Capítulo 4

VINCENZO: 

Mi sangre hirvió. Iba a darle unos golpes a la puerta pero no lo hice. Recordé que tenía copia de cada aula. Se las había quitado a mi tío hace unos días para aprovechar los salones vacíos. 

Estaba apunto de abrir cuando escuché los gritos dentro y esperé para escuchar todo ants de entrar y enfrentar a esa m*****a bruja.

-¿Qué carajos crees que estás haciendo? -escuché que preguntó Franchesca a gritos-. ¿Sabes con quién te estás metiendo? 

-Con un idiota caprichoso -respondió la cínica-. El cuál no me va a pisotear. 

Oh, querida, eso lo tuviste que pensar antes de hacer este show, pensé con una sonrisa. 

-Eres una estúpida -gritó Franchesca. Sabía que estaba enojada y que era capaz de agarrarla por los moños en cualquier momento.

-Abres esa puerta y vas a terminar como él -le aseguró seria-. No vine aquí a buscar enemigos ni mucho menos a pelear con niñitos inmaduros -dijo y estuve seguro entonces que esa mujer era una fiera indomable-. Vine aquí a enseñarlos, si ustedes no ponen de su parte y se quieren comportar como unos maleducados y con ínfulas de Dioses, vayan rezando por no reprobar la materia conmigo. 

-¿Quién te crees que eres para cerrarme la puta puerta en la cara, bruja? -pregunté enfadado detrás de mi novia, la mujer bajó la mirada y vi la llave en mi mano-. Soy el sobrino del nuevo director -dije mirándola con suficiencia. 

-Bien por ti -respondió sin bajarme la mirada-. Ahora siéntate. Los dos -dijo mirando Franchesca. 

-Vamos, amor -dijo ella tomando mi mano-. No le prestes atención a esta bruja. 

Pasamos por su lado. Y no pude obviar el hecho que Franchesca rozó su hombro con el de ella. No dijo nada, solo se giró en su eje y se sentó detrás del escritorio. 

-Sigues sin responderme -dije cuando me senté-. ¿Quién carajos te crees? 

Me miró por unos segundos. Me importaba un carajos quién era, pero iba a encontrar la respuesta. Por ella o por mi cuenta. Pero iba a destruirla. 

-No responder es de mala educación -dijo Mauricio. Y todos rieron. 

-Ahora quién es la maleducada -dijo mi novia. 

-¿Qué te hace pensar que haremos lo que una chica de tu edad nos diga? -preguntó Mauricio. 

-Por su bien -dijo mirando la lista de asistencia-, lo harán. La profesora soy yo. 

-Tienes 27 años -dije lo obvio. 

-¿Y te da miedo que una chica que les lleva unos años los mande? -preguntó mirándome. Tensé la mandíbula y la miré directamente. De pronto como si tuvieran vida propia mis ojos bajaron a sus labios y seguí bajando hasta llegar a su pecho-. ¿Te gusta la vista? -preguntó seria y alcé la mirada. 

-He visto mejores -respondí con suficiencia. 

Vi como una sonrisa pícara aparecía en sus labios cuando miró a Franchesca.

-Me da curiosidad saber de quién. 

Mi novia no tenía mucho que digamos. Tenía pecho pequeño. Podía decir con seguridad que era unas tallas más pequeños. No negaba que era bonita. Pero ver a nuestra nueva profesora con ese escote, me prendió a tal manera que mi erección era notable. 

-Entonces profesora -insistí-. ¿Quién eres? 

-En G****e sale bastante información sobre mí -dijo sacando el lapicero de su bolso-. Cuando quieras revisas. Estoy cansada de responder siempre lo mismo.

Estaba leyendo unos papeles que tenía en mano, cuando escuché al idiota a mi lado maldecir por lo bajo. 

-¡MIERDA! -dijo y alcé la vista. 

-Ya dejen de decir groserías -espetó ella furiosa. 

-M****a, m****a -seguía. La miró como si le fuese salido otra cabeza-. Usted... usted...

-¿Yo qué? -preguntó seria.

-Usted es Gabriela Renaldi -dijo atónito. 

-Eso dije cuando entré -dijo confusa . ¿A qué quieres llegar? 

-Su madre es Lionetta Russo -dijo pálido el pobre chico y vi por un segundo como ella palidecía también-. Su padre es...

-Voy a pasar asistencia -lo interrumpió. 

Jamás había sentido tanta ganas de conocer a alguien como ahora. 

