GABRIELA:
Di un paso y ya me había arrepentido de aceptar el trabajo. Estaba acostumbrada a que miraran. Hombres, mujeres, inclusive niños y ancianos. Pero esto era mucho. Con ellos tenía que compartir aula durante horas.
-Buenos días -dije más para mí, que para ellos.
Admitía que estaba nerviosa, pero las palabras de Oscar llegaron a mí; "Los nervios los mandas a la m****a. En mi academia no van a venir a sentirse inseguras. Alza la mirada y demuestra de que estás hecha. Confío en ti".
Bendito seas Oscar.
Alcé la mirada y me planté al lado de la directora. Mucha más recta y segura que ella.
-Ella es Gabriela Rinaldi -dijo la directora cuando estuve a su lado-. Su nueva profesora.
-Buenos días -dijo unísono.
Mi mirada recorrió cada esquina, cada alumno. Si algo había aprendido era a detallar hasta lo último. Y aquí no iba a hacer la excepción. Cuando mi mirada chocó con un chico en los asientos de arriba, sentí una corriente por todo mi cuerpo. Se sintieron los segundos más largo hasta que miré a otro lado.
-Te dejo -me dijo Gladys al dirigirse a la puerta-. Pórtense bien -les dijo a los chicos.
-Como ya han escuchado, mi nombre es Gabriela Rinaldi -dije escribiendo mi nombre en la pizarra-. Estoy aquí para ayudarlos a terminar el semestre, así que ayúdenme a ayudarlos -expliqué seria y segura-. Sinceramente, éste no es mi ámbito. Nunca me ha gustado esta carrera, sin embargo, aquí me tienen.
-Por mí se puede ir a la m****a -dijo un chico en cualquier sitio.
-Cuando quieras nos vamos -respondí con el mismo tono-. Si yo me voy a la m****a, ustedes también -les aseguré-. Porque estoy segura que con su carácter de los mil demonios nadie va a aceptar ser su profesor.
-¿A quién en su sano juicio manda a una falta de respeto a dar clases? -dice una chica al frente.
-Seguro la misma persona que mandó a unos niños caprichosos y con falta de educación a estudiar aquí -le respondí.
La chica me fulminó con la mirada y no pudo haberme importado menos. A mí nadie me va a rebajar ni hacer sentir menos.
-¿Quién te crees que eres? -dijo levantándose y estoy segura que se me iba a ir encima si no fuese sido por su amiga-. A mí no me hablas así.
-Doy lo que recibo, señorita -respondí tranquilamente en mi sitio-. Si me faltas el respeto, hago lo mismo contigo -miré a todos-. Así que, les advierto que se vayan comportando, porque en mí está el hecho de que ustedes pasen este semestre.
-No puede reprobrarnos si somos buenos alumnos -dijo un chico al final.
Entonces me percaté de su existencia. A simple vista se veía que era un chico tímido.
-Hasta ahora lo que he visto es que son unos maleducados -le respondí mirándolo a los ojos-. De su parte está la nota que coloque.
-Sigo sin comprender como pudieron enviar a alguien como usted -dijo de nuevo la chica al frente.
-Cuando quieras vas a quejarte con la directora para que te busquen otra profesora -le respondí-. Pero el día de hoy, te toca aguantarme -abrió la boca para seguir hablando pero no le di el gusto-. ¿Alguna pregunta?
-¿Qué edad tiene? -preguntó un chico en la parte del medio.
Iba a responder, pero no tenía porque responder cosas que no tenían nada que ver con la clase.
-¿Por qué te importa mi edad? -pregunté a cambio.
-Curiosidad, profesora -recalcó la última palabra con sarcasmo.
Le sonreí y me senté en la silla detrás del escritorio colocando mis codos encima de éste.
-Para saciar tu curiosidad -dije con picardía-. Tengo 27 años.
-¿A quién se le ocurre mandar a alguien tan joven a dar clases? -abrió la boca la maleducada del frente.
-¿Crees que no estoy capacitada, jovencita? -pregunté mirándola.
-No -respondió inmediatamente.
-Bien, en ese caso -dije levantándome-. Da tu la clase -sugerí y ella palideció.
-¿Cómo? -susurró.
-Da la clase -repetí.
-Yo... no... yo -tartamudeó. Cuando vió mi sonrisa, se puso seria y se levantó-. Está bien -dijo segura.
