VINCENZO:Me detuve frente a la puerta de casa, el frío de la noche calando en mis huesos. Justo cuando estaba sacando las llaves, los gritos de mi padre atravesaron el aire, llenando el espacio con una rabia palpable. -¡Maldición, Teresa! ¡¿Cómo pudiste criar a un hijo así?! ¡Metiéndose en problemas que no le corresponden! -sentÍ un escalofrío recorrerme la espalda. Esa voz, llena de furia, resonaba en mi mente como un eco de tiempos pasados. No era la primera vez que escuchaba a mi padre estallar así, pero esta vez era diferente. Sabía que el tema de conversación giraba en torno a mí y mis decisiones recientes-. ¡Él no sabe lo que es responsabilidad! -las palabras de mi padre se sentían como dagas, cada una más afilada que la anterior. Respiré hondo, intentando calmar el torbellino en mi interior. La idea de entrar y enfrentar esa tormenta me llenaba de ansiedad, pero sabía que no podía quedarme fuera. Con determinación, empujé la puerta y entré a un hogar que solía ser un refugio
GABRIELA:Después del beso con Vincenzo, me levanté rápidamente del sofá y me fui a mi habitación sin mirar atrás. No podía creer que eso había ocurrido. No tenía porque haber pasado. Por Dios, era el sobrino de Massimo, de mi antiguo amor. Estaba totalmente decidida a olvidar lo acontecido. No era algo que necesitaba recordar. Había sucedido y ya está. Preparé mi cama y me acosté. Me sentía cansada, agotada, me dolía la cabeza. Necesitaba con urgencia descansar y olvidar este día por completo. Mañana me prepararía para enfrentar la realidad una vez más, y aún peor, enfrentar las consecuencias en la universidad por lo acontecido. Los rayos del sol me dieron en la cara. Intenté seguir durmiendo pero sonó la alarma. Eran las 07:00AM. Necesitaba prepararme y no llegar tarde esta vez. Aunque, daba igual. Llegase temprano o no, estaba segura que sería la última vez que pisaría la universidad. La despidieran o no, ese día sería el último allí. No quería toparse con los D'Angelo nunca má
GABRIELA:-Gabi... -dijo Ángel con suavidad- no es fácil lidiar con decisiones así. Pero ahora has sido sincera con nosotros y eso es lo más importante.Asintí, sintiendo cómo una carga se desvanecía poco a poco. -Sí... me siento más tranquila al compartirlo con ustedes. Era un secreto que me consumía.Respiré hondo y sonreí levemente, sintiendo un nuevo aire de libertad tras haber compartido mi verdad con mis amigos.-¿Todo bien? -preguntó Jess acercándose y dándome un abrazo. -Sí... estoy bien -respondí tranquila. -¿Estás segura? -insistió. - Lo estoy -afirmé. Con cada palabra compartida y cada emoción liberada, me sintí más fuerte y más cercana a mis amigos. Hablar sobre mi dolor y mis elecciones me ayudó a dejar atrás el peso de aquel secreto-. Ahora, quiero probar ese rico desayuno que preparaste -le dije a mi amiga acercándome a la mesa-. Huele riquisímo. -Especialmente hecho para ti -dijo Jess con una sonrisa que llegó a sus ojos y le devolví la sonrisa. En la mesa se enc
VINCENZO:Estábamos en una acogedora cafetería, el aroma del café llenaba el aire mientras la brisa suave de la tarde nos envolvía. Miré a Gabriela, notando la sombra de un pasado que parecía pesar sobre sus hombros. Sabía que había algo más en su historia con Massimo y decidí dar el primer paso. Tenía que saber la verdad y poder enfrentar a Massimo por la mentira que le dijo a mi padre. —Gabriela, siempre he sentido que hay una historia detrás de tu relación con Massimo. ¿Qué pasó realmente entre ustedes? —pregunté, intentando sonar amable y curioso.Ella tomó un sorbo de su café, y su mirada se perdió por un instante en los recuerdos. Su voz comenzó a temblar un poco cuando empezó a hablar.—Fue complicado... —dijo, y pude ver cómo la tristeza se reflejaba en sus ojos—. Massimo y yo estábamos muy enamorados durante esos dos años en la preparatoria. Pero todo cambió cuando mi padre decidió que quería que me casara con Gabriel Galano.Fruncí el ceño, sorprendido por lo que acababa de
