P.O.V. Alexander Miro cómo el señor Mercier se va; admito que es un hombre despreciable, sin embargo, fue una de las pocas personas que no diría que me dio la mano, pero tampoco me dio una patada. No obstante, dejó de venir y eso no es extrañarme; sé que no podía interesarle nada de un inválido como yo, bueno, no hasta ahora. No sé cómo se enteró de mi existencia, pero no es algo que me preocupe porque ha arriesgado su cabeza, su lengua y su vida por venir hasta acá después de tanto y proponerme algo tan arriesgado. Aunque no niego que no me tienta hacerlo, no por él, sino por darles un poco de lo que me dieron hace años y cómo dicen que la venganza es un plato que se come frío, porque el que ríe al final ríe mejor, es por lo que acepté. Pero no le creo ni media palabra a ese hombre, así que si voy a seguir con esto, tengo que estar un paso adelante. Sé que tal vez no soy el único que esté detrás de la cabeza de Adriano, así que quiero saber por qué Baltasar está tan empeñado en
—Hola, buenas tardes, ha hablado a la casa de strippers. ¿En qué podemos ayudarla? —Me responde una voz femenina y tan solo oír la palabra stripper hace que mis mejillas se sientan calientes y mi lengua se quede inmóvil—. Hola, ¿hay alguien ahí? —me vuelve a llamar sacándome de mi trance. —Hola, sí, me gustaría alquilar… a uno de sus chicos —digo tartamudeando con nerviosismo. —Claro, ¿tiene a alguien en particular? —me pregunta y no sabía que podía elegir a alguien. —Solo necesito a un chico atractivo que no cobre mucho, pero que sea suficiente para causarle celos a alguien —especifiqué, esperando que la mujer que me contestó entienda lo que estoy buscando. —Claro que tenemos paquetes para exnovias resentidas —dijo y estoy a punto de protestar por eso, pero ella me lo impide—. Tengo al chico indicado para eso, solo necesito saber qué forma de pago será. —En efectivo —respondo. —Está bien. ¿La dirección? —Se la enviaré en un momento a este número. —Perfecto, ¿y para cuándo
—¡Que no me escuchas, bájame, Adriano te lo ordenó! —vocea mi rojita, que continúa peleando, intentando liberarse de mí, pero ahora nadie podrá ayudarle porque no la soltaré. Subí con rapidez las escaleras y, sin darme cuenta porque mi mente estaba enfocada en lo que haría, cuando ya estaba en el segundo piso camino directo hacia su habitación, arrojándola sobre su cama. —Ah —grita al sentir como la aviento y la veo con atención queriéndome lanzar sobre ella y darle una lección. Lo que se me ocurre es quitarle ese diminuto calzón y darle unas fuertes nalgadas hasta que esos cachetes queden rojos. —¿Qué te pasa? —me pregunta con una voz fuerte. —¡Qué me pasó!, eso debería preguntártelo a ti, ¡que acabas de meter a un hombre desconocido a mi casa! —Y eso a ti qué te importa —protesta llena de rabia. —¡Me importa mucho porque es mi casa y tú eres mía! —le dejó claro. —No soy tuya —responde. —¡Sí, lo eres! —gritó con fuerza. —No lo soy y nunca lo seré no soy un objeto
P.O.V. Mia Sonrió en mi interior; sé que, a pesar de estar enojado conmigo, nunca se podría resistir a mis encantos y sé que, por la manera en la que me mira, está completamente obsesionado por mí y por mi cuerpo. Además, ¿qué hombre que se crea un macho alfa se puede resistir a una niña tierna, obediente y gentil? Es la debilidad de todo diablo. Pero yo solo tengo la cara de buena porque ahora más que nunca le enseñaré la maldad que hay en mi interior por fin tendré mi venganza por la manera en la que me trato. Así que me esforzaré mucho más para que esto salga muy bien y es que será una lección que nunca olvidará y así entenderá no atreverse a volverme a hacer una canallada de esas. *** Me alegra verlo amarrado a esa silla ahora me doy cuenta que me encanta tener el mando y es que ahora entiendo que es tan tonto como para no percatarse de que la silla no era de mi habitación y he elegido una especial para esta ocasión. Ahora voy rumbo a traer a mi amigo y seguir con esto. Bajó
