Capítulo 19
TRES MESES DESPUES...
—Bueno, ahora al menos te bañas —Penélope me sirve varios tocinos en mi plato.
Veo como este se desliza de la espátula y cae en el plato blanco de porcelanato. Incluso tiene un aroma delicioso que podría darle un sentido a mi vida. Descarto la idea en cuanto noto que se le ha quemado la mitad de los tocinos.
Mi madre terrenal no sabe cocinar, pero no la culpo por ello. Mi amor por ella es más fuerte.
Veo que se encamina hacia la estufa y continúa cocinando sin antes servirme jugo de naranja en un enorme vaso.
Se ha recogido el cabello largo y blanco en una coleta. La edad le está pasando factura, pero sigue con el rostro intacto y sólo los signos de expresión se le marcan. Tiene unos preciosos ojos azules que intimidan por lo fuertes que son y una mirada tan fría que podría causarte escalofríos en una prime
CAPÍTULO 20Su mandíbula tensa. Sus labios quieren decir algo, pero el silencio que lo domina es más fuerte, manteniéndolo callado por el impacto de verme. El tiempo se detiene al igual que mi respiración. Una sorpresa que no esperaba para nada en un día ordinario Julio, en donde el calor sofocante va predominando la temperatura de la habitación.Jamás esperé que me buscara. Más si él sabía que mipropósitode matar a otro hijo de un dios ya nosucederíaporque sería en vano.¿Qué lo traía hasta aquí si yo ya no era un peligro para toda su bendita raza de oro?Está agitado, su pecho sube y baja rítmicamente, no me quita los ojos de encima como si fuese un fantasma. Tiene una playera de mangas cortas y oscura ajustada al cuerpo y unos jeans del mismo tono con una
Capítulo 21Cae la noche más hermosa y divina que pudo existir. Y no lo digo por observar un cielo estrellado y sentir la temperatura del clima tan cálida, tan reconfortante. Sino porque, era la primera noche que tenía un poco de esperanza en mi alma condenada a la eternidad.Bajo por las escaleras, ya lista para salir por primera vez después de tanto tiempo encerrada.Llevo un collar de perlas alrededor de mi cuello, unas sandalias bajas con tiras
Capítulo 22No era necesario explicar la satisfacción que tenía al verlo en ese estado; cabreado y lloriqueando.Dante sube las escaleras con paso apresurado, ignorando la presencia de Amenadiel quién se encuentran perplejo apoyado en el marco de la puerta mientras observa toda la situación telenovelera.—¡¿Te me quedarás viendo con esa maldita cara de niña perversa?!—me grita Dante, acongojado y furioso por mi actitud indiferente.Me cruzo de brazos y asiento con la cabeza.—Desee por mucho tiempo que este día llegara y lo estoy saboreando despacio—admito, saliendo al hall de mi casa.—Fuiste mi agonía por meses y no tengo ningún derecho a venir hasta aquí a gritarte que estoy enamorado de ti—inquiere, asimilándolo—. Pero se siente bien desahogar todo lo que he estado conteniendo.—No tienes por qué sentirte mal por decir lo que sientes, Dante—me acerco a él y le a
Capítulo 23Casdale tenía uno de los ríos más hermosos rodeado de árboles frondosos. Incluso para pasar una tarde de verano con seres queridos o beber en plena noche con tus amigos. Pero ahora toda esa armonía que podía irradiarme aquel sector natural había sido afectada por un suicidio que no esperaba.En las orillas del rio Casdale me senté y vi como el agua calma se deslizaba hacia alguna dirección que desconocía. El sol brillaba en lo más alto y el cantar de los pájaros era tan ensordecedor como encantador.Deposito una rosa sobre el agua con cuidado y esta comienza a flotar, armoniosa. Las hojas verdes y el rojo de su color se reflejan sobre el rio. Veo como la flor empieza a alejarse y la sigo con la mirada con lágrimas en los ojos.Tengo pegada a mi mente su rostro angelical que amenazaba con romper en llanto cuando lo rechacé sólo para t
CAPÍTULO 24. Me veo en el reflejo del espejo, llevándome las manos entrelazadas al pecho, angustiada. La noche brilla en lo más alto del cielo mientras yo tengo la visión en mis ojos de un tono avellana. Estoy tan apagada que no me reconozco. Ni siquiera hay un brillo de esperanza en mí. Me siento acorralada con una decisión que podría cambiar mi destino. He sido de esas chicas que se comían al mundo, pero hoy el mundo me está comiendo a mí y no séquéhacer al respecto. Doy un respingo en cuanto veo detrás de mí, atravésdel espejo, comoPerséfonese asoma con su largo vestido blanco desgastado por los años, saliendo de las sombras de mi habitación. Sólo la luz de la luna es bienvenida en mis aposentos cuando cae la noche. La melena pelirroja de mi madre biológica cae en una trenza larga decorada conpétalosde flores. Tiene sus pies descalzos y los años no han atrav
Capítulo 25.Sé que uno de ellos tenía una mano falsa y el otro había perdido la visión en un ojo. Se me hace un nudo en el estómago en cuanto pienso que ellos han sido castigados por amar a alguien que no debían y estuvieron exactamente en la misma situación que yo. Trago con fuerza y trato de deshacer la horrible pelota que tengo en la garganta.No esperaba que vinieran e incluso su presencia inesperada empiezan a incomodarme. Aparto la mirada. Son tan apuestos que me he puesto roja.
Toco su rostro con cierta vacilación en medio de la noche silenciosa. Mis dedos rozan su piel tan cálida y suave hasta que desciendo por los vellos nacientes en su barbilla. Hundo mi otra mano en su cabello castaño, vacilante. Cómo si necesitara este contacto físico para saber que él está aquí después de largas semanas llorando su ausencia.Sus ojos café se cierran mientras contenie el aliento debido a mi tacto. Lleva un traje blanco e incluso hasta sus zapatos son de aquel tono celestial tan confuso.¿Qué pasó con los largos vestidos de hombre en el Olimpo?¿Acaso se ha modernizado la vestimenta de los dioses?Le queda tan bien, tan a la medida. Tiene una hebilla dorada aferrada a su corbata y un reloj guardado en un bolsillo ubicado a la altura de su corazón.Está tan limpio y huele tan bien...—Crei que no volvería a verte, Dante—se me quiebra la voz. Estoy luchando para no dejarme llevar por las emociones—¿Cómo pudiste marcharte?¿Cómo pudiste dejarme
CAPÍTULO 27Boquiabierta, Penélope me observa como si le hubiese faltado al respeto. Menea la cabeza en sigo de desaprobación mientras camina por toda la habitación, tratando de encontrar un argumento lógico para golpearme en el rostro por mi semejante decisión y así, hacerme cambiar de idea.Cosa que claramente noocurrirá.—Dime que perdiste la cabeza hija mía. Dímelo y calmaras las profundas emociones que estoy sintiendo en este momento —se lleva las manos al rostro, consternada.—Sí, he perdido la cabeza, pero por culpa de aquellos dos —le respondo mientras me coloco un poco de rubor en las mejillas, repasando lo que no debe repasarse. Me detengo y la miro —. Ambos serian buenos esposos para mí y lo sabes.—¡Uno está bajo el hechizo del vino de Cupido, Aria!—M