Las cosas se complican. ¿Quién habrá llegado?
Mis ojos se abren como platos y mis nervios se disparan al máximo. Su mirada es fría y escalofriante. Intento alejarme, pero antes de que lo haga me toma del brazo con brusquedad y me mete a la habitación. Mis temores más profundos se hacen realidad, es el momento de enfrentar la verdad, aunque las consecuencias sean catastróficas. No puedo seguir ocultando esto, debo confesarle la verdad, decirle que amo a otro hombre. —¿Qué crees que hago en este lugar Victoria? ― con sarcasmo―. ¿Pensaste que me quedaría con los brazos cruzados mientras ese maldito intenta quitarme lo que es mío? Me empuja sobre el sillón de manera violenta. Sus ojos echan fuego y destilan una ira infinita que hace que mi piel se erice por completo debido al temor. ―Me estás haciendo daño ―le indico con la voz temblorosa―. Debes calmarte, antes de que hagas algo de lo que te puedas arrepentir. Me mira como si me hubiera salido una nueva cabeza. ―¿Calmarme? ―escupe, iracundo―. Te vas sin decirme nada, me cuelgas
Trago grueso, antes de decírselo. ―Tengo que aclarar las cosas con él ―le digo decidida―, no puedo seguir callando y esperar a que ustedes se maten cuando se vuelvan a ver ―niego con la cabeza―. Mi silencio es la razón por la que las cosas se salieron de control, así que debo resolverlo, antes de que las consecuencias sean irreparables. Me mira expectante. —Dime preciosa, ¿qué quieres que haga? Dudo, antes de decírselo. —Necesito quedarme a solas con Dalton ―me mira con incredulidad―, tengo que decirle que lo nuestro no puede ser ―me muerdo el labio inferior―. Que estoy enamorada de ti. Ethan ahueca su rostro entre mis manos y me mira a los ojos con preocupación. —No puedo dejarte sola con ese lunático, cielo ―niega con la cabeza―. No me pidas eso. Me abraza con fuerza y me besa en la sien derecha. —Tienes que hacerlo, Ethan, por favor ―le suplico, porque no puedo seguir batallando con mi consciencia―. Estoy decidida ―insisto―, soy la que debe encargarse de esto, tienes que co
Dejar a Victoria a solas con ese desquiciado, me tiene inquieto. Hay algo en el que me da muy mala espina y no me genera ni una pizca de confianza. Estoy seguro de que, dejarla con él, no fue la mejor decisión, pero su insistencia no me dejó otra opción. ¡Maldición! Tengo un mal presentimiento. ―Sé que estás preocupado por ella ―me indica Jeremy al verme tan callado y preocupado―, pero mi equipo de seguridad estará vigilando la puerta y actuarán en el caso de ser necesario. Asiento en respuesta, sin embargo, sus palabras no me ofrecen la paz que necesito. Espero que ese tipo entienda todo lo que ella tiene que decirle y lo acepte como buen perdedor. No puedes obligar a una mujer que te ame por la fuerza y está más que claro, que ella nunca lo amó. ¡Joder! ¿Por qué razón siento tanta inquietud? Tengo ganas de regresar, retroceder sobre cada uno de los pasos que di y pedirle a ese maldito lunático que se largue, que deje a mi mujer en paz; sin embargo, la voz de Jeremy me obliga a ab
Al entrar, me encuentro de frente con la escena más escalofriante y dantesca de toda mi vida. Victoria yace tendida en el piso sobre un charco de sangre; totalmente inconsciente. En contraposición, el maldito de su exprometido se ha quedado dormido sobre la cama con una botella de licor en la mano derecha. Duerme como si nada hubiera pasado, como si él no fuera el causante esta lamentable y terrible situación.La sangre hierve dentro de mis venas. La ira, la rabia y el rencor se multiplican a niveles exponenciales. Mi primera intención es saltarle encima al maldito y destrozarle el alma a puñetazos; descargar sobre él toda la ira que llevo por dentro. Sin embargo, me decido por ella; por la mujer que amo. Mi necesidad de desquitarme y hacerle pagar por el daño que hizo, queda pospuesta para otra oportunidad. No obstante, me prometo a mí mismo que, llegado el momento, le haré suplicar para que lo mate.―¡Victoria! ―corro hacia ella y me acuclillo para buscar su pulso y constatar que to
