VINCENZO:Estábamos en una acogedora cafetería, el aroma del café llenaba el aire mientras la brisa suave de la tarde nos envolvía. Miré a Gabriela, notando la sombra de un pasado que parecía pesar sobre sus hombros. Sabía que había algo más en su historia con Massimo y decidí dar el primer paso. Tenía que saber la verdad y poder enfrentar a Massimo por la mentira que le dijo a mi padre. —Gabriela, siempre he sentido que hay una historia detrás de tu relación con Massimo. ¿Qué pasó realmente entre ustedes? —pregunté, intentando sonar amable y curioso.Ella tomó un sorbo de su café, y su mirada se perdió por un instante en los recuerdos. Su voz comenzó a temblar un poco cuando empezó a hablar.—Fue complicado... —dijo, y pude ver cómo la tristeza se reflejaba en sus ojos—. Massimo y yo estábamos muy enamorados durante esos dos años en la preparatoria. Pero todo cambió cuando mi padre decidió que quería que me casara con Gabriel Galano.Fruncí el ceño, sorprendido por lo que acababa de
VINCENZO:—¡Oh no! —exclamó Gabriela mirando su reloj—. ¡Se me hizo muy tarde! Tengo que dar mi primera clase en la universidad en cinco minutos. Sentí un nudo en el estómago al ver su angustia. Sabía lo importante que era su trabajo, así que rápidamente le dije:—Puedo llevarte. No hay problema. Ella me miró con una mezcla de gratitud y pánico.—Vincenzo, no sé... —dijo, su voz temblando un poco—. No quiero que me vean llegar contigo. Ya sabes cómo son las cosas en la universidad. Podrían pensar que hay algo más entre nosotros, y no quiero que eso te traiga problemas.Sus palabras resonaron en mí como un eco de la realidad. Comprendía su preocupación; la comunidad académica podía ser un lugar complicado. Si me veían entrar con la nueva profesora en mi auto, iban a empezar los malos comentarios sobre nosotros. La última cosa que quería era ponerla en una posición difícil, pero también quería ayudarla a llegar a tiempo. —Gabriela, yo solo te estoy ayudando a llegar a tu clase —le a
GABRIELA: Hoy era mi segundo día de trabajo en la universidad, y, para variar, había llegado tarde. Mis planes de llegar con tiempo se habían desmoronado. Aún así, tenía la esperanza de que la directora no estuviera esperándome con un reloj en mano. Al llegar a la entrada de la universidad, me encontré con su mirada seria. —Gabriela —dijo con un tono que me hizo sentir pequeña—, llegar tarde no es aceptable. Es solo tu segundo día, y ya estás poniendo en duda tu compromiso.La culpa me invadió.—Lo siento mucho, señora directora —respondí con sinceridad—. Tuve un imprevisto esta mañana.Su expresión no se suavizó.—Entiendo que todos tenemos problemas, pero debemos ser profesionales. Te advierto que si esto se repite, tendré que tomar medidas más serias.Asentí, sintiendo el peso de su advertencia sobre mis hombros. Casi corrí al salón de clases. Al entrar al aula, mis nervios estaban al máximo. Todos los estudiantes estaban sentados y me miraban expectantes.—¡Hola a todos! —salu
VINCENZO: No era primera que llegaba tarde a la universidad, pero algo dentro de mí me avisaba que no era un día como cualquier otro en el pasado. Me encontré con la directora en la entrada de la universidad. -Joven Vincenzo -dijo seria-. Otra vez llegando tarde. -Disculpe directora, pero no tiene nada de sorprendente. Preocupese cuando le llegue temprano. -Que extraño -dijo de pronto mientras me seguía acercando-. La profesora Rinaldi también llegó tarde. En su voz había un destello de reconocimiento, pero solo me encogí de hombros. -Con todo respeto, señora directora -le dije plantándome delante de ella-. Pero no me importaba la vida de los profesores. Menos si llegan a tiempo a su trabajo o no. La dejé allí en la entrada y me dirigí a mi salón de clases. Era un día cualquiera en el aula de clases, pero algo en el aire parecía diferente. Cuando entré a la sala, noté que Gabriela estaba de pie frente a la pizarra, explicando algo sobre ecuaciones cuadráticas. Su voz resonaba