-Empecemos con algo fácil -digo tomando asiento en su sitio-. Poetas con dos o tres ejemplos.
-La que daré la clase soy yo -dijo altanera.
-Darás la clase, sí -respondí en tono calmado-. Pero con lo que yo te mande.
Me miró con odio. Y solo me encogí de hombros.
-¿Qué quiere? -preguntó después de unos segundos mirándome.
-Poetas -respondí sin pensar-. Con dos o tres ejemplos.
Me miró con confusión.
-¿Qué se supone que haga con eso?
-Qué me digas algunos poetas y des ejemplos -respondí lo obvio.
Rodó los ojos y se dio la vuelta para empezar a escribir.
Poetas
1. Pablo Neruda
2. Mario Benedetti
3. Gabriela Mistral
4. Octavio Paz
-Bien -dije levantándome de la silla-. Ahora quiero los poemas.
Se tensó. Estaba de espalda y se notó. Miró por encima de su hombro y suspiró.
-No leo poemas -dijo dándose la vuelta para mirarme.
-¿Perdón, qué dijiste? -pregunté desde mi sitio.
-No leo poemas -dijo más fuerte.
Enarqué una ceja y me acerqué a ella. Me entregó el marcador y se fue a su sitio.
-No he dicho que puedes irte a tu asiento -dije y se detuvo-. Se preguntarán porqué estamos hablando de poetas y no de ingeniería ni nada parec...
-Porque seguro no sabe nada de matemáticas -escuché la voz del primer chico y ésta vez si lo localicé.
-¿Tú si sabes? -pregunté mirándolo.
-Por eso estoy aquí -dijo encogiéndose de hombros y vi la sonrisa estúpida de la chica frente a mí.
-Si según tú -dije tranquilamente-, no sé matemáticas, ven y enséñame.
-Puedo enseñarte otra cosa en el baño -dijo mirando a su entrepierna.
La sangre me hirvió. Y mi memoria me llevó al día dónde un idiota en la universidad intentó llevarme con él hacía al baño. Recuerdo perfectamente que ya no tenía fuerzas para luchar con él y me vi pérdida. Si no fuese sido por Ángel, mi último día de clases hubiese sido horrible.
Le sonreí al chico y me acerqué a él. Miré hacía abajo, a su entrepierna y él sonrió. Con tanta picardía que me sentí tentada a darle un golpe.
-Te sigo -dije señalando la puerta.
Él sin dudarlo se levantó y me tomó de la mano. Arrastrándome con él hacía la puerta. Cuando la abrió, me soltó y no perdí tiempo en dar un portazo fuerte y colocarle seguro para que no entrara. Giré y todos me veían atónitos.
-¿Qué carajos crees que estás haciendo? -preguntó la chica alterada y acercándose a mí-. ¿Sabes con quién te estás metiendo?
-Con un idiota caprichoso -respondo tranquilamente cuando la tuve a un centímetro-. El cuál no me va a pisotear.
-Eres una estúpida -me grita antes de dirigirse hacía la puerta.
-Abres esa puerta y vas a terminar como él -le aseguro-. No vine aquí a buscar enemigos ni mucho menos a pelear con niñitos inmaduros -dije girando a mirarla-. Vine aquí a enseñarlos, si ustedes no ponen de su parte y se quieren comportar como unos maleducados y con ínfulas de Dioses, vayan rezando por no reprobar la materia conmigo.
-¿Quién te crees que eres para cerrarme la puta puerta en la cara, bruja? -pregunta el chico detrás de la chica, con llave en mano-. Soy el sobrino del nuevo director -dice mirándome con suficiencia.
-Bien por ti -respondí sin bajarle la mirada-. Ahora siéntate. Los dos -dije mirando a la chica.
-Vamos, amor -dijo ella tomando la chico la mano-. No le prestes atención a esta bruja.
Me pasó por un lado y rozó su hombro con el mío. No le importancia. Solo me giré y me fui al escritorio.
-Sigues sin responderme -dijo el chico cuando se sentó-. ¿Quién carajos te crees?
Lo miré por largos segundos. Me valía hectáreas de caca quién era él. Le importaba un rabano quién era yo.
-No responder es de mala educación -dijo el chico a su lado. Y todos rieron.
-Ahora quién es la maleducada -dijo la novia idiota.
-¿Qué te hace pensar que haremos lo que una chica de tu edad nos diga?
-Por su bien -dije mirando la lista de asistencia-, lo harán. La profesora soy yo.