Había escuchado el apellido de esa mujer. Decían que era una cazafortunas. También que nadie sabía quién era su esposo. Había que tener acceso a información confidencial para saber a profundidad toda su historia. 

Iba a conseguir esa información costara lo que costara. Ésta bruja no se iba a salir con la suya. 

Tenían que ser demasiado idiotas como para no darse cuenta que a la pobre mujer no le gustaba recordar el origen de su familia. Sería divertido jugar con ella. Estaba listo para jugar todas mis cartas de ser necesario. 

-Aurora Bagnoli.

-Presente.

-Alessandro Banducci. 

-Presente.

-Antonella Bartolotti. 

-Presente -respondió la amiga de mi novia.  

-Alonzo Benetti. 

-Presente -respondió el idiota de arriba. 

A mitad de lista ya me había cansado de escuchar <<PRESENTE>>. Ya quería acabar y largarme. 

-Franchesca Galano -durante toda la asistencia no le había quitado la vista a la bruja y por unos segundos vi algo extraño en su comportamiento. Incomodidad.

¿Acaso conocía a mi novia? ¿O alguien de su familia? 

Otra cosa a mi lista para averiguar. 

-Presente -respondió Franchesca.

Tomó aire y siguió tomando asistencia.

-Carajo -dijo Mauricio a mi lado. 

-¿Qué? -pregunté. Tomé el móvil y me sorprendió lo que leí-. Era de esperarse -dije al final, entregando el móvil. 

-¿Algo interesante? -dijo la bruja tomando el móvil-. ¿Para compartir en la clase? 

Miró por unos segundos la pantalla. Segundos interesantes que me hicieron averiguar sobre su vida con más ganas. 

Esta mujer conocía a la familia de mi novia y claro está que a la mía también. 

Habían muchas personas con el apellido Renaldi. De diferentes familias. Solo tenía que dar con el de ella. 

Mi tío tenía ese poder justo ahora. Ella tuvo que haber entregado papeles en dirección. Iba a aprovechar cien por ciento esto.

-¿Me puede devolver el móvil? -preguntó Mauricio. 

Se lo entreguó sin decir nada devolviéndose a su sitio. 

Sabía que estaba por llegar a mi nombre. ¡BINGO! Se puso nerviosa. 

-Vincenzo D’Angelo -todos se levantaron y no respondí. Dejaría que volviera a llamarme. Solo para hacerle la vida imposible-. Vincenzo D’Angelo -dijo casi a gritos. 

-Presente -dije alzando la mano cuando estuve en la puerta rodeado de todos. 

No iba a dejar que supiera como me llamaba. Se lo haría saber poco a poco. 

Estaba seguro que iba a disfrutar esto. 

Mi tío dijo que vendría hoy a arreglar asuntos con la directora. 

Seguro vendrá con arpío de su prometida. Esa mujer me sacaba de quicio. Su voz era jodidamente estresante. No sabía como carajos Massimo era capaz de aguantarla. Yo ya me fuese vuelto loco. Me era estresante tener alguien encima, no podría imaginarme a alguien teniendo una voz tan malditamente chillona. 

Cuando esté en la oficina aprovecharé para hablar con él y me permita revisar el espediente de la bruja. 

-Llegó -dijo Franchesca mirando a la entreda. 

Un auto se visualizó en la entrada de Politécnico y no tenía que ser adivino para saber de quién se trataba. 

Un MBW M6 en color plateado apareció frente a mí. Como todo un caballero me posé al lado de la puerta del copiloto y con toda la amabilidad que no tenía le tendí mi mano a la prometida de mi tío. Ella me sonrió y por educación le devolví el gesto. 

Cuando estuvo fuera del auto, solté su mano como si quemara. No quería seguir tocándola más de lo necesario. Detrás de mí se posó mi tío y me dió un apretón de manos. 

Volteé a verlo y no se podía ver peor. Algo le pasaba. Y no dudaba ni por un segundo que era por la noticia que estaba en las redes con respecto a su compromiso. Tenían mucho tiempo comprometidos pero jamás se había dado fecha, hasta hace un par de días. 

-Sobrino -me saludó con un apretón de manos-. ¿Cómo estás? 

-Bien, tío -respondí aceptando el gesto-. Feliz de estar aquí -dije con sarcasmo. Uno que él entendió y se carcajeó. 

-¿Tus padres? -preguntó y me tensé. 

