Capítulo 26

Toco su rostro con cierta vacilación en medio de la noche silenciosa. Mis dedos rozan su piel tan cálida y suave hasta que desciendo por los vellos nacientes en su barbilla. Hundo mi otra mano en su cabello castaño, vacilante. Cómo si necesitara este contacto físico para saber que él está aquí después de largas semanas llorando su ausencia.

Sus ojos café se cierran mientras contenie el aliento debido a mi tacto. Lleva un traje blanco e incluso hasta sus zapatos son de aquel tono celestial tan confuso.

¿Qué pasó con los largos vestidos de hombre en el Olimpo?¿Acaso se ha modernizado la vestimenta de los dioses?

Le queda tan bien, tan a la medida. Tiene una hebilla dorada aferrada a su corbata y un reloj guardado en un bolsillo ubicado a la altura de su corazón.

Está tan limpio y huele tan bien...

—Crei que no volvería a verte, Dante—se me quiebra la voz. Estoy luchando para no dejarme llevar por las emociones—¿Cómo pudiste marcharte?¿Cómo pudiste dejarme

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