VINCENZO:—¡Oh no! —exclamó Gabriela mirando su reloj—. ¡Se me hizo muy tarde! Tengo que dar mi primera clase en la universidad en cinco minutos. Sentí un nudo en el estómago al ver su angustia. Sabía lo importante que era su trabajo, así que rápidamente le dije:—Puedo llevarte. No hay problema. Ella me miró con una mezcla de gratitud y pánico.—Vincenzo, no sé... —dijo, su voz temblando un poco—. No quiero que me vean llegar contigo. Ya sabes cómo son las cosas en la universidad. Podrían pensar que hay algo más entre nosotros, y no quiero que eso te traiga problemas.Sus palabras resonaron en mí como un eco de la realidad. Comprendía su preocupación; la comunidad académica podía ser un lugar complicado. Si me veían entrar con la nueva profesora en mi auto, iban a empezar los malos comentarios sobre nosotros. La última cosa que quería era ponerla en una posición difícil, pero también quería ayudarla a llegar a tiempo. —Gabriela, yo solo te estoy ayudando a llegar a tu clase —le a
GABRIELA: Hoy era mi segundo día de trabajo en la universidad, y, para variar, había llegado tarde. Mis planes de llegar con tiempo se habían desmoronado. Aún así, tenía la esperanza de que la directora no estuviera esperándome con un reloj en mano. Al llegar a la entrada de la universidad, me encontré con su mirada seria. —Gabriela —dijo con un tono que me hizo sentir pequeña—, llegar tarde no es aceptable. Es solo tu segundo día, y ya estás poniendo en duda tu compromiso.La culpa me invadió.—Lo siento mucho, señora directora —respondí con sinceridad—. Tuve un imprevisto esta mañana.Su expresión no se suavizó.—Entiendo que todos tenemos problemas, pero debemos ser profesionales. Te advierto que si esto se repite, tendré que tomar medidas más serias.Asentí, sintiendo el peso de su advertencia sobre mis hombros. Casi corrí al salón de clases. Al entrar al aula, mis nervios estaban al máximo. Todos los estudiantes estaban sentados y me miraban expectantes.—¡Hola a todos! —salu
VINCENZO: No era primera que llegaba tarde a la universidad, pero algo dentro de mí me avisaba que no era un día como cualquier otro en el pasado. Me encontré con la directora en la entrada de la universidad. -Joven Vincenzo -dijo seria-. Otra vez llegando tarde. -Disculpe directora, pero no tiene nada de sorprendente. Preocupese cuando le llegue temprano. -Que extraño -dijo de pronto mientras me seguía acercando-. La profesora Rinaldi también llegó tarde. En su voz había un destello de reconocimiento, pero solo me encogí de hombros. -Con todo respeto, señora directora -le dije plantándome delante de ella-. Pero no me importaba la vida de los profesores. Menos si llegan a tiempo a su trabajo o no. La dejé allí en la entrada y me dirigí a mi salón de clases. Era un día cualquiera en el aula de clases, pero algo en el aire parecía diferente. Cuando entré a la sala, noté que Gabriela estaba de pie frente a la pizarra, explicando algo sobre ecuaciones cuadráticas. Su voz resonaba
GABRIELA: Tomé mi portafolio y me puse la chaqueta, sintiendo el peso del día acumulándose sobre mis hombros. La aula de clases estaba vacía, y el eco de mis pasos resonaba en el pasillo desierto de la universidad. A medida que caminaba, mi mente divagaba en pensamientos confusos sobre Vincenzo y los recientes acontecimientos que parecían girar en torno a mí como un torbellino.Decidí dirigirme al salón de descanso de profesores, un lugar donde podría encontrar un respiro, un momento de calma entre las clases y las responsabilidades. Sin embargo, mientras avanzaba, una mano fría me tomó del brazo. Me giré rápidamente, y ahí estaban los ojos de Sophia, fríos y llenos de furia. Un escalofrío recorrió mi espalda.—¿Qué quieres? —pregunté, tratando de mantener la compostura.Sophia se acercó, su voz llena de veneno.—¿Qué quiero? ¡Oh, Gabriela! ¿No lo sabes? Quiero que pagues por lo que hiciste. Vincenzo fue a mi casa anoche. Golpeó a Massimo porque estaba defendiendo a una zorra como tú