A pesar de que esta noche no he conseguido que acepte ser mi esposa, estoy satisfecho por la manera en que las cosas están marchando. Por supuesto, estaba consciente de que esto podía suceder, sin embargo, estaba seguro de que, bajo otras circunstancias, Victoria no habría dudado en aceptar la propuesta. ―Bajemos al camarote, cariño ―le hago una señal a los músicos para que se retiren y nos dejen solos―, estás achispada, está cerca de dar la media noche y las sorpresas aún no terminan. Ella me mira risueña, me rodea del cuello con sus brazos y se alza en la punta de sus pies. ―¿Sabes por qué te amo? Me hago el idiota mientras sonrío como un tonto enamorado, loco y perdido por el amor de esta hermosa mujer. ―No tengo ni la más mínima idea ―la rodeo con mis brazos y le pego contra mi pecho―, pero te aseguro que tengo una lista de opciones que pueden convertirse en la respuesta correcta para tu pregunta. Alza una de sus cejas y me observa divertida y curiosa. ―¿Ah, sí? ―pregunta, i
Despierto, al sentir besos por toda mi espalda. Giro mi cuerpo y me consigo de frente con esos ojos oscuros que me observan con hambre y seseo, pero, al mismo tiempo, con amor y adoración. ―Buenos días, cariño. Se inclina y me da un beso en los labios. Se ve hermoso, guapo e imponente con ese traje azul de tres piezas que lleva puesto. ―Buenos días, amor ―me cuelgo de su cuello con mis brazos y lo atraigo más cerca. Sonríe a pesar de que sabe que estoy llenando de arrugas su bonita camisa de lino―. ¿A dónde vas tan temprano? Elevo la mano y acaricio su rostro perfectamente rasurado. ―Acaba de llamarme Blackwood, quiere que nos reunamos en su oficina, al parecer quiere agregar unas nuevas modificaciones. Hago un puchero de tristeza. ―Creí que pasaríamos el día, encerrados en esta habitación ―susurro en tono sugerente―. Aún tengo mucho que dar. Atrapo su labio inferior entre mis dientes y tiro de ellos con suavidad. El gesto provocativo y travieso lo hace gruñir. Me envuelve entr
Mis ojos se abren como platos y mis nervios se disparan al máximo. Su mirada es fría y escalofriante. Intento alejarme, pero antes de que lo haga me toma del brazo con brusquedad y me mete a la habitación. Mis temores más profundos se hacen realidad, es el momento de enfrentar la verdad, aunque las consecuencias sean catastróficas. No puedo seguir ocultando esto, debo confesarle la verdad, decirle que amo a otro hombre. —¿Qué crees que hago en este lugar Victoria? ― con sarcasmo―. ¿Pensaste que me quedaría con los brazos cruzados mientras ese maldito intenta quitarme lo que es mío? Me empuja sobre el sillón de manera violenta. Sus ojos echan fuego y destilan una ira infinita que hace que mi piel se erice por completo debido al temor. ―Me estás haciendo daño ―le indico con la voz temblorosa―. Debes calmarte, antes de que hagas algo de lo que te puedas arrepentir. Me mira como si me hubiera salido una nueva cabeza. ―¿Calmarme? ―escupe, iracundo―. Te vas sin decirme nada, me cuelgas
Trago grueso, antes de decírselo. ―Tengo que aclarar las cosas con él ―le digo decidida―, no puedo seguir callando y esperar a que ustedes se maten cuando se vuelvan a ver ―niego con la cabeza―. Mi silencio es la razón por la que las cosas se salieron de control, así que debo resolverlo, antes de que las consecuencias sean irreparables. Me mira expectante. —Dime preciosa, ¿qué quieres que haga? Dudo, antes de decírselo. —Necesito quedarme a solas con Dalton ―me mira con incredulidad―, tengo que decirle que lo nuestro no puede ser ―me muerdo el labio inferior―. Que estoy enamorada de ti. Ethan ahueca su rostro entre mis manos y me mira a los ojos con preocupación. —No puedo dejarte sola con ese lunático, cielo ―niega con la cabeza―. No me pidas eso. Me abraza con fuerza y me besa en la sien derecha. —Tienes que hacerlo, Ethan, por favor ―le suplico, porque no puedo seguir batallando con mi consciencia―. Estoy decidida ―insisto―, soy la que debe encargarse de esto, tienes que co
