VINCENZO: No era primera que llegaba tarde a la universidad, pero algo dentro de mí me avisaba que no era un día como cualquier otro en el pasado. Me encontré con la directora en la entrada de la universidad. -Joven Vincenzo -dijo seria-. Otra vez llegando tarde. -Disculpe directora, pero no tiene nada de sorprendente. Preocupese cuando le llegue temprano. -Que extraño -dijo de pronto mientras me seguía acercando-. La profesora Rinaldi también llegó tarde. En su voz había un destello de reconocimiento, pero solo me encogí de hombros. -Con todo respeto, señora directora -le dije plantándome delante de ella-. Pero no me importaba la vida de los profesores. Menos si llegan a tiempo a su trabajo o no. La dejé allí en la entrada y me dirigí a mi salón de clases. Era un día cualquiera en el aula de clases, pero algo en el aire parecía diferente. Cuando entré a la sala, noté que Gabriela estaba de pie frente a la pizarra, explicando algo sobre ecuaciones cuadráticas. Su voz resonaba
GABRIELA: Tomé mi portafolio y me puse la chaqueta, sintiendo el peso del día acumulándose sobre mis hombros. La aula de clases estaba vacía, y el eco de mis pasos resonaba en el pasillo desierto de la universidad. A medida que caminaba, mi mente divagaba en pensamientos confusos sobre Vincenzo y los recientes acontecimientos que parecían girar en torno a mí como un torbellino.Decidí dirigirme al salón de descanso de profesores, un lugar donde podría encontrar un respiro, un momento de calma entre las clases y las responsabilidades. Sin embargo, mientras avanzaba, una mano fría me tomó del brazo. Me giré rápidamente, y ahí estaban los ojos de Sophia, fríos y llenos de furia. Un escalofrío recorrió mi espalda.—¿Qué quieres? —pregunté, tratando de mantener la compostura.Sophia se acercó, su voz llena de veneno.—¿Qué quiero? ¡Oh, Gabriela! ¿No lo sabes? Quiero que pagues por lo que hiciste. Vincenzo fue a mi casa anoche. Golpeó a Massimo porque estaba defendiendo a una zorra como tú
GABRIELA: Mientras me dirigía a la siguiente aula, sentí cómo el peso de mis pensamientos se desvanecía un poco. La clase de matemáticas en este momento eran mi refugio, mi pequeño santuario donde las ecuaciones y los problemas numéricos ocupaban mi mente y me mantenían alejada de las sombras que amenazaban con consumir mis pensamientos.Sabía que en ese momento necesitaba concentrarme en mis estudiantes, en sus sonrisas curiosas y sus preguntas. Si lograba sumergirme en la enseñanza, podría olvidar por un rato la tristeza que me acompañaba por la situación con Sophia. Ella parecía pensar que había vuelto solo para quitarle a Massimo, pero eso no podía estar más lejos de la verdad.Lo único que deseaba era estar cerca de mi madre y mi sobrina. Recordé cómo la felicidad había inundado mi corazón cuando supe que iba a ser tía. La imagen de Florencia, mi hermana mayor, riendo mientras acariciaba su pancita embarazada, era un recuerdo tan cálido que podía sentir el calor en el pecho. Hab
VINCENZO: Mientras caminaba por el pasillo, noté que la puerta del aula se abría y ahí estaba ella. Su cabello caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su mirada perdida me hizo sentir un impulso incontrolable de acercarme. Así que decidí actuar. Con un paso decidido, me dirigí hacia ella y, en un movimiento calculado, choqué suavemente contra su hombro. Noté como Gabriela se tensó por un momento, y subió la mirada lentamente. —¡Oh! —exclamó Gabriela, sorprendida—. Lo siento, no te vi venir.—No hay problema —respondí, tratando de ocultar mi sonrisa—. Solo quería aprovechar la oportunidad para hablar contigo -se quedó mirándome con una mezcla de curiosidad y confusión. Era el momento perfecto para sacar a relucir el tema que me inquietaba—. ¿Podemos hablar un momento? —le pregunté, sintiendo cómo la tensión en el aire crecía entre nosotros.Ella dudó un instante, pero luego asintió. Nos alejamos un poco del bullicio del pasillo y encontramos un rincón más tranquilo.—¿Sobre qué qu