-Tienes 27 años -dijo el idiota.
-¿Y te da miedo que una chica que les lleva unos año los mande? -pregunté mirándolo. Tensó la mandíbula y me miró directamente. Vi como sus ojos bajaban a mis labios y siguió bajando hasta llegar a mi pecho. <<Mal día para colocarte una blusa escotada>>-. ¿Te gusta la vista? -pregunté seria y él alzó sus ojos hacía los míos.
-He visto mejores -respondió con suficiencia.
Miré a su novia y sonreí.
-Me da curiosidad saber de quién.
Su novia no tenía mucho que digamos. Tenía pecho pequeño. Podía decir con seguridad que era dos tallas más pequeñas que los míos. Era una lástima. La chica era bonita. Seguía sin comprender como habían hombres tan idiotas como para ser infiel.
Ni siquiera tenían los huevos de dejarlas. Solamente buscaban en la calle lo que ya tenían. Solo tenían huevos para coger, más no para enfrentar las consecuencias de sus errores.
-Entonces profesora -insistió el idiota-. ¿Quién eres?
-En G****e sale bastante información -dije sacando mi lapicero del bolso-. Cuando quieras revisas. Estoy cansada de responder siempre lo mismo.
Estaba leyendo la información que la profesora me había dejado respecto a los chicos, cuando uno de ellos habló.
-¡MIERDA! -dijo y alcé la vista.
-Ya dejen de decir groserías -espeté.
-M****a, m****a -seguía. Me miró como si me fuese salido otra cabeza-. Usted... usted...
-¿Yo qué? -pregunté cansada de la idoteces.
-Usted es Gabriela Renaldi -dijo atónito.
-Eso dije cuando entré -dije sin comprender-. ¿A qué quieres llegar?
-Su madre es Lionetta Russo -dijo pálido y por un segundo palidecí también-. Su padre es...
-Voy a pasar asistencia -lo interrumpí.
No quería escuchar su nombre. No quería escuchar absolutamente nada que tenga que ver con él, ni con mi familia.
No negaba que quería saber de mi madre y mi sobrina. Pero tendría que esperar a estar preparada. Iba a volver a casa, era algo que no podía evitar, pero lo haría a mi modo.
-Aurora Bagnoli.
-Presente.
-Alessandro Banducci.
-Presente.
-Antonella Bartolotti.
-Presente -dijo la amiga de la maleducada.
-Alonzo Benetti.
-Presente -respondió el chico tímido de arriba.
A mitad de lista ya me había cansado de escuchar <<PRESENTE>>. Ya quería acabar y largarme.
-Franchesca Galano -mi corazón empezó a latir como una locomotora al reaccionar.
Galano. ¡No, no, no, no!
-Presente -dijo la novia del idiota.
Es una broma, es una broma. ¡ES UNA BROMA!
Muchos tenían ese apellido.
-Carajo -escuché el amigo del idiota.
Ese sería su apodo.
-¿Qué? -preguntó él. Tomó el celular del amigo y vi algo-. Era de esperarse -dijo al final, entregando el móvil.
-¿Algo interesante? -dije tomando el móvil-. ¿Para compartir en la clase?
Miré por unos segundos la pantalla. Los segundos más devastadores de mi vida.
<<Si cruzas esa puerta, Gabriela, me pierdes para siempre>>.
-¿Me puede devolver el móvil? -preguntó el chico.
Se lo entregué sin decir nada y devolviéndome a mi sitio.
Como pude seguí de tomar la asistencia. Cuando iba a decir el último nombre, sonó la campana de descanso.
Al ver el apellido, mi corazón se contrajo una vez más. Acababa de ver su foto con ella, y ahora como si el destino quisiera joderme más, aparece su nombre.
-Vincenzo D’Angelo -todos se levantaron y nadie respondió. Tomé aire y volví a repetir cuando estaban empezando a salir-. Vincenzo D’Angelo -dije casi a gritos.
-Presente -dijo un chico en el desastre de alumnos que querìan salir rápido.
Aunque como iba mi vida desde hacia un mes, no esperaba que la suerte estuviera de mi lado. Casi me topaba con la hermana de Massimo. En otra oportunidad tuve que esconderme de sus padres. Y como si fuese poco, la semana pasado me encontré con la sobrina de Maximiliano.
