Se quedó paralizado, sintiendo como las piernas le flaqueaban.Muchas dudas lo asaltaron en ese momento.El sonido de la campana fue lo único que lo despertó de su letargo profundo de miedos y verdades, las que se enfrentaban con fiereza tras la confesión de Javier. No le quedó de otra que caminar, porque tenía que dictar clases. Lo hizo por obligación, porque no podía darse el lujo de abandonar todo e irse al demonio. No podía abandonar a sus estudiantes, su trabajo, su empleo. Los sentimientos eran variados, unos más crueles que otros. Tuvo que hacer una pausa en el cuarto de baño para maestros. Se mojó la cara y la nuca, sin poder mirarse a la cara. No tenía el valor de enfrentarse a sí mismo y cuestionarse la verdad que, en el fondo, sabía. Por suerte, no tenía clases con ella, con la culpable de su malestar.—Maldita sea —murmuró entre dientes cuando entendió que, cuando el momento llegara, no tendría valor para mirarla a la cara. Quiso mirar la hora en su reloj de muñequera
Cuando pasó por afuera de la oficina de Victoria, para su mala suerte descubrió que se hallaba en una reunión privada con Javier.Se quedó paralizado unos segundos, lo que dio tiempo para que ella lo viera. Ella lo saludó con emoción, mostrando así que no estaba enterada de nada. Él respondió a su saludo con prisa y caminó por igual, alejándose de ese complicado pasillo. No quería que Javier lo viera, porque sentía que se exponía ante él, y temía la forma en que el estudiante podía guiar lo que sabía en preferencia de su estabilidad y beneficio.Podía imaginar que Javier era capaz de todo con tal de tener el interés de Abigaíl. Cuando llegó a dirección, se sorprendió al no encontrar a Natalia, y caminó nervioso hasta la oficina del Decano. Llamó a la puerta con un temblor en todo el cuerpo y esperó a que el hombre respondiera.—Lane, no te quitaré mucho tiempo —dijo el Decano y se sentó en su silla frente a su amplio escritorio—. Toma asiento, por favor —pidió el hombre y miró al
—¿Sí?—Hablo con la chica del anuncio, ¿verdad? —preguntó asustado.Su voz se escuchó diferente y es que tenía un temblor que la chica jamás había escuchado, un temblor que mostraba su cobardía.—Sí, con ella —respondió ella con una dulce voz—. ¿Y qué buscas? —preguntó decidida, yendo directo al grano. Oliver entendió que se trataba de ella. Su voz también se le hacía inolvidable y escucharla a través de la línea, insinuando sexo por dinero le colmó de dolor.Dolor y decepción. —Lo que ofreces en la página —dijo cobarde, con el pulso tembloroso. —Ofrezco muchas cosas, amigo —alegó ella, pero divertida—. Puedo acompañarte a una fiesta o…—Sexo —interrumpió firme, buscando exponerla para luego enfrentarla. Necesitaba la verdad lo más rápido posible—. ¿Cuánto cobras por sexo?Ella se rio graciosa a través de la línea, pero también nerviosa. Oliver dudó entonces de que se tratara de ella, la seguridad se le había acabado en un dos por tres.—Cien, pero solo acepto efectivo —respondió d
—Van a trabajar en parejas —dijo cuando el tiempo se acabó—. Van a recorrer la pista de comando y analizarán los obstáculos más complicados. La próxima clase me van a traer un informe sobre esto y van a responder las preguntas de la página treinta del libro. Quiero puntualidad en la entrega. No voy a perdonar retrasos —explicó sin fijar sus ojos en ella y solo eso bastó para que Abigaíl comprendiera que algo no estaba bien.Nunca sospechó lo peor. Su secreto. Siempre lo creyó seguro.—Sí, profesor —contestaron algunas, las más obedientes y el resto se disolvió por la pista, hablando y aun jadeando por el ejercicio físico antes realizado.Se sentó en las alargadas graderías y desde esa distancia la observó con una oscuridad poco particular en sus ojos, conforme observó una y otra vez la imagen que había guardado de los anuncios sexuales que había encontrado en la web.Cada vez que la miraba y luego detallaba a Abigaíl, más se convencía de que se trataba de ella y empezaba a ansiar ese
Se quedó congelado en el asiento, especulando más y más, excavando más profundo, uniendo rumores, verdades y miedos.Uniéndolo y esclareciéndolo todo.Cuando llegó a casa, aparcó como de costumbre en las afueras del jardín y antes de bajar a enfrentar a sus hijas, a Simona y a Scarlett, le escribió a Abigaíl.Le escribió porque necesitaba saber la verdad, conocer el fondo de sus misterios, esos que le atormentaban en lo más profundo.De: Oliver.Para: Abi.Gatita, necesito que seas lo más sincera posible. No voy a juzgarte ni a last
La joven intentó retomar su vida con normalidad, pero no pudo.Sus hermanos no la dejaron en paz y se encargaron de hacerla sentir peor. Claro, no fue a conciencia.. Insistieron tanto sobre su salud mental, emocional y física, que la joven tuvo que buscar escondite en la Universidad para no sentirse tan mal.Pero lo hacían porque se preocupaban por ella. Esa mañana salió de casa como si nada hubiese ocurrido. Tomó el bus con normalidad, con un nudo en la garganta y se dirigió a clases como siempre hacía.Se reunió con sus amigas en la entrada y charló despreocupada y sin miedos hasta que Javier llegó en su auto moderno, y se acercó con su masculinidad juv
“Somos asquerosas. Nos acostamos con un profesor veinte años mayor y ahora ni siquiera quiere mirarnos a la cara. Le avergonzamos”. —Molestó su lado sensato y Abigaíl sonrió melancólica.Se había olvidado de todas esas voces que la atormentaban siempre en sus momentos mas solitarios. “La diversión es lo que cuenta”. —Respondió su lado salvaje, ese lado que siempre buscaba verle el lado bueno a todo, pero se sintió incómoda al percibir la tristeza que la joven le transmitía.“La diversión se convirtió en amargura”. —Sensata marcó y a Abigaíl se le llenaron los ojos de lágrimas—. “Lo bueno siempre dura poco, más para personas como nosotras. No valemos mucho para hombres como él”.—El noventa y cinco por ciento de la clase ha respondido de manera correcta al informe de ayer, estoy muy feliz con los resultados. Pero necesito que todas se acostumbren a trabajar bajo presión —explicó él y buscó no mirar a Abigaíl, porque se llenaba de amargura en cada mirada, así que se movió por el campo c
Cuando el final del receso llegó y la campana volvió a escucharse en toda la zona estudiantil, Oliver se afligió al entender que Abigaíl había entrado, pero que jamás había salido.Se decidió a entrar, aun cuando consideró que era la acción más osada que había cometido después de acostarse con ella. No quería ser visto ingresando a una zona que no le correspondía, así que fue cauto en cada pisada y movimiento.La zona estaba oscura y lo primero que le aturdió fue el vapor que salía del fondo. Un aroma a perfume que se mezclaba con dulzor llegó después. Oliver pisó lentamente, siendo cuidadoso de no mojarse las botas marrones que llevaba.—¿Abigaíl? —llamó con un suave susurro, pero ella nada le respondió.Tuvo que apurar su andar para encontrarla.Cuando escuchó a alguien llorar, supo que se trataba de Abigaíl, no tenía que reconocer su voz para entender lo obvio. Caminó apresurado hasta la única puerta que continuaba cerrada.—Abigaíl —clamó y le propinó un par de golpecitos a la p