GABRIELA:Hoy es mi primer día de trabajo. Quién iba a decir que de la noche a la mañana, me llamarían para empezar a trabajar en una Universidad. ¿Lo más loco? Qué pensé que el trabajo sería en el ámbito de limpieza, pero no. Me llamaron para ser profesora de universitarios, ya que les hacía falta personal? ¿Qué tal les quedó el ojo, eh?No tenía título en Educación. Ni siquiera había pasado por mi cabeza estudiarla. Pero necesitaba hacer algo más, salir de mi zona de confort. Además, desde llegué no había empezado a ejercer ninguna de las carreras que había estudiado fuera. Acepté sin dudar. Después de todo, me habían despedido de mi antiguo trabajo en Venezuela y por eso me vine. ¿Qué más podía hacer? La incomodidad del primer día se hizo presente. Claramente no conocía a nadie allí. Pero eso no me importó. Tarde o temprano me acostumbraría al trabajo, a mis compañeros, y aún más importante, a los alumnos, pedía al cielo que así fuera. Gracias a Dios, o a quién fuese, no fueron
GABRIELA:Di un paso y ya me había arrepentido de aceptar el trabajo. Estaba acostumbrada a que miraran. Hombres, mujeres, inclusive niños y ancianos. Pero esto era mucho. Con ellos tenía que compartir aula durante horas. -Buenos días -dije más para mí, que para ellos. Admitía que estaba nerviosa, pero las palabras de Oscar llegaron a mí; "Los nervios los mandas a la mierda. En mi academia no van a venir a sentirse inseguras. Alza la mirada y demuestra de que estás hecha. Confío en ti".Bendito seas Oscar.Alcé la mirada y me planté al lado de la directora. Mucha más recta y segura que ella.-Ella es Gabriela Rinaldi -dijo la directora cuando estuve a su lado-. Su nueva profesora. -Buenos días -dijo unísono. Mi mirada recorrió cada esquina, cada alumno. Si algo había aprendido era a detallar hasta lo último. Y aquí no iba a hacer la excepción. Cuando mi mirada chocó con un chico en los asientos de arriba, sentí una corriente por todo mi cuerpo. Se sintieron los segundos más largo
VINCENZO: Mi día había empezado como la mierda. Mi madre seguía insistiendo que estudiar era lo mejor. Mientras mi padre decía que lo dejara. >, decía mamá.>, decía papá. Siempre era así. Una puta pelea desde que despertaban hasta que se dormían de nuevo. Tanta pelea los llevo a dormir en cuartos separados. No tardarían mucho en pedirse el divorcio. Y aunque duela, sería lo mejor. Así nos evitábamos una bendita muerte. -Tendremos nuevo profesora -dijo Mauricio cuando me vio-. Estoy cansado de las viejas que envian. Su comentario me hizo reír. También estaba cansada de las viejas enviaban. Pero prefería estar aquí y aguantar eso, a tener que aguantar a mis padres peleando. -Ya te acostumbrarás -respondí cuando calmé mi risa. En ese momento, sonó la campana-. Qué empiece la vieja parlanchina. Esta vez fue Mauricio que se carcajeó de mi chiste. En el camino nos encontramos con Franchesa y Ant
VINCENZO: Mi sangre hirvió. Iba a darle unos golpes a la puerta pero no lo hice. Recordé que tenía copia de cada aula. Se las había quitado a mi tío hace unos días para aprovechar los salones vacíos. Estaba apunto de abrir cuando escuché los gritos dentro y esperé para escuchar todo ants de entrar y enfrentar a esa maldita bruja. -¿Qué carajos crees que estás haciendo? -escuché que preguntó Franchesca a gritos-. ¿Sabes con quién te estás metiendo? -Con un idiota caprichoso -respondió la cínica-. El cuál no me va a pisotear. Oh, querida, eso lo tuviste que pensar antes de hacer este show, pensé con una sonrisa. -Eres una estúpida -gritó Franchesca. Sabía que estaba enojada y que era capaz de agarrarla por los moños en cualquier momento.-Abres esa puerta y vas a terminar como él -le aseguró seria-. No vine aquí a buscar enemigos ni mucho menos a pelear con niñitos inmaduros -dijo y estuve seguro entonces que esa mujer era una fiera indomable-. Vine aquí a enseñarlos, si ustedes n