GABRIELA: Tomé mi portafolio y me puse la chaqueta, sintiendo el peso del día acumulándose sobre mis hombros. La aula de clases estaba vacía, y el eco de mis pasos resonaba en el pasillo desierto de la universidad. A medida que caminaba, mi mente divagaba en pensamientos confusos sobre Vincenzo y los recientes acontecimientos que parecían girar en torno a mí como un torbellino.Decidí dirigirme al salón de descanso de profesores, un lugar donde podría encontrar un respiro, un momento de calma entre las clases y las responsabilidades. Sin embargo, mientras avanzaba, una mano fría me tomó del brazo. Me giré rápidamente, y ahí estaban los ojos de Sophia, fríos y llenos de furia. Un escalofrío recorrió mi espalda.—¿Qué quieres? —pregunté, tratando de mantener la compostura.Sophia se acercó, su voz llena de veneno.—¿Qué quiero? ¡Oh, Gabriela! ¿No lo sabes? Quiero que pagues por lo que hiciste. Vincenzo fue a mi casa anoche. Golpeó a Massimo porque estaba defendiendo a una zorra como tú
GABRIELA: Mientras me dirigía a la siguiente aula, sentí cómo el peso de mis pensamientos se desvanecía un poco. La clase de matemáticas en este momento eran mi refugio, mi pequeño santuario donde las ecuaciones y los problemas numéricos ocupaban mi mente y me mantenían alejada de las sombras que amenazaban con consumir mis pensamientos.Sabía que en ese momento necesitaba concentrarme en mis estudiantes, en sus sonrisas curiosas y sus preguntas. Si lograba sumergirme en la enseñanza, podría olvidar por un rato la tristeza que me acompañaba por la situación con Sophia. Ella parecía pensar que había vuelto solo para quitarle a Massimo, pero eso no podía estar más lejos de la verdad.Lo único que deseaba era estar cerca de mi madre y mi sobrina. Recordé cómo la felicidad había inundado mi corazón cuando supe que iba a ser tía. La imagen de Florencia, mi hermana mayor, riendo mientras acariciaba su pancita embarazada, era un recuerdo tan cálido que podía sentir el calor en el pecho. Hab
VINCENZO: Mientras caminaba por el pasillo, noté que la puerta del aula se abría y ahí estaba ella. Su cabello caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su mirada perdida me hizo sentir un impulso incontrolable de acercarme. Así que decidí actuar. Con un paso decidido, me dirigí hacia ella y, en un movimiento calculado, choqué suavemente contra su hombro. Noté como Gabriela se tensó por un momento, y subió la mirada lentamente. —¡Oh! —exclamó Gabriela, sorprendida—. Lo siento, no te vi venir.—No hay problema —respondí, tratando de ocultar mi sonrisa—. Solo quería aprovechar la oportunidad para hablar contigo -se quedó mirándome con una mezcla de curiosidad y confusión. Era el momento perfecto para sacar a relucir el tema que me inquietaba—. ¿Podemos hablar un momento? —le pregunté, sintiendo cómo la tensión en el aire crecía entre nosotros.Ella dudó un instante, pero luego asintió. Nos alejamos un poco del bullicio del pasillo y encontramos un rincón más tranquilo.—¿Sobre qué qu
GABRIELA:Hoy es mi primer día de trabajo. Quién iba a decir que de la noche a la mañana, me llamarían para empezar a trabajar en una Universidad. ¿Lo más loco? Qué pensé que el trabajo sería en el ámbito de limpieza, pero no. Me llamaron para ser profesora de universitarios, ya que les hacía falta personal? ¿Qué tal les quedó el ojo, eh?No tenía título en Educación. Ni siquiera había pasado por mi cabeza estudiarla. Pero necesitaba hacer algo más, salir de mi zona de confort. Además, desde llegué no había empezado a ejercer ninguna de las carreras que había estudiado fuera. Acepté sin dudar. Después de todo, me habían despedido de mi antiguo trabajo en Venezuela y por eso me vine. ¿Qué más podía hacer? La incomodidad del primer día se hizo presente. Claramente no conocía a nadie allí. Pero eso no me importó. Tarde o temprano me acostumbraría al trabajo, a mis compañeros, y aún más importante, a los alumnos, pedía al cielo que así fuera. Gracias a Dios, o a quién fuese, no fueron