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Oliver se escapó a la sala de profesores, donde el resto de sus colegas se reunía a trabajar o a pasar el rato. Pensó que allí encontraría un poco de alivio a todo lo que sentía.Eligió una mesa al fondo, lejos de todos y se sirvió una taza de café. Aunque no tenía clases hasta después de almuerzo, aprovechó de que sus hijas estaban en la escuela para revisar exámenes pendientes y organizar su horario de trabajo.El fin de semana tenía que salir con las niñas. No quería defraudarlas, mucho menos ahora que su madre cada vez se alejaba más y más. Las tenía en el olvido. —El café no te hace bien —siseó Victoria admirándolo con una sonrisa desde la puerta de entrada.Oliver escuchó su voz y aunque su compañera de trabajo siempre lo hacía sentir aliviado, en ese momento, solo se sintió agobiado. No tenía cabeza para hablar con nadie. —Me ayuda a tener energía —contestó y dejó lo que hacía para verla con atención.No podía negar que era atractiva, tal vez más que su esposa, pero existía
Abigaíl le miró con desconfianza y no se calló:—Me está castigando por lo de la banana, ¿verdad? —Los dos se miraron con intensidad—. Y por lo de la pierna… con esa sí que me pasé —se rio nerviosa.—No, no lo hiciste —contestó él sin pensar.Su cuerpo le pedía más, aunque no sabía que tan lejos podía llegar. O que tan lejos ella le permitiría llegar. La estudiante no pudo ocultar la sorpresa que su respuesta le causó. Le tomó unos instantes reaccionar, pero, cuando lo hizo, una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios. Una sonrisa que la delató. —Aquí no podemos —susurró y miró a todos lados antes de tocarlo.Ya no podía aguantarse. Le tenía tantas ganas y lo había soñado tantas noches que, nada le urgía más que saber cómo se sentía su calor. Atrevida, le puso una mano sobre el hombro. Oliver siguió su toque delicado con su mirada y no pudo negar lo mucho que lo calmó ese contacto femenino. Lo había extrañado.El corazón se le prendió como un viejo motor. Quiso contener la respi
Oliver regresó a casa hecho una furiaSe tuvo que escabullir por las escaleras y meterse a la ducha. Necesitaba blanquear sus pensamientos y cavilar con claridad.Se había vuelto tan loco que, hasta había pensado en ir a buscar a Abigaíl a los restaurantes de sushi de la ciudad y salvarla de esa cita forzosa con Javier.Pero Javier también era su estudiante. Si hacía algo así, se expondría terriblemente y sus problemas comenzarían. Simona y sus hijas lo estaban esperando, mientras preparaban la cena. Por supuesto que su amiga supo que algo más estaba ocurriendo y no dudó en servirle la cena a las niñas y llevarlas a la sala para hablar con él en privado. Oliver le contó todo lo sucedido en el mercado con Abigaíl. Simona lo escuchó boquiabierta. Rápido sus muecas se convirtieron en preocupación y, aunque verdaderamente estaba preocupada por su amigo, tuvo que reírse fuerte.Se rio tan escandalosa que las hijas de Oliver estuvieron intrigadas. —¿Qué es tan gracioso, tía Simona? —preg
La maestra los miró con lio y realmente no supo qué decir en ese momento tan tenso. Como Abigaíl tenía que marcharse, la maestra decidió terminar con la reunión para no quitarle más tiempo. —Bueno, señorita Andrade, cualquier cosa que ocurra con Carla, yo la voy a llamar. A veces nos preocupa su agresividad y su poca motivación para terminar los trabajos —le dijo la maestra de forma discreta—. Creemos que debe extrañar a su madre, debe ser difícil…—Sí, gracias. Voy a hablar con mamá para que ponga más ojo —Abigaíl mintió nerviosa.Estaba harta de cubrir a su madre. Ya no podía con todas esas cargas. Cada vez que pensaba en eso, terminaba con un sentimiento de angustia metido dentro del pecho.Si el colegio al que sus hermanos asistían descubría que su madre los había abandonado, y se enteraban de todos los problemas que atravesaban como grupo familiar, además de la falta de dinero y estabilidad emocional, de seguro los niños serian derivados a un centro de cuidado infantil. Ella
