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Capítulo 43 Un ruego al cielo

Al entrar, me encuentro de frente con la escena más escalofriante y dantesca de toda mi vida. Victoria yace tendida en el piso sobre un charco de sangre; totalmente inconsciente. En contraposición, el maldito de su exprometido se ha quedado dormido sobre la cama con una botella de licor en la mano derecha. Duerme como si nada hubiera pasado, como si él no fuera el causante esta lamentable y terrible situación.

La sangre hierve dentro de mis venas. La ira, la rabia y el rencor se multiplican a niveles exponenciales. Mi primera intención es saltarle encima al maldito y destrozarle el alma a puñetazos; descargar sobre él toda la ira que llevo por dentro. Sin embargo, me decido por ella; por la mujer que amo. Mi necesidad de desquitarme y hacerle pagar por el daño que hizo, queda pospuesta para otra oportunidad. No obstante, me prometo a mí mismo que, llegado el momento, le haré suplicar para que lo mate.

―¡Victoria! ―corro hacia ella y me acuclillo para buscar su pulso y constatar que to
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