Oliver caminó alejándose de su adictiva alumna, pero tuvo que voltear para mirarla cuando sintió sus ojos bonitos en su espalda.Encontró a Abigaíl nadando en un mar de emociones. Mas que nadando, parecía que se ahogaba.Oliver sintió culpabilidad. No quería lastimarla, mucho menos hacerla sentir algo incorrecto, así que regresó para abrazarla y contenerla.—¿Estás bien? —le preguntó liado.No le gustó verla así.Abigaíl asintió.—Sí, yo solo... —Carraspeó para recomponerse—. Gracias por darme una oportunidad. —Le sonrió gustosa, con los ojos brillantes.Era bueno que alguien creyese en ella.Oliver le sonrió y le acarició la barbilla con suavidad.—Gracias a ti —le respondió él.—¿Gracias, por qué? —se rio ella, intentando entender lo que su profesor le estaba diciendo.No pudo negar que la forma en que él la miraba era la más adictiva y tentadora de todas.—Gracias por cruzarte en mi camino —le respondió él totalmente correspondido a hallarla. La cogió por las mejillas y con un tono
Empezó a desconfiar más y lo analizó bien, queriendo descubrir más pistas que pudieran revelarle lo que ya sospechaba. Oliver estaba tan nervioso que, Victoria pudo entrever que sus pasos no eran los correctos.Algo le estaba ocultando.—¿Por qué estás tan... agitado? —preguntó desconfiada. Y por supuesto que tenía sus sospechas, solo que no quería parecer tan paranoica. No quería que la tildaran como la obsesiva del cuerpo de enseñanza.—Porque me retrasé y tengo que dictar una clase —Oliver usó la excusa perfecta y sonrió con falsedad—. Y sé que no estuvo bien dejarte allí y que fui un descortés al no llevarte a casa. ¿Quieres que hablemos esta tarde sobre eso? Podemos reunirnos si gustas. —Puso su mano en su hombro para tranquilizarla.Podía notar lo furiosa que se hallaba y bien sabía cómo sus caricias la calmaban. Fue directo al grano, no porque quisiera arreglar sus asuntos, sino, porque necesitaba quitarse esa mirada examinadora de encima.Podía entrever que, mientras más l
Oliver gruñó cuando se quitó las bragas de la cara y las escondió en su puño.La cara se le puso roja producto de la ira y una desesperación nació desde el fondo de su barriga. Por otro lado, Victoria no se quedó atrás. Se sentía una estúpida, atrapada en un juego cruel. Se agitó con notoriedad y el pecho le subió y bajo con apuro, mostrándola alterada, rabiosa, grotesca.Un arrebato desconocido la invadió y se atrevió a golpearlo en la cara, una y otra vez. A Oliver, sus golpes lo pillaron de sorpresa. Él se había quedado estancado procesando la verdad de Abigaíl. Existían tantos detalles que la envolvían que, empezaba a sospechar que todo era cierto.Estaba tan noqueado que, los golpes poco los sintió. —¡¿Cómo pudiste?! —Victoria le preguntó dramática y lloró con desconsuelo.Oliver enarcó una ceja. —Cómo pude ¿qué? —respondió confundido y se cansó de sus arrebatos, asi que la cogió fuerte por los brazos para que se tranquilizara.Victoria sollozó con desconsuelo.—¿Cómo pudiste
—¡Oliver, te estaba buscando por todas partes! —exclamó el Decano y con una sonrisa caminó hacia él.Oliver suspiró aliviado al entrever que sus pesadillas no se habían convertido en realidad y con premura escondió la braga que aun aferraba en su puño.La metió en el bolsillo de su pantalón, con disimulo. El profesor especuló que todo había terminado.Oliver hizo un amago para decir algo, para saludar y hacer una broma divertida, pero el hombre se le adelantó:—Oliver, la junta directiva aprobó tu presupuesto para el Club de natación y para el Club de deporte en edad escolar —confirmó y al profesor se le revolvió el estómago—. Están muy conformes con tu desempeño y con el de los nuevos alumnos —agregó y le palmeó la espalda, feliz de tener a alguien tan experto con él en su universidad. Oliver tragó duro y se esforzó grandemente por recomponerse.No quería arruinarlo.No podía darse ese lujo. —Vaya, es una noticia maravillosa —siseó a duras penas, intentando armonizar sus sentimient
