P.O.V. Baltasar Me hubiera gustado poder matar a esa sinvergüenza malcriada que se hace llamar mi hija. Se ha comportado tan mal, pero si no lo hice fue por el simple hecho de ver qué hará y de lo merecido que estoy seguro de que obtendrá. Porque Adriano no se quedará de brazos cruzados si a ella se le ocurre meterse con la zorrita de mi sobrina. Admito que Mia fue lista; supo muy bien cómo enamorar a ese loco, porque omitiendo eso, tiene bastante dinero. Pero bueno, al menos seré el primero en la fila para presenciar eso que le harán a la tonta de Tania. También me alegra que se haya llevado a Elsa; ya estaba harto de ella. Siempre se la pasa preguntándome a dónde voy, qué hago, con quién salgo y, sobre todo, preguntándome por esa mocosa. Esta noche, para festejar, me iré a jugar al casino con mis amigos. Al regresar me siento algo cansado, molesto y decepcionado porque perdí mucho dinero, pero por lo menos tengo la satisfacción de saber que nadie me interrogará. Sin embar
Escuchar que ha pronunciado mi apellido me deja sorprendido; no creí que me recordara. Hace años que no vengo aquí, diría prácticamente desde que era un adolescente temperamental lleno de frustraciones, rabia y que culpaba a todos. Ahora, aunque no he visto su rostro, sé que es un hombre. —¿Se va a quedar callado? —preguntó nuevamente con un tono frío. —Lo siento, señor, pero me sorprende mucho que se acuerde de mí —digo con amabilidad. —Cómo no iba a recordar a una de las pocas personas que ha venido a visitarme, a pesar de que fue hace años. —Lo siento por no venir, pero he tenido mucho trabajo; usted entenderá —procuro disculparme. —No tiene que darme explicaciones de su vida; sé que hay cosas más importantes que venir a visitar a un inválido —mencionó—. Pero nuevamente le pregunto: ¿qué lo trae por aquí? —Le traigo noticias sobre los Borbon. Transcurre un par de minutos en los que solo se escucha el sonido del fuego consumiendo la leña. Estoy a punto de hablar cuand
P.O.V. Alexander Miro cómo el señor Mercier se va; admito que es un hombre despreciable, sin embargo, fue una de las pocas personas que no diría que me dio la mano, pero tampoco me dio una patada. No obstante, dejó de venir y eso no es extrañarme; sé que no podía interesarle nada de un inválido como yo, bueno, no hasta ahora. No sé cómo se enteró de mi existencia, pero no es algo que me preocupe porque ha arriesgado su cabeza, su lengua y su vida por venir hasta acá después de tanto y proponerme algo tan arriesgado. Aunque no niego que no me tienta hacerlo, no por él, sino por darles un poco de lo que me dieron hace años y cómo dicen que la venganza es un plato que se come frío, porque el que ríe al final ríe mejor, es por lo que acepté. Pero no le creo ni media palabra a ese hombre, así que si voy a seguir con esto, tengo que estar un paso adelante. Sé que tal vez no soy el único que esté detrás de la cabeza de Adriano, así que quiero saber por qué Baltasar está tan empeñado en
—Hola, buenas tardes, ha hablado a la casa de strippers. ¿En qué podemos ayudarla? —Me responde una voz femenina y tan solo oír la palabra stripper hace que mis mejillas se sientan calientes y mi lengua se quede inmóvil—. Hola, ¿hay alguien ahí? —me vuelve a llamar sacándome de mi trance. —Hola, sí, me gustaría alquilar… a uno de sus chicos —digo tartamudeando con nerviosismo. —Claro, ¿tiene a alguien en particular? —me pregunta y no sabía que podía elegir a alguien. —Solo necesito a un chico atractivo que no cobre mucho, pero que sea suficiente para causarle celos a alguien —especifiqué, esperando que la mujer que me contestó entienda lo que estoy buscando. —Claro que tenemos paquetes para exnovias resentidas —dijo y estoy a punto de protestar por eso, pero ella me lo impide—. Tengo al chico indicado para eso, solo necesito saber qué forma de pago será. —En efectivo —respondo. —Está bien. ¿La dirección? —Se la enviaré en un momento a este número. —Perfecto, ¿y para cuándo