Abigaíl acompañó a Oliver a pagar por el café que habían compartido. Él pagó temblando porque no lograba distinguir de la realidad y sus sueños, porque, no iba a negarlo, aunque se negara a aceptarlo en voz alta, se había imaginado muchas veces ese momento tenso con su estudiante. Por un instante se convenció de que era otro de sus sueños, pero se terminó riendo emocionado cuando sintió el tacto tibio y delicado de su estudiante. Eso no era un sueño. Era real. Terriblemente real.Abigaíl siempre estuvo tranquila; les agradeció a los dependientes de la cafetería, quienes parecían conocerla bien y se marcharon sin decir ni una sola palabra.Oliver estaba tan tenso que, Abigaíl tuvo que mostrarle el camino, porque él parecía perdido en sus pensamientos. Oliver solo tenía una interrogante entre sus pensamientos: ¿Cómo era posible que una chiquilla de su edad y con poca experiencia, tuviera más poder de decisión que cualquiera otra mujer?Ella lo miró un par de veces por encima de su
Aunque no le pareció muy buena idea, Oliver tuvo que decirle adiós a la estudiante cuando llegaron a la Universidad y sus caminos se dividieron de manera forzosa.Disimular no era parte natural en él, pues, si bien, no tenían clases juntos ese día, se las ingenió para buscarla en los recesos entre clase y clase.Necesitaba verla. Comió incluso en las mesas exteriores y no le quitó los ojos de encima durante ni un solo segundo. Por más que se exigía a sí mismo dejar de babear y ser tan obvio, no pudo comportarse.La joven le resultaba como un imán poderoso que lo atraía hacia él sin derecho a refutar, ni siquiera a pensar.Sí, había dejado de pensar esa mañana, cuando le había invitado el café. Había acelerado un coche sin frenos y él lo tenía clarísimo.Se sorprendió cuando la vio a ella, tan discreta que no lo miró más de dos veces, y tan despreocupada que tuvo enormes deseos de correr a contarle la verdad a Simona, quien de seguro lo iba a criticar y a crucificar por tan menudo er
Esa tarde, Abigaíl se preocupó de que todo estuviera en orden en su casa, puesto que tenía que ir a trabajar para cumplir con sus responsabilidades.Se derrumbó en la sala al entender que sus hermanos pasarían otra noche a solas y ella con el corazón en la garganta, sin saber si estaban a salvo o no. Bien sabía que eso no era lo correcto, incluso temía por su seguridad, pero ya no le quedaban otras opciones. El trabajo que tenía en el bar era lo más decente que había conseguido en mucho tiempo. También lo más estable y seguro. Tenía tan poca experiencia que nadie la tomaba en serio. Nadie había querido arriesgarse con ella. Aprovechó de su privacidad para llorar. A veces le urgía desahogarse y dejar salir un poquito de todo eso que guardaba en su profundo corazón. Sus hermanos estaban en la planta superior de la casa, preparando todo para ir a dormir y Abigaíl consideró que era el mejor momento para derrumbarse en sus propios problemas.Sus hermanos no eran su responsabilidad, au
—¡Abi, otra ronda! —gritó Victoria, feliz.Abigaíl caminó con la botella de tequila en la mano. —Que lo disfruten —dijo con claro sarcasmo.De reojo miró a su profesor. Él la estaba esperándola. Se hallaba tan ansioso como ella. Podrían haberse perdido en ellos mismos, pero Victoria estaba presente y, por supuesto, quería encarecidamente la atención de Oliver.Era su noche, su gran noche. No iba a permitir que nadie ni nada se la arruinara. La había soñado tantas veces que, nunca pudo ver todas las señales que Oliver le dio.La señal más importante de todas estaba allí, frente a ella; se llamaba Abigaíl. Victoria estaba tan ansiosa por llegar más lejos con Oliver que, bebió más de la cuenta. Cuando empezó a sentirse mareada, tuvo que disculparse para escabullirse hasta el cuarto de baño.No quería exponerse borracha y devolver todo lo que había bebido sobre su conquista. Apenas se marchó, buscando el tocador femenino, Oliver tuvo su oportunidad. —¿Por qué estás aquí? —le preguntó