VINCENZO: Mi día había empezado como la mierda. Mi madre seguía insistiendo que estudiar era lo mejor. Mientras mi padre decía que lo dejara. >, decía mamá.>, decía papá. Siempre era así. Una puta pelea desde que despertaban hasta que se dormían de nuevo. Tanta pelea los llevo a dormir en cuartos separados. No tardarían mucho en pedirse el divorcio. Y aunque duela, sería lo mejor. Así nos evitábamos una bendita muerte. -Tendremos nuevo profesora -dijo Mauricio cuando me vio-. Estoy cansado de las viejas que envian. Su comentario me hizo reír. También estaba cansada de las viejas enviaban. Pero prefería estar aquí y aguantar eso, a tener que aguantar a mis padres peleando. -Ya te acostumbrarás -respondí cuando calmé mi risa. En ese momento, sonó la campana-. Qué empiece la vieja parlanchina. Esta vez fue Mauricio que se carcajeó de mi chiste. En el camino nos encontramos con Franchesa y Ant
VINCENZO: Mi sangre hirvió. Iba a darle unos golpes a la puerta pero no lo hice. Recordé que tenía copia de cada aula. Se las había quitado a mi tío hace unos días para aprovechar los salones vacíos. Estaba apunto de abrir cuando escuché los gritos dentro y esperé para escuchar todo ants de entrar y enfrentar a esa maldita bruja. -¿Qué carajos crees que estás haciendo? -escuché que preguntó Franchesca a gritos-. ¿Sabes con quién te estás metiendo? -Con un idiota caprichoso -respondió la cínica-. El cuál no me va a pisotear. Oh, querida, eso lo tuviste que pensar antes de hacer este show, pensé con una sonrisa. -Eres una estúpida -gritó Franchesca. Sabía que estaba enojada y que era capaz de agarrarla por los moños en cualquier momento.-Abres esa puerta y vas a terminar como él -le aseguró seria-. No vine aquí a buscar enemigos ni mucho menos a pelear con niñitos inmaduros -dijo y estuve seguro entonces que esa mujer era una fiera indomable-. Vine aquí a enseñarlos, si ustedes n
GABRIELA: Vi en cámara lenta como Sophia alzaba la mano y luego como se acercaba a mí. Mil recuerdos pasaron por mi mente en ese momento.Cuando me golpeó por haber ganado un concurso en la preparatoria. Cuando al volver a casa me golpeó por haber salido con un chico que no sabía que le gustaba. Cuando estando en la preparatoria me abofeteó por haber sido elegida como reina del baile. Cuando se enteró que salía con Massimo. Y como olvidar cuando se enteró que le iba a dar un... -¿Qué mierda pasa aquí? -escuché una voz masculina en la entrada.No me atrevía a alzar la cabeza. El golpe me había dejado aturdida. -Eres una maldita -dijo Sophia ignorando al hombre.Como nunca le bastaba una bofetada, se vino encima de mí y me tumbó. Caí unos centímetros lejos, iba a volver a golpearme pero el hombre la sujetó. -¡YA BASTA! -gritó el hombre y alcé la mirada por fin. Cuando mis ojos se encontraron con los de él, empecé a llorar. Nunca me había humillado tanto. Siempre había sido en casa
GABRIELA: Detallé a más profundidad la decoración. Solo rezaba que el agua estuviera caliente. Me planté frente al espejo y vi mis ojos hinchados, como me esperaba. ¿Este espectáculo le estaba dando al pobre chico? Dios. Con razón se reía de mí. Mientras me miraba, solté un sollozo y sin esperarlo, empecé a llorar de nuevo. Tanto recuerdos. Tantas humillaciones. Tanta mierda en mi vida que volvía a mí como un huracán.No quería imaginar como se pondría mi padre cuando Sophia le contará que volví. Y eso me hizo llorar con más ahínco. Seguro se la iba a desquitar con mi madre. Porque así era él. Se desquitaba con las personas equivocadas. Sin importarle nada. Me tapé la cara y no paraba de llorar. Tenía que soltar todas las lágrimas que pudiera antes de enfrentarme a la realidad. Necesitaba desahogarme. Y sabía a dónde necesitaba ir para hacer tal cosa. De pronto sentí unos brazos fuertes entorno a mi cintura y di un respingo. Quité mis manos del rostro y miré por el espejo. Él me m
VINCENZO: -Ni se te ocurra ir tras ella -dijo Sophia y volteé a verla. -¿O si no qué? -pregunté retándola. -Estás loco si crees que voy a permitir que la sigas -dijo Massimo en respuesta y lo miré confundido. -Alguien puede abrir la maldita boca para dar una explicación de que mierda es lo que sucede -dije desesperado. Necesitaba ir a ver si estaba bien. Necesitaba saber dónde estaba. -Ella es mi hermana -empezó a decir Sophia pero no la miré. No necesitaba respuesta de ella. Las necesitaba y quería de mi tío-. Cuando estaba empezando con tu tío ella se metió en nuestra rel...-Tú cállate -sisié-. Tu voz chillona me aturde -abrió la boca y la volvió a cerrar para mirar a mi tío-. No necesito escuchar nada de ti -miré a Massimo-. Tú eres quién va a decir todo. ¡ABSOLUTAMENTE TODO! Mauricio se acercó a mí y me tomó del hombro. -Cálmate, hombre -me dijo y lo miré furico. -Tú ve y búscala -le dije-. Llévala a casa. Quiero respuestas positivas -dije cuando se dirigía a la puerta.
