Reclusos

Dado que no deseo continuar charlando con ella, pongo un poco de música y la ignoro.

—¿A dónde me llevas? —insiste por décima vez y a la cual no respondo como hace un rato.

Cuando llegamos a nuestro destino, estaciono el auto y la obligo a bajar.

—¿A dónde me trajiste? —inquiere con desconfianza—. ¿Es un prostíbulo para vengarte de lo que hice?

Cuando escucho sus palabras, aprieto el puente de mi nariz y me obligo a no perder la calma, pero con ella es imposible.

—¿De dónde diantres sacas semejante locura? No te lo niego, me caes mal y no te soporto, pero nunca te haría daño.

Tomándola del brazo y sosteniendo su maleta, me acerco a la puerta y la abro.

—¿Fede? ¿Por qué tardaste tanto en llegar estaba preocupada? —me cuestiona la señora Agnes, saliendo de la cocina con un delantal.

—¿Señora Agnes? —cuestiona Evelina un tanto confundida.

—¿Evelina, qué haces aquí? —responde igual de confundida que la rubia.

—¿Se conocen? —las cuestiono, dado que Arly no las ha presentado en to
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