Él lo notó y me sonrió como pudo. Sabía la historia con mis padres. Massimo después de rogarle a su hermano, lo convenció para que me dejara estudiar. 

-Como siempre -respondí después de unos segundos. 

-¿Las clases? -siguió con su interrogatorio. 

Sin duda Massimo era el padre que no tengo. Se comportaba como tal. Y lo agradecía. 

La verdad si no fuese por él, solo Dios sabrá dónde estuviera. 

-Tenemos nueva profesora -dijo Mauricio acercándose para saludarlo con un apretón. 

-¿Otra anciana asquerosa? -habló por primera vez la prometida de Massimo. 

-No -respondió Antonella-. Es una mujer joven. Tiene 27 años, o eso dice. 

-Yo digo que tiene más -dice Franchesca-. Y solo lo oculta con maquillaje. 

-Como sea -dijo Massimo serio-. ¿Cómo se llama? 

-Gabrie...

-Señor D’Angelo -la directora llegó justo en el momento que mi novia iba a soltar el nombre. 

Mi tío se quedó mirando a Franchesca por unos segundos más. Segundos dónde sus ojos se iluminaron. 

¿Por qué?, me pregunté. Ni siquiera sabía que iba a decir mi novia. 

-Directora Lombardi -saludó mi tío con un apretón de mano-. Lamento llegar tarde. Había tráfico. 

-No se preocupe, señor D’Angelo -respondió la directora con una sonrisa-. Entiendo. No hay apuro. Sígame, por favor. 

-Después de usted -dijo Massimo señalando las escaleras y siguiéndola. Dejando a su prometida como idiota con nosotros. 

Sabía perfectamente que esto era un compromiso arreglado. Mi familia quería el poder de la familia de Sophia. No sabía quién carajos era ni su apellido. Nunca me interesó. Ahora mucho menos que tenía en mente algo. 

Sin pensarlo dos veces, seguí a mi tío y a la directora. Obviamente no iba a hablar con él delante de ella, ni siquiera iba a su oficina, pero iba a estar cerca por si Massimo se iba y perdía la oportunidad. 

Los chicos aparecieron después con la prometida de Massimo y estuvimos allí esperando como idiotas. Hasta que me cansé de estar sentado y me fui, no sin antes pedirle a Mauricio que me avisara cuando la directora saliera y mi tío quedara solo. 

Vi como Gabriela entraba a la sala de descanso de profesores y estuve tentado a seguirla. Pero lo pensé mejor. No iba a formar un escándolo con todos los profesores allí. Esperaría a qué estuviera sola. 

Me fui a la cafetería por algo de tomar. Y cuando venía de regreso, vi como Sophia entraba en la sala de profesores hecha una furia. ¿Ahora que m****a le pasaba a esa mujer?

Iba a pasar de largo pero justo cuando pasaba por allí, escuché voces. 

-¿Qué mierdas crees que haces volviendo después de casi diez años? -escuché la voz de Sophia. 

Empecé a caminar cuando nadie respondió, pero me paralicé cuando escuché la voz de Gabriela. 

-A ti debería importar mil hectáreas de rabano lo que hago aquí -respondió ella tranquila-. Si volví no es asunto tuyo. 

-Si volviste para volver con...

-No vine para volver con nadie -la interrumpió Gabriela. Me asomé en la puerta con cuidado de no ser visto. Una hecha una furia y otra de lo más tranquila-. Me fui para dejarle el camino libre -volvió a hablar, con tanta seguridad que me sorprendió-. Me cansé de ser un estorbo. 

-Qué bueno que sepas la verdad -respondió Sophia con suficiencia-. Eres un puto estorbo. Un maldito grano en el trasero. 

-No puede importarme menos lo que digas -dijo mirándola con dagas en los ojos-. Dejáme en paz y vete a lamerle el culo a tu prometido. 

-Ven acá -dijo la otra tomándola del cabello a Gabriela-. ¿Qué mierdas haces aquí? 

-Soy profesora suplente -respondió ella soltándose del agarre-. Puedes estarte tranquila, no voy a volver a casa. 

-Espero que no se te ocurra volver -dijo la arpía con odio-. Porque te saco por las greñas. 

-¿Así como casi lo haces con tu propia hija por estar cerca de él? -preguntó Gabriela con rabia.

-Como te atreves -dijo Sophia. Y como en cámara lente vi como su mano cayó fuerte en la mejilla de Gabriela. 

-¿Qué m****a pasa aquí? -pregunté entrando.

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