Dejar a Victoria a solas con ese desquiciado, me tiene inquieto. Hay algo en el que me da muy mala espina y no me genera ni una pizca de confianza. Estoy seguro de que, dejarla con él, no fue la mejor decisión, pero su insistencia no me dejó otra opción. ¡Maldición! Tengo un mal presentimiento. ―Sé que estás preocupado por ella ―me indica Jeremy al verme tan callado y preocupado―, pero mi equipo de seguridad estará vigilando la puerta y actuarán en el caso de ser necesario. Asiento en respuesta, sin embargo, sus palabras no me ofrecen la paz que necesito. Espero que ese tipo entienda todo lo que ella tiene que decirle y lo acepte como buen perdedor. No puedes obligar a una mujer que te ame por la fuerza y está más que claro, que ella nunca lo amó. ¡Joder! ¿Por qué razón siento tanta inquietud? Tengo ganas de regresar, retroceder sobre cada uno de los pasos que di y pedirle a ese maldito lunático que se largue, que deje a mi mujer en paz; sin embargo, la voz de Jeremy me obliga a ab
Al entrar, me encuentro de frente con la escena más escalofriante y dantesca de toda mi vida. Victoria yace tendida en el piso sobre un charco de sangre; totalmente inconsciente. En contraposición, el maldito de su exprometido se ha quedado dormido sobre la cama con una botella de licor en la mano derecha. Duerme como si nada hubiera pasado, como si él no fuera el causante esta lamentable y terrible situación.La sangre hierve dentro de mis venas. La ira, la rabia y el rencor se multiplican a niveles exponenciales. Mi primera intención es saltarle encima al maldito y destrozarle el alma a puñetazos; descargar sobre él toda la ira que llevo por dentro. Sin embargo, me decido por ella; por la mujer que amo. Mi necesidad de desquitarme y hacerle pagar por el daño que hizo, queda pospuesta para otra oportunidad. No obstante, me prometo a mí mismo que, llegado el momento, le haré suplicar para que lo mate.―¡Victoria! ―corro hacia ella y me acuclillo para buscar su pulso y constatar que to
Estas cuatro horas que llevo esperando sin saber nada de ella, son las más difíciles de mi vida. La angustia y la desesperación han hecho estrago con mi tranquilidad, a tal punto, que estoy al borde de perder el control. ¿Qué demonios es lo que está pasando con ella? ¿Por qué nadie me dice nada? Paso la mano por mi cabello con impotencia y frustración. Tengo el alma en vilo y ya no sé si mi corazón sigue funcionando, porque a cada segundo que pasa siento que estoy muerto en vida.Camino apresurado al ver que uno de los doctores que nos atendió al llegar se acerca a la sala de espera. Esta vez son mis pulmones los que se quedan sin aire. Mis piernas se sienten débiles, pero pongo todo mi esfuerzo para conseguir que estas me sostengan en pie. Necesito conseguir información cuanto antes o, de un momento a otro, me voy a volver loco.—Doctor ―lo tomo del brazo―, disculpe, pero necesito que me dé información sobre el estado de mi esposa… Victoria Callaway.Al llegar al hospital la registré
Despierto en cuanto se abre la puerta de la habitación.―Buenos días, señor Callaway.La enfermera sonríe con amabilidad, antes de acercarse a Victoria para hacerle la revisión y aplicarle el tratamiento correspondiente. Me quedé dormido en el mueble en algún momento de la noche mientras vigilaba sus sueños, vencido por el cansancio.―Buenos días, señorita.Observo mi reloj de pulsera y descubro que son las seis de la mañana. Me pongo de pie y me dirijo al cuarto de baño para lavarme la cara y los dientes mientras espero a que la enfermera termine con ella y nos deje solos.Algunos minutos después, Abandono la sala de baño. Celebro el instante de privacidad, así que arrastro la silla y me siento a su lado.—Hola, cielo ―murmuro sin descanso al pie de su oreja, como lo he hecho desde que entré a esta habitación―. Estoy aquí contigo, esperando a que despiertes ―beso su sien derecha―. No pienso alejarme de ti ni un solo segundo, porque eres la razón de mi existencia; la mujer que amo ―en