CAPÍTULO 21
El sueño no vino a mí como tanto hubiese deseado en un día difícil como aquel. Amenadiel descansó por varias horas, recostado en la cama junto a mí.
Quería acompañarme en aquel desvelo quedándose sentado con almohadas en su espalda, pero el sueño le ganó y terminó dormido con los brazos cruzados y la cabeza agachada.
El amanecer daba comienzo en la habitación de invitados de mi hermano. Tenía el cuerpo entumecido, aún me dolía horrores la nariz y el tajo en el brazo no paraba palpitarme.
Había vivido demasiadas cosas en tan poco tiempo.
La muerte de mi primer primogénito no había dolido demasiado porque no había logrado obtener una conexión con él. O ella. Pero me afecta saber que mi primer hijo fue un alma que se instaló en mi vientre y como lo hizo se marchó, volviéndose efímero en un destino cruel.
Conoció lo que era dejar de existir antes de que yo lo supiera.
Vino para m
CAPÍTULO 22De pronto estaba envuelta en un mareo de confusiones y tratando de ir a respuestas sencillas que me hicieran saber QUÉ DEMONIOS HACIA DANTE DE NUEVO EN LA PUTA TIERRA.Zeus está muerto sobre mis pies descalzos, su carne fría comienza a helarme. Me aparto, con una mezcla de terror y asco. Amenadiel se despierta tomando una bocana de aire como si hubiese salido a la superficie de un profundo mar.Salta de la cama e intenta recobrar el aliento. Seguro quedó dormido bajo algún hechizo del dios del trueno.Dante clava sus ojos en los míos. Su pecho sube y baja, agitado. No sé si tenerle miedo o volver a asesinarlo. Pero a la vez, tengo ganas de darle una palmada en el hombro por haberme salvado del idiota de su padre.Tiene el torso desnudo y las heridas aún sin cerrar de las puñaladas que le di hace tan solo horas. Ver como estas resaltaban en un rojo carne me daban ganas de apartar la vista.<
CAPÍTULO 23Los mensajeros se ocuparon de enviar cartas oficiales a cada uno de los dioses y a sus hijos. La conmoción mundial había desatado millones de versiones sobre por qué Dante había asesinado a su padre.Si bien Zeus había tenido hijos, ninguno cometería esa locura. Algo se había roto entre los inmortales, desatando la preocupación e incluso la desesperación por saber quién reinaría a los vivos.Yo fui la única testigo mientras Amenadiel dormía cuando Dante asesinó a Zeus. Yo fui la única interrogada e incluso acusada por la participación, la cual Dante descartó haciéndose responsable de los hechos.Ahora el Olimpo estaba de luto y si no hacías ruido, podías escuchar el grito y llanto de las dioses y musas que adornaban el cielo. El único hombre que las había poseído en cuerpo y alma ahora se encontraba entre las llamadas de un eterno anochecer.Pero no fue eso lo que me descolocó del todo. El vaso desbordó en mí en
Capítulo 24Me doy una ducha larga en uno de los baños de la casa. Estoy intranquila. Deseo de todo corazón que Dante y Amenadiel no se estén matando en la misma habitación. No tengo un buen presentimiento.No lo tengo desde que la idea de Dante para que los tres seamos quienes estén entre las nubes no me ha parecido tan descabellada. Pero no lo quiero cerca, aún sigo lastimada, triste porque ya no le tengo confianza.Lo que construimos se acabó.Lo que alguna vez tuvimos se marchitó.Tocan la puerta del baño.—Está ocupado —anuncio enrollando una toalla en mi cabeza mientras me pongo de pie en la tina.Abren la puerta de todas formas. No me molesto en cubrir mi desnudes en cuanto Dante ingresa. El vapor del pequeño cuarto sube hasta el techo. El ambiente es una mezcla de luz amarillenta con vapor y olor a rosas.—¿No podías esperar a que salga de bañarme? —j
CAPÍTULO 25Llego a la cocina y me encuentro aAmenadielsentado en la isla de su cocina mientras come un enorme sándwich caliente. Está tan concentrado comiendo que apenas nota que cruzo el umbral. Me apoyo en el marco mientras me cruzo de brazos.Verlo es un placer visual.Tiene una sudadera gris y en ellas aparece el logo de los leones rugiendo de la universidad de Chicago. Lleva la capucha puesta. Me acerco y se percata de mi presencia. Me hace una mueca parecida a una sonrisa mientras mastica.—Me besó —le confieso con gran timidez, sentándome al otro lado de la isla.Enarca una ceja y asiente lentamente. Traga.—A mí también —me responde con voz ronca, incomodo.Mierda.—¿Sentiste algo? —clava sus ojos en los míos cuando suelta aquella pregunta inesperada.