Estas cuatro horas que llevo esperando sin saber nada de ella, son las más difíciles de mi vida. La angustia y la desesperación han hecho estrago con mi tranquilidad, a tal punto, que estoy al borde de perder el control. ¿Qué demonios es lo que está pasando con ella? ¿Por qué nadie me dice nada? Paso la mano por mi cabello con impotencia y frustración. Tengo el alma en vilo y ya no sé si mi corazón sigue funcionando, porque a cada segundo que pasa siento que estoy muerto en vida.Camino apresurado al ver que uno de los doctores que nos atendió al llegar se acerca a la sala de espera. Esta vez son mis pulmones los que se quedan sin aire. Mis piernas se sienten débiles, pero pongo todo mi esfuerzo para conseguir que estas me sostengan en pie. Necesito conseguir información cuanto antes o, de un momento a otro, me voy a volver loco.—Doctor ―lo tomo del brazo―, disculpe, pero necesito que me dé información sobre el estado de mi esposa… Victoria Callaway.Al llegar al hospital la registré
Despierto en cuanto se abre la puerta de la habitación.―Buenos días, señor Callaway.La enfermera sonríe con amabilidad, antes de acercarse a Victoria para hacerle la revisión y aplicarle el tratamiento correspondiente. Me quedé dormido en el mueble en algún momento de la noche mientras vigilaba sus sueños, vencido por el cansancio.―Buenos días, señorita.Observo mi reloj de pulsera y descubro que son las seis de la mañana. Me pongo de pie y me dirijo al cuarto de baño para lavarme la cara y los dientes mientras espero a que la enfermera termine con ella y nos deje solos.Algunos minutos después, Abandono la sala de baño. Celebro el instante de privacidad, así que arrastro la silla y me siento a su lado.—Hola, cielo ―murmuro sin descanso al pie de su oreja, como lo he hecho desde que entré a esta habitación―. Estoy aquí contigo, esperando a que despiertes ―beso su sien derecha―. No pienso alejarme de ti ni un solo segundo, porque eres la razón de mi existencia; la mujer que amo ―en
Pensar en que las cosas mejorarían y se aclararían después de que Vicky reaccionara, era solo una utopía. ¡Esto no puede estar pasando! Es el peor de los escenarios que esperaba enfrentar.―No te angusties, por favor, iré a buscar al médico, él podrá explicártelo todo.La miro a los ojos durante algunos segundos. Veo la preocupación y el miedo dibujados en esos preciosos orbes celestes que ahora me miran con inseguridad. Salgo a toda prisa de la habitación, con el temor atenazado alrededor de mi garganta y el corazón martillando debajo de mi pecho a una velocidad vertiginosa.Me acerco al puesto de enfermeras y pregunto por el doctor.―Señoritas, necesito al doctor Sullivan, mi esposa acaba de despertar.Una de ellas, a la que reconozco como la enfermera que ha estado visitando su habitación consecutivamente, se da la vuelta y me observa con mirada de sorpresa.―Iré a buscarlo, señor Callaway, está visitando a otro de sus pacientes ―asiento en respuesta, con la angustia y la preocupac
Tiro de la silla y me siento a su lado para contarle todo. Bueno, lo que necesito que sepa y sea necesario para protegerla de sí misma. ―No, no nos hemos casado aún, pero nos comprometimos hace poco y pronto lo haremos ―tomo su mano izquierda y le muestro la sortija que aún lleva incrustada en su dedo anular―. Te lo di el día en que aceptaste casarte conmigo. Lo observa, conmovida y confusa. Luego eleva su cara y me mira a los ojos. ―Entonces, ¿por qué todos dicen que eres mi esposo? Me mira, expectantes. Mis dedos acarician la sortija y parte de la piel de su dedo. ―Porque de otra manera no me hubiesen permitido quedarme contigo ―me rompe el corazón, descubrir que su mirada ya no es la misma que tenía antes de que ese maldito la lastimara. Ahora solo hay desconfianza, angustia e inseguridad―. Voy a cuidarte y a protegerte, nena ―niego con la cabeza―. No importa lo que pase, estaré siempre contigo. No será fácil mantener tantas mentiras de aquí en adelante, pero estoy dispuesto a