Cuando estuve fuera del hotel, esperé diez minutos en recepción. Esperando si Massimo también había conseguido su dirección y, efectivamente si lo hizo. Me coloqué la capucha de la chaqueta y subí por las escaleras. Cuando estuve arriba, él ya había llegado y estaba tocando la puerta como un loco. -¿Qué... qué haces aquí? -escuché su voz.-Vine a verte -respondió mi tío con una sonrisa-. Necesitamos hablar. -No tienes nada que hacer aquí, y por tu bien, vete de aquí y no vuelvas a buscarme. -Gabriela, solo déjame entrar cinco minutos para hablar. En ese momento vi como el ascensor se abrió y los chicos de la foto salieron con un pequeño. Mi mirada cayó en el niño y... ¡Mierda! Tenían un hijo. No había duda alguna que era de Massimo. Es igual a él cuando era pequeño. -Vete, Massimo -escuché entonces a Gabriela. -Mami -dijo el pequeño cuando vio a Gabriela. La capucha me tapaba la cara lo suficiente para voltear y ver la cara de terror de la mujer. Estaba claro que no quería qu
GABRIELA: Fui a Fabrizzio a prepararle la cama y así tomar su siesta. Tenía casi diez años pero seguía siendo mi pequeño. Los chicos me estaban esperando en el sofá. No podía pedir mejores amigos que éste par. A noveno mes de mudarme a Venezuela conocí a Jessica, solo faltaba unos días para dar a luz y ella estuvo conmigo cuando tuve que ir de urgencias a la clínica. Desde ese momento no volvió a separarse de mí y empezamos a compartir departamento. Nos cuidaba a ambos y me ayudaba en las madrugadas.Y un mes más tarde, cuando Fabri ya tenía casi un mes de nacido, volví a la universidad, y fue cuando conocí a Ángel, me defendió de un idiota abusador. Sin importarle que tenía un bebé en brazos. Ellos ya eran amigos y no fue problema para ninguno. Estudiabámos la carrera de Derecho y siempre estabámos unidos. Se preocuparon por mí y por mi bebé desde el primer momento de conocerme. Cuando les dije que volvía a Italia, se preocuparon. Pues sabía poco de mi historia aquí y no estaban
GABRIELA: -¿De dónde lo conoces? -preguntó Ángel. -Es mi tío -respondió él mirándolo. Ángel me miró y no me inmuté. Siguí curando la mano del chico. -¿Que clase de juego es este? -dijo alterado-. ¿Uno de ellos te agrede y el otro de defiende? ¿Te has vuelto loca? -No sabía que eran familia -respondítranquila-. Solo sé que debía darle clases a él -dije señalando al chico-. Y después me enteré que era su tío. -¿Este fue el tipo que te sacó del politécnico? -preguntó. Sí -respondí guardando todo en el botiquin-. Él fue quién me ayudó -lo miré entonces-. Te lo agradezco -dije con sinceridad-. Por lo de ahora y por lo de ahorita. Actuaste rápido para que no lo viera. Él me sonrió y mi corazón aleteó con ese gesto.Ángel resopló y se dirigió a la puerta. -Buscaré a Jessica y a Fabrizzio. -Procura que no te vea -le dijo Vincenzo-. Estoy seguro que va a rondar por aquí toda la noche. -Qué puta obsesión la de ese tipo -dijo mi amigo antes de cerrar la puerta. Nos quedamos solos y e