FINAL.Depositan lentamente una coronilla de pétalos realizados con oro puro. Otras manos se ocupan de rodear mi cintura con un lienzo del mismo material. Atan dos tiras del vestido inmaculadamente blanco en mi nuca, un nudo sencillo que desatará en un par de horas mi futuro esposo.Deja ver mi escote y es ajustado al cuerpo. Una delicia.Unas manos se ocupan de darme unas sandalias que serán atadas hasta mis rodillas. Otra dama de compañía se ocupa de trenzarme el cabello negro.El vestido llega hasta mis rodillas, rompiendo con el reglamento real del Olimpo. Todas pueden cortar su vestido hasta donde se lesdéla gana. Una regla que hoy mismo lanzaremos conAmenadiel.Las cortinas que dan directo albalcóny que son de un tonosalmónse agitan por el ingreso de un viento cálido como solo lo tiene el verano. All&iac
Estrujar el vaso de plástico rojo en mi mano izquierda se sintió malditamente bien.Así inicia esta historia; una joven en plena fiesta universitaria observando como el chico que ama en secreto se besa acaloradamente con una morena de ojos azules y rizos alborotados que recaen sobre sus hombros delgados.La apretuja contra la pared bajo las luces coloridas que impacta sobre sus disfraces de pirata y sirena. Mientras el resto baila, alocados, ellos mantienen la pasión de una forma que me destroza.Mi visión se ve perjudicada debido a que estoy al borde de las lágrimas. Ese líquido que se acumula en tu ojo, molesto y silencioso. Ese es el que estoy a punto de soltar y dejar que caiga sobre mis mejillas. Son gotas gruesas, lo presiento. Lo sé. Soy testigo en cuanto una se resbala sobre mi puño cerrado que sostiene el vaso apretujado.Miro a mi alrededor, obligándome a apartar la mirada de una escena semejante que lastima. Mi cerebro me grita que siga
No era necesario prender la luz de la habitación para darme cuenta de que Dante tenía en cuatro a la morena encima de su cama. Sus siluetas los delataba, pero de pronto aquella imagen se difuminó con rapidez al ser descubiertos en plena intimidad. Aparté la vista e ingresé como si nada: fría y seria mientras escuchaba blasfemias y el puro desconcierto hecho palabras de esas dos personas que no sabían qué demonios estaba pasando.—¡Aria!¡¿Por qué siempre pasas sin tocar?! —el grito de Dante, prepotente y furioso repercute en mi oído, pero paso de él.—¿Es tu novia? —le pregunta la chica a él, consternada y completamente avergonzada —¡Me largo! Dios, siempre me toca puros infieles. Lo siento chica, no sabía que era tuyo.—¡¿Qué?!¡Ella no es mi novia, espera...!Escena siguiente, escucho el portazo de la conquista de Dante largándose.Ingresé al baño compartido que tenemos en nuestra habitación y así, encerrarme en él para poder desmaquillarme y sacarm
Cabello rapado oscuro al igual que su sudadera sin estampado y ajustada al cuerpo. Pantalón de jeans rasgados a la altura de la rodilla y unas malditas Vans que combinan con su atuendo despreocupado. Como si no tuviera la intención de impresionar a nadie.Tiene un lunar en la mejilla y unos ojos...oh por todo Zeus. Desde donde estoy situada veo claramente que uno de sus ojos lo tiene más claro que el otro. Pero no tengo la oportunidad de verlo con detenimiento porque aquel joven de estatura monstruosamente alta desaparece por el pasillo con su grupo de amigos.Cabe mencionar que la mayoría de las chicas que estaban allí interrumpieron sus actividades para mirar a los muchachos, incluso los del mismo sexo también los han observado más de la cuenta.—Amenadiel.Miro a Maddy, con el ceño fruncido.—¿Eh?—Amenadiel —me repite con una sonrisa. Se ha dado cue