Capítulo 25.
Sé que uno de ellos tenía una mano falsa y el otro había perdido la visión en un ojo. Se me hace un nudo en el estómago en cuanto pienso que ellos han sido castigados por amar a alguien que no debían y estuvieron exactamente en la misma situación que yo. Trago con fuerza y trato de deshacer la horrible pelota que tengo en la garganta.
No esperaba que vinieran e incluso su presencia inesperada empiezan a incomodarme. Aparto la mirada. Son tan apuestos que me he puesto roja.
Toco su rostro con cierta vacilación en medio de la noche silenciosa. Mis dedos rozan su piel tan cálida y suave hasta que desciendo por los vellos nacientes en su barbilla. Hundo mi otra mano en su cabello castaño, vacilante. Cómo si necesitara este contacto físico para saber que él está aquí después de largas semanas llorando su ausencia.Sus ojos café se cierran mientras contenie el aliento debido a mi tacto. Lleva un traje blanco e incluso hasta sus zapatos son de aquel tono celestial tan confuso.¿Qué pasó con los largos vestidos de hombre en el Olimpo?¿Acaso se ha modernizado la vestimenta de los dioses?Le queda tan bien, tan a la medida. Tiene una hebilla dorada aferrada a su corbata y un reloj guardado en un bolsillo ubicado a la altura de su corazón.Está tan limpio y huele tan bien...—Crei que no volvería a verte, Dante—se me quiebra la voz. Estoy luchando para no dejarme llevar por las emociones—¿Cómo pudiste marcharte?¿Cómo pudiste dejarme
CAPÍTULO 27Boquiabierta, Penélope me observa como si le hubiese faltado al respeto. Menea la cabeza en sigo de desaprobación mientras camina por toda la habitación, tratando de encontrar un argumento lógico para golpearme en el rostro por mi semejante decisión y así, hacerme cambiar de idea.Cosa que claramente noocurrirá.—Dime que perdiste la cabeza hija mía. Dímelo y calmaras las profundas emociones que estoy sintiendo en este momento —se lleva las manos al rostro, consternada.—Sí, he perdido la cabeza, pero por culpa de aquellos dos —le respondo mientras me coloco un poco de rubor en las mejillas, repasando lo que no debe repasarse. Me detengo y la miro —. Ambos serian buenos esposos para mí y lo sabes.—¡Uno está bajo el hechizo del vino de Cupido, Aria!—M
Capítulo 28Desciendo por las escaleras con mis ojos en dirección a ellos, ignorando al resto de los invitados porque mi atención, mi maldita atención, está sobre ambos.Dante se acomoda la manga de su traje blanco con la yema de sus dedos mientras me desviste con sus ojos llenos de ansiedad. A su lado, Amenadiel tiene las manos hundidas en los bolsillos de su pantalón que hace juego con su traje que imita la noche por su color tan penetrante.Impecables, sexis y, sobre todo, dispuesto a pelear por una joven que viene de las tinieblas del mismísimo inframundo. Es tanta la tentación que veo en sus rostros por devorarme en secreto que mientras desciendo por las escaleras, se me agita el corazón de tan sólo pensar lo que podríamos hacer los tres si estamos a solas.Soy una mujer que tiene la fantasía de tenerlos arrodillados ante mí. No soy capaz de conformarme con uno
CAPÍTULO 29Me tomo la molestia de encender un cigarro bajo la luz de la luna mientras espero. Dante se encuentra en el despacho de mi hermano Matt, hablando con él y Max. Supongo que si hace las cosas bien lograra convencerlos de tomar mi mano.Estoy sentada en uno de los jardines más hermosos que he visto. Matt tiene un hotel precioso. Estoy en una especie de laberinto de arbustos y flores con una fuente en el centro de este.La fuente tiene luces sumergidas en el agua y pétalos de rosas flotando en su interior. El ruido del agua cayendo me relaja un poco.El banco de mármol blanco me resulta lo bastante cómodo en una de las situaciones más tensas de mi vida. Es decir, acabo de encontrar la comodidad sentada en un banco y no en mi vida.¿Qué demonios conmigo?Le doy otra calada a mi cigarrillo y veo como el humo se pierde en el aire. Me enjuago las lágrimas con el dorso de mi mano la cual tiene manchas negras por el maldito maquillaje de o
Epílogo. Perséfone no se atreve a acercarse a su habitación. Se queda de pie frente a la puerta, dudosa, agudiza sus oídos para tratar de descifrar lo que está sucediendo dentro. Lo único que ha notado es la intensidad de los sonidos metálicos que resuenan, chocan. La escucha gruñir, frustrada y malhumorada. No sabe qué está haciendo y tampoco puede descifrarlo. No la ve desde aquel día gris, lo único que sabe es que ha estado encerrada y haciendo ruidos extraños en su habitación. Como si estuviera planificando algo que desconoce totalmente y que, de cierta forma, le eriza la piel de tan sólo pensarlo si se trata de ella. —¿Sigue sin poder ingresar a la habitación, señora? —se le acerca una de sus damas, preocupada. Perséfone niega con la cabeza, deseando que alguna vez pueda soltar una afirmación. Siempre le hacen esa pregunta y responde de manera negativa. —Esté lo que esté haciendo, seguro no es algo distinto a lo que estamo
PrólogoEl inframundo.¿Cómo describir ese plano en donde las almas son calcinadas y torturadas a más no poder? ¿cómo describir ese sitio en donde el tiempo no corre y todo parece insignificante?Todo estábajo la autoridad de Hades y su esposa Perséfone. Pero,en la actualidad, es la joven diosa del Olimpo quien reina sobre las almas entristecidas y con destino aceptadocon resignación.&mdash
CAPÍTULO 1Un año después...Pierde la noción del tiempo en cuanto el barman ya no puede venderle más bebidas alcohólicas. Lo mira con una ira silenciosa.—Lo sientoAmenadielpero sólo se me permite vender cuatro botellas por persona —le informa el cantinero. CAPÍTULO 2Nadie se atreve a tocar mi puerta.Nadie es capaz de dirigirme la palabra. Nadie me habló por meses debido a un miedo que yo misma había implantado en ellos por la forma en cómo terminó todo.Mi habitación era tan grande que era imposible aburrirse en ella. No me apetecía salir. La única aparición que tuve fue en el salón principal de nuestro palacio cuando mi madrediouno de los mejores discuCapítulo dos