P.O. V. Adriano. Me encuentro hecho una fiera llena de rabia. A ver cómo mi querida Mia se fue con ese hombre, me hace hervir la sangre. Mi guardaespaldas vino a mi llamado lo más rápido posible, aunque no sé por qué carajos Max se ha demorado tanto en liberarme; solo noto cómo sus manos tiemblan y no sé por qué si con él no estoy enojado. Al final, el agarre que siento en mi muñeca se libera bajo mi vista hasta ese punto, corroborando que ya no estoy unido a la silla. —Vete de aquí —le ordenó, poniéndome de pie. Él se va como el alma que lleva el diablo y es que mejor que nadie entiende que si me hacen enojar, tienen que pagar las consecuencias. Dejo de ver por dónde él se fue y fijé mi vista en esa puerta en la que tan solo unos minutos se han dejado de escuchar esos ruidos y gemidos. Me aproximo con mucho sigiló con una expresión seria, mientras que mi mente está fija en encontrar a mi pequeña rojita y quitarle a ese hijo de perra y hacerle todas las cosas que tengo en mente pa
Estoy muy tentado a seguir jugando con mi rojita; sin embargo, tengo algo más importante, que es darle una lección a ese hombre, porque no permitiré que, después de darse el terrible atrevimiento de tocar a mi mujer y de cogerla, se vaya así como así sin tener su merecido. Noto cómo ella me mira algo asustada; no sé por, qué si ella misma fue la causante de todo esto. —¿Dime exactamente qué le harás? —me vuelve a preguntar y se me ocurre una idea bastante buena para ella.Me acerco con delicadeza, mirándola con atención, sin apartar la vista, y es que, aunque lo intentara, no podría verla casi desnuda como esos botones rosas que casi se ven por esa tela tan fina que la cubre.Sacudo mi mente; debo de mantenerme fijo en mi plan. Mia, al verme acercar, se aleja caminando hacia atrás hasta que su espalda choca contra la pared y continúa mi proximidad hasta oír cómo su respiración sube y baja. Acerco mi boca a su oído.—Lo haré sufrir por cada beso que te dio, cada caricia y le cortaré
P.O.V. Adriano —Ese hombre no me tocó —esas palabras resuenan en mi mente tomando toda mi atención, aunque algo dentro de mí me dice que solo me lo está diciendo para que deje de golpearlo, así que me enfurezco mucho más. —No es cierto —protestó, volviendo a preparar el arma que tengo en mi mano, lista para golpear a este hombre. —¡Adriano, no miento! —se vuelve a meter en mis intenciones. Así que, estando completamente molesto, me dirijo hacia ella, aun sujetando el arma en mi mano. Me detengo a unos centímetros de ella, la fulmino con la mirada; aunque intento no perderla de vista, quiero leer en su mirada si es que me miente. Ella, igual que yo, no aparta su vista y una mezcla de ira, resentimiento, tristeza y gentileza está en esa mirada que me hace sentir que lo que ella está diciendo es verdad. —Suéldenla y váyanse —ordenó y mis hombres rápido llevan a cabo mi petición; se van dejándome a solas con ella. Camino por unos metros hasta quedar al lado de ese hombre—. Quiero
Ese golpe me toma por sorpresa, pero a la vez me llena de ira y desconcierto porque según me ha dicho que le importo, pero no se nota. Sin embargo, al instante unas fuerte ganas de ponerle un alto y darle una lección llegan a mí. Tengo la manera perfecta de hacerlo. —Perdone a ese hombre, me diste una lección me dices que te importo y todavía haces esto ahora, si sacaste boleto —declaró con ira. —¿A qué te refieres con eso? —pregunta un poco confundida. —En pocas palabras, no pararé hasta tener tu trasero redondo y blanco en mis rodillas hasta dejarlo rojo como un tomate —explicó haciendo una señal con mi mano y ella se sorprende más. —¿No te atreverías? —indaga con un tono desafiante y eso es música para mis oídos porque me fascinan los retos.—Pruébame —respondo sonriendo ladino. Veo cómo nuestras miradas se fijan en el otro, sin decir nada más, ella sale por la puerta de la habitación a toda velocidad hasta que escucho que la puerta se cierra. Sonrío con malicia porque ya es