Simona caminó hasta la casa con una sonrisa torcida. A veces creía que Oliver seguía ciego y creyendo que Scarlett volvería a casa y podrían comenzar a jugar a la familia feliz otra vez.No creía. Eran las señales que el hombre dejaba entrever cada vez que la madre de las niñas los visitaba. Las visitas cada vez eran más crueles. La mujer se preocupaba de que Oliver pudiera ver que era una mujer libre, con amantes, amigos y una vida activa.Simona se recostó en el marco de la puerta y con congoja miró a su amigo ser destruido una vez más. Quiso verle el lado bonito al asunto: Oliver era capaz de perdonar, incluso después de una traición tan fea. Oliver estaba de pie frente a sus hijas, admirando con una sonrisa la desenvoltura de Scarlett para llegar a ellas. Lo hacía parecer tan fácil.Era masoquista, no se podía negar. Se iba a torturar con esos recuerdos las siguientes semanas, hasta que ya no tuviera nada más que quemar. Se quedó unos instantes perdido en su esposa. Era hermos
El profesor llegó a la casa de Abigaíl, su alumna, en menos de tres minutos. Ni siquiera supo cómo, solo aparcó frente a su pintoresca casa y se quedó allí sin saber qué hacer.Todo había sido parte de un arrebato de sentirse a salvo, contenido entre brazos que, tal vez, no le aportaban ninguna estabilidad.¡Era su alumna, por el amor de Dios! Se suponía que él tenía que ofrecer la contención, no al revés. Ya estaba oscuro. A través de las cortinas podía ver las luces encendidas en su casa. El arrepentimiento le llegó rápido. Había conducido sin sentido, impulsado por lo que su corazón le decía. ¿Y la sensatez? La había olvidado.Suspiró sintiéndose miserable. Abigaíl tenía sus propios problemas y no quería ser él quien le diera más, pero fue inevitable.La necesitaba. Se bajó con timidez, mirando a todos lados, preocupado de que alguien lo viera haciendo lo incorrecto. Y, demonios, ¿por qué lo incorrecto se sentía tan bien, tan liberador y alentador?De seguro era la adrenalina q
Oliver degustó la primera galleta con una sonrisa dulce en los labios. Abigaíl se sintió a gusto teniéndolo entre sus hermanos y preparó té para los dos. —Yo hice las galletas —le dijo Cinthia con una sonrisa amigable.Oliver asintió sonriente. —Cinthia es quien cocina todo, ella es la experta —la aduló Abigaíl, sirviendo el té con una sonrisa—. Son con chispas de chocolate. Te encantarán.Oliver sintió un amargo nudo en su garganta y quiso llorar, pero se contuvo para sonreírles a los niños con dulzura, esos que le admiraban con grandes ojos y eterna curiosidad.Sintió que la calidez de la familia era tan pura e intensa que no pudo sentirse incómodo y cedió como si se tratara de su propio hogar. Recibió la taza de té humeante con los ojos brillantes y se relajó para conversar.Bastián fue el más interesado en conocerle y le habló de fútbol al profesor, quien pudo seguir el ritmo de su conversación sin mayor problema. Abigaíl se sentó a su lado y lo rodeó con sus piernas con natur
No pudieron quedarse quietos. Disfrutaron de la privacidad que los hermanos de Abigaíl les ofrecieron y se besaron descaradamente en la cocina.Abigaíl se dejó llevar. Nunca se había sentido tan contenida entre los brazos de un hombre. Era el primer hombre que la tocaba así, con tanta delicadeza y paciencia que no podía evitar desear entregarse a él en todos los sentidos.Tuvieron un encuentro de piel, por supuesto, no pudieron contenerse. Siempre que estaban juntos, se dejaban llevar por la lujuria y el deseo que los subyugaba de formas misteriosas.La química que compartían cuando estaban juntos era algo que Oliver, con todos sus años de experiencia, aun no era capaz de comprender.Lo hicieron encima del mesón, disfrutándose después de una noche de transparencia y aceptación. Aunque Oliver tenía las palabras de Victoria grabadas entre sus pensamientos, la cercanía de Abigaíl era tortura de la que poco a poco se convertía en un adicto.Fue un encuentro breve, pero elmas violento qu