La joven insistió tantas veces en que debía volver a casa a cuidar de sus hermanos menores que Oliver no tuvo más remedio que obedecer y portarse como un caballero para llevarla hasta su casa.Les tomó casi una hora regresar, pues se encontraron con un pequeño carnaval que embellecía algunas calles de la ciudad. Música alegre se oía a su alrededor y autos repletos de globos de diferentes colores bloquearon su camino.Oliver disfrutó del carnaval sin siquiera mirarlo y es que se perdió en Abigaíl, quien tenía una sonrisa de oreja a oreja y disfrutaba de la música moviéndose coqueta en el asiento a su lado. Al hombre le pareció la muchacha más espontánea y divertida con la que se había encontrado nunca, y disfrutó de esos minutos para recordarla durante todo el duro fin de semana que le restaba.Cuando por fin pudieron salir del embotellamiento en el que estaban atrapados, no les tomó nada en llegar a la casa de Abigaíl y Oliver se sorprendió de la belleza del lugar. —No siempre fuim
El lunes en la mañana, Abigaíl estaba demasiado agotada como para poder llevar a sus hermanos a la escuela y presentarse a la primera clase de su universidad, por lo que se tomó la mañana libre.Para su desgracia, la noche anterior había salido con uno de sus viejos clientes, esos que pagaban bien y en efectivo y, aunque detestaba el alcohol, puesto que recordaba lo que le había hecho a su madre, solía beber hasta perder el conocimiento, todo para poder irse a la cama con un desconocido. Antes de irse, Bastián, uno de sus hermanos, le llevó el desayuno. Siempre se preocupaba de que comiera, porque podía apostar que todo era para ellos y nunca dejaba para ella. Abigaíl apenas reaccionó. Solo pudo despedirse de sus hermanos con un murmuro y, tras entender que estaba haciéndoles lo mismo que su madre les había hecho, rompió en llanto. Todavía estaba mareada por todo lo que había bebido, y el techo de la habitación seguía dándole vueltas por encima de la cabeza. Como tenía hambre y fr
Cuando la hora de la comida llegó y el resto de los estudiantes salieron a comer, Abigaíl caminó por los pasillos de su universidad, dirigiéndose con seguridad hasta las pistas de atletismo, donde esperaba reunirse con su profesor. Aprovechó del silencio y la calma para pensar. Se sentó en una esquina de las graderías y se impacientó cuando pudo reconocerlo acercándose a la distancia.Con cada paso de cercanía, todo su mundo se puso de cabeza.Le fascinó su andar. Era firme, masculino, algo que la hizo dudar de toda esa seguridad que creía que poseía. A veces se preguntaba: ¿dónde estaba el hombre abandonado, víctima de un matrimonio fallido y de problemas de seguridad? ¿Dónde? —Busquemos un lugar más discreto —dijo él con firmeza en cuanto llegó junto a ella. Abi reaccionó y bajó un par de escalones para unirse a él.Sin vacilar, Oliver la cogió por el brazo y la guio entre las graderías para esconderse en caso de que alguien los estuviera viendo. Aunque Abigail estaba haciendo
Oliver caminó alejándose de su adictiva alumna, pero tuvo que voltear para mirarla cuando sintió sus ojos bonitos en su espalda.Encontró a Abigaíl nadando en un mar de emociones. Mas que nadando, parecía que se ahogaba.Oliver sintió culpabilidad. No quería lastimarla, mucho menos hacerla sentir algo incorrecto, así que regresó para abrazarla y contenerla.—¿Estás bien? —le preguntó liado.No le gustó verla así.Abigaíl asintió.—Sí, yo solo... —Carraspeó para recomponerse—. Gracias por darme una oportunidad. —Le sonrió gustosa, con los ojos brillantes.Era bueno que alguien creyese en ella.Oliver le sonrió y le acarició la barbilla con suavidad.—Gracias a ti —le respondió él.—¿Gracias, por qué? —se rio ella, intentando entender lo que su profesor le estaba diciendo.No pudo negar que la forma en que él la miraba era la más adictiva y tentadora de todas.—Gracias por cruzarte en mi camino —le respondió él totalmente correspondido a hallarla. La cogió por las mejillas y con un tono