—¡Que no me escuchas, bájame, Adriano te lo ordenó! —vocea mi rojita, que continúa peleando, intentando liberarse de mí, pero ahora nadie podrá ayudarle porque no la soltaré. Subí con rapidez las escaleras y, sin darme cuenta porque mi mente estaba enfocada en lo que haría, cuando ya estaba en el segundo piso camino directo hacia su habitación, arrojándola sobre su cama. —Ah —grita al sentir como la aviento y la veo con atención queriéndome lanzar sobre ella y darle una lección. Lo que se me ocurre es quitarle ese diminuto calzón y darle unas fuertes nalgadas hasta que esos cachetes queden rojos. —¿Qué te pasa? —me pregunta con una voz fuerte. —¡Qué me pasó!, eso debería preguntártelo a ti, ¡que acabas de meter a un hombre desconocido a mi casa! —Y eso a ti qué te importa —protesta llena de rabia. —¡Me importa mucho porque es mi casa y tú eres mía! —le dejó claro. —No soy tuya —responde. —¡Sí, lo eres! —gritó con fuerza. —No lo soy y nunca lo seré no soy un objeto
—¿Qué opinas sobre un compromiso entre mi hija y tu hijo? —soltó sin hacer tantos rodeos. El señor Felix se queda callado mirándolo con incredulidad a la vez que frunce el ceño pensando en lo que su socio le acaba de decir. Entiende que tal vez lo este usando para saldar la deuda que tiene. —Explícame por qué debería de aceptar: ¿qué tiene tu hija que pueda saldar tu deuda? —preguntó el señor Borbon, muy curioso de lo que él tiene que decir. —Quizá nada que no pueda encontrar en otra mujer, pero si mal no recuerdo, me comentaste que querías que tu único hijo se hiciera responsable y se preparara para dejarle tu imperio —hace una pausa Baltasar mirando al señor Felix, esperando que él entienda su indirecta, pero no lo hace, así que continúa—. Pues se me ocurre que se case con mi hija para que se haga responsable, además de que te beneficia a ti que sea con mi hija porque ella no lo conoce, así que no sabe la situación en la que está tu hijo, porque el inconveniente que tuvo ha
Nadia se queda tan confundida y es que no entiende cómo el señor Mercier está haciendo eso. Si sus hijos no se conocen y no saben nada del uno del otro. —¿Casar a su hija con nuestro hijo? —indagó la mujer mirando a su esposo algo preocupada, y es que ella también sabe el problema serio que tuvo su hijo, así que no comprende cómo ese hombre es capaz de proponer eso como si no le importara el bienestar de su hija. —Sí, y necesito que tú me ayudes a convencer a Adriano —dijo Félix, pero ve cómo su esposa duda—. Entiendo tus dudas; yo también las tengo, pero quizá esta sea la última oportunidad de nuestro hijo para encontrar esposa, formar una familia y que acepte estar al frente del imperio. —Lo sé, pero me preocupa mucho porque ellos no se amaban —declaró Nadia y es que ella es de las mujeres que cree en el amor. —Mi amor, hay miles de matrimonios que no se unen por amor. Quizá ellos después puedan conocerse y amarse mucho —mencionó Félix, pero él ve cómo Nadia todavía está dud
—¿¡Por qué me haces esto!? —grita Adriano exigiendo con una voz mandona una respuesta para entender este comportamiento de su padre. Debido a ese tono de voz que ha usado causa que la tencion que ya se volvia muy pesada entre ellos ahora hay miradas llenas de odio y rencor. —¡Porque quiero y puedo! —contesta el señor Felix Borbón—. Además, tu madre me apoya en esto. —No es cierto; mi madre no apoyaría esta descabellada idea; no dejaría que su único hijo se case con una mujer que no conoce —protestó Adriano, negándose a creer que la única persona que lo apoya sea capaz de traicionarlo. —Si no me crees, pregúntale —el hombre mayor de cabellos rubios con algunas canas agarra la ropa que está tirada en el piso y se la arroja a su hijo que está desnudo frente a él—. Cámbiate; te espero en el auto —le ordenó saliendo del lugar. Al estar solo, Adriano tira todas las copas de cristal de la mesa que al caer al piso se rompen en mil pedazos y de un puntapié en el sillón que hace un inst