51. Preludio

El disparo resonó en su pesadilla una vez más. Isabella se despertó sobresaltada, y empapada en sudor frío, aún con la sensación del eco del arma, ahora mezclado con el tictac del reloj marcando las cinco de la mañana.

Sus dedos buscaron el dije de alas, pero en su lugar, encontró la corona de diamantes que Nathan le regaló. La apretó en su palma mientras bajaba de la cama, buscando a tientas la silla donde dejaba su ropa deportiva para irse a correr. El ritual matutino se había convertido en su único momento de paz, donde podía pensar con claridad lejos de la presencia abrumadora de Nathan.

Cuando iba a mitad de camino, se encontró con él que ya venía de regreso. Gotas de sudor resbalaban por su cuello y