Empezó a desconfiar más y lo analizó bien, queriendo descubrir más pistas que pudieran revelarle lo que ya sospechaba. Oliver estaba tan nervioso que, Victoria pudo entrever que sus pasos no eran los correctos.Algo le estaba ocultando.—¿Por qué estás tan... agitado? —preguntó desconfiada. Y por supuesto que tenía sus sospechas, solo que no quería parecer tan paranoica. No quería que la tildaran como la obsesiva del cuerpo de enseñanza.—Porque me retrasé y tengo que dictar una clase —Oliver usó la excusa perfecta y sonrió con falsedad—. Y sé que no estuvo bien dejarte allí y que fui un descortés al no llevarte a casa. ¿Quieres que hablemos esta tarde sobre eso? Podemos reunirnos si gustas. —Puso su mano en su hombro para tranquilizarla.Podía notar lo furiosa que se hallaba y bien sabía cómo sus caricias la calmaban. Fue directo al grano, no porque quisiera arreglar sus asuntos, sino, porque necesitaba quitarse esa mirada examinadora de encima.Podía entrever que, mientras más l
Oliver gruñó cuando se quitó las bragas de la cara y las escondió en su puño.La cara se le puso roja producto de la ira y una desesperación nació desde el fondo de su barriga. Por otro lado, Victoria no se quedó atrás. Se sentía una estúpida, atrapada en un juego cruel. Se agitó con notoriedad y el pecho le subió y bajo con apuro, mostrándola alterada, rabiosa, grotesca.Un arrebato desconocido la invadió y se atrevió a golpearlo en la cara, una y otra vez. A Oliver, sus golpes lo pillaron de sorpresa. Él se había quedado estancado procesando la verdad de Abigaíl. Existían tantos detalles que la envolvían que, empezaba a sospechar que todo era cierto.Estaba tan noqueado que, los golpes poco los sintió. —¡¿Cómo pudiste?! —Victoria le preguntó dramática y lloró con desconsuelo.Oliver enarcó una ceja. —Cómo pude ¿qué? —respondió confundido y se cansó de sus arrebatos, asi que la cogió fuerte por los brazos para que se tranquilizara.Victoria sollozó con desconsuelo.—¿Cómo pudiste
—¡Oliver, te estaba buscando por todas partes! —exclamó el Decano y con una sonrisa caminó hacia él.Oliver suspiró aliviado al entrever que sus pesadillas no se habían convertido en realidad y con premura escondió la braga que aun aferraba en su puño.La metió en el bolsillo de su pantalón, con disimulo. El profesor especuló que todo había terminado.Oliver hizo un amago para decir algo, para saludar y hacer una broma divertida, pero el hombre se le adelantó:—Oliver, la junta directiva aprobó tu presupuesto para el Club de natación y para el Club de deporte en edad escolar —confirmó y al profesor se le revolvió el estómago—. Están muy conformes con tu desempeño y con el de los nuevos alumnos —agregó y le palmeó la espalda, feliz de tener a alguien tan experto con él en su universidad. Oliver tragó duro y se esforzó grandemente por recomponerse.No quería arruinarlo.No podía darse ese lujo. —Vaya, es una noticia maravillosa —siseó a duras penas, intentando armonizar sus sentimient
Simona caminó hasta la casa con una sonrisa torcida. A veces creía que Oliver seguía ciego y creyendo que Scarlett volvería a casa y podrían comenzar a jugar a la familia feliz otra vez.No creía. Eran las señales que el hombre dejaba entrever cada vez que la madre de las niñas los visitaba. Las visitas cada vez eran más crueles. La mujer se preocupaba de que Oliver pudiera ver que era una mujer libre, con amantes, amigos y una vida activa.Simona se recostó en el marco de la puerta y con congoja miró a su amigo ser destruido una vez más. Quiso verle el lado bonito al asunto: Oliver era capaz de perdonar, incluso después de una traición tan fea. Oliver estaba de pie frente a sus hijas, admirando con una sonrisa la desenvoltura de Scarlett para llegar a ellas. Lo hacía parecer tan fácil.Era masoquista, no se podía negar. Se iba a torturar con esos recuerdos las siguientes semanas, hasta que ya no tuviera nada más que quemar. Se quedó unos instantes perdido en su esposa. Era hermos