el que están conmigo aquí entre ellos. Una loba vestida de oveja dentro de una estancia llena de leones, hienas, cuervos, panteras y hasta serpientes venenosas; porque estoy en el mismísimo infierno, pero lo mejor es que no me gusta jugar con fuego… Me encanta. No soy peligrosa.... Soy letal. Comienza el ritmo movido de Mafia de Travis Scott. Muevo mis caderas con el baile ya planeado; los focos me atienen a mi, no apartándose de ninguno de mis movimientos, a la vez que me mantengo con la capa que me protege de las miradas lascivas que me envían aunque no ven ninguna de mis curvas. Mis ojos se desvían por todos los hombres con trajes que no dudan en lanzar billetes, sonriendo con malicia y perversion... Hasta que detengo mi mirada en mi objetivo. El ver como sus brazos están extendidos por todo el sofá de una pieza demostrando el poderío que emana con solo esa mirada de ser el mismísimo dueño del infierno rodeado por millones de esclavas a su lado con cadenas en sus cuellos actuando como perras en celo que solo viven para satisfacerlo; marcadas con la inicial de su retorcido y oscuro nombre... Su ajustado traje negro, su cabello despeinado, sus ojos llenos de perversion, sus músculos tensos y él como sin ni siquiera dudar de lo que hará se toca su polla, aumentando su sonrisa macabra, ocasionando que sea visible también la que comienza a apoderarse de mis labios. Vuelvo a fijar mi vista en el techo del establecimiento, apreciando el tubo que comienza a descender lentamente preparándome para darle inicio a la misión que me fue encomendada. Me importa muy poco el que crean que soy una frágil muñeca, porque en su momento fui el ángel con alas quebrada que destruyeron, pero resurgí de las cenizas como un fénix en llamas. —¿Quieres arder en el infierno de mis piernas? —inquiero con mis ojos aún admirando como sostiene el porro en sus labios, y el vaso de whisky que disfruta; degusta con ímpetu, pero no aparta sus ojos de mi. —¿Estarás lista TÚ para probar al dueño del piso que pisas? —farfulla mirándome como lo que es… Un hombre peligroso, destructivo y caótico. Sin embargo, si él es alguien peligroso… Yo lo soy mucho más, porque tengo clara mis metas, lo que quiero y lo que voy a conseguir.Buenas a quienes se dieron la oportunidad de leer esta historia quiero decirles que deben saber que esta historia es totalmente ficticia, cualquier coincidencia con la realidad es simple casualidad. La MMIM( Movimiento De Maxima Inteligencia Militar ) es un sistema judicial inventado por mi y solo por mi, producto de mi ocurrente imaginación, cada sustancia, droga, tecnología son simples datos que iré explicando en mi cuenta de Instagram, pero también les dejaré algunas notas al final del capítulo. Consta de: (Organizado segun su rango en la milicia) Canciller. Secretaria General. General. Sargento. Subteniente. Capitán Mayor. Suboficial. Cabo. Alférez. Soldado. Cada suceso aqui creado son propios de la misma trama: queda bajo su propia responsabilidad la forma en la que interpreta la informacion brindada. Reitero que no es una novela rosa, si no es lo que buscas te doy la oportunidad de irte antes de que comiences la lec
Sekhmet. Estoy mentalmente agotada, incluso psicológicamente, pero eso no quita que golpee el saco de boxeo del gimnasio. Mi respiración está algo ofuscada, pequeñas, pero molestas gotas de sudor bajan por mis hombros, mejillas, el medio de mis pechos y mi abdomen plano cubierto en la parte de mi pelvis por las llamas del mismo infierno. Ejecuto dos golpes certeros en el objeto, abasteciéndome de toda la rabia que tengo contenida, dejando que mi visión se nuble y la adrenalina se apodere de mi sistema. Me detengo por unos pequeños instantes limpiando los restos de sudor de mi coronilla, agarrando después mi botella de agua para ingerirla en segundos. Siento el agua caliente bajar por mi garganta, calmando la ansiedad que he tratado de liberar, pero que a causa de mi adrenalina no reduce, alcanzo mi pequeño bote de pastillas agarrando una en el proceso e ingiriéndola sin cuestionarme el asqueroso sabor o los malestares que este mismo me provoca en ocasiones.
Danton. Paso las manos por mi cabello mientras le doy otra calada al cigarrillo que descansa en mis dedos. Levanto una de mis cejas con la mirada en el cuerpo de la bailarina de Pol dance que se mueve en el tubo como si de una polla se tratara. Mis brazos los acomodo en el enorme desván gris que se encuentra en un rincón con poca claridad dónde puedo observar mi entorno. Una sonrisa siniestra se alza en mis labios cuando una rubia con un collar de sumisa se acerca a mi cuerpo. — ¿Mi amo necesita algo? —cuestiona con su mirada en el suelo y de rodillas; como tanto me gusta. —Solo necesito un rato a solas; ahora márchate —sigue con su mirada en el suelo completamente desnuda, caminando en dirección a la barra—, pero caminando como perro. Ella no refuta; ni siquiera se gira, solo ejecuta la orden que acabo de dar, pone su culo en pompa saliendo como una perra bien domada. Le doy otra calada a mi cigarrillo, para tiempo después de tener el humo retenido en mis pu
Sekhmet. El calor abrasador e interminable que el sol no deja de ofrecer, dificultando mi vista en breves momentos por las gotas de sudor que me dificultan el divisar por el ojo óptico del francotirador. Tomo una buena y extensa bocanada de aire manteniendo cada minúsculo movimiento de los mercenarios colombianos sin perderme nada que podría hacer fracasar la misión. Diviso a mis mejores amigas posicionadas a solo unos centímetros más debajo de mi, continuando ocultas con los trajes especiales, mientras nuestro sargento mayor de la tropa alpha prosigue a terminar de planear la estrategia con el subteniente manteniéndonos informados de los próximos movimientos. Cuento con mi respiración errática, constante, pero volviendo mi pecho en un vaivén constante. Mi cuerpo esta enfundado en mi uniforme de trabajo con tres tipos diferentes de verde; verde web, aguacate y oscuro con mis botas militares a conjunto; mí auricular en el oído derecho, mientras mis hebras negras están atadas en
Sekhmet A veces estamos tan agotadas físicamente que incluso levantarnos de la cama resulta asfixiante y fuera de lugar; o tal vez es que estoy siendo tan vaga en estos momentos que al solo escuchar el triste sonido del despertador avisando que es momento de prepararme para llevar acabo el inicio de mi martirio; uno al que de alguna forma me he vuelto adicta solo por el hecho de que lo que más deseo es olvidarme de las mil complicaciones que presenta mi lamentable vida en estos momentos. Libero un suave bostezo, sintiendo la intensa necesidad de arroparme entre las suaves cobijas de mi cama, mientras mi molesta vejiga se vuelve un manojo desquiciante con ganas de liberarse como sea. Reconozco que es inevitable el molesto y agotador deseo que tengo de continuar disfrutando de mi largo letargo; sin embargo, hay información importante que debo dar y eso basta para que de un salto—casi terminando de culo al suelo—terminar con un mareo y mis manos cubriendo mi rostro, eliminando las peq
Sekhmet. Abro mis ojos lentamente, sintiendo el pesar de mis músculos contraídos sentirse cada vez más molestos por la evidente ejercitación cuando ejecuto cada uno de los fortuitos ejercicios establecidos. Libero uno que otro bostezo, relamiendo mis labios en el momento que emprendo mi camino en dirección al área de tiro, mientras no me pierdo de vista los trotes matutinos de los soldados que se mueven de un lado para otro. —¡Capitana Williams! —me saluda uno de los nuevos soldados traidos desde afganistan. —¡Cabo Sánchez! —su expresión neutral, sus cabellos rojos son el acompañante del joven de diecinueve años que se detiene delante de mi, manteniendo mi saludo militar—. Descanse. Acata mi orden continuando su caminar en direccion al aeródromo interno de la sucursal que consta de varios sectores primcipales. Continuó mi camino, dejando a algunos compañeros, jefes de tropa y los pequeños que se encuentran estudiando más abajo preparándose para comenzar
Sekhmet. Abro mis ojos lentamente, sintiendo el pesar de mis músculos contraídos sentirse cada vez más molestos por la evidente ejercitación cuando ejecuto cada uno de los fortuitos ejercicios establecidos. Libero uno que otro bostezo, relamiendo mis labios en el momento que emprendo mi camino en dirección al área de tiro, mientras no me pierdo de vista los trotes matutinos de los soldados que se mueven de un lado para otro. —¡Capitana Williams! —me saluda uno de los nuevos soldados traidos desde afganistan. —¡Cabo Sánchez! —su expresión neutral, sus cabellos rojos son el acompañante del joven de diecinueve años que se detiene delante de mi, manteniendo mi saludo militar—. Descanse. Acata mi orden continuando su caminar en direccion al aeródromo interno de la sucursal que consta de varios sectores primcipales. Continuó mi camino, dejando a algunos compañeros, jefes de tropa y los pequeños que se encuentran estudiando más abajo preparándose para comenzar
Sekhmet : Las rejas de la salida se abren y siento el viento mover mi cabello; una lágrima se desliza por mi mejilla de un momento a otro y aunque no quería admitirlo en aquel momento me sentía bastante mal con solo recordar que a pesar de ser hermosa y llamar la atención de muchos hombres, uno fue capaz de dañarme. Cierro mis ojos percibiendo el olor a lluvia y a tierra mojada. Los vuelvo a abrir viendo dos caminos y me decanto por el de la izquierda dirigiéndome a dónde está mi fiel compañero que relaja mis emociones. Dejo que las lágrimas se deslicen por mis mejillas y siento como mis sollozos se convierten en audibles; aumento la velocidad permitiendo que mis emociones se tranquilicen, acallando mis más perversos demonios que no dejan de perseguirme en las oscuridades cuando mis emociones me termina sobrepasando, intensificando el nudo en el pecho, las ganas de acabar con todo y quienes solo me han herido. Nací en un ambiente donde la maldad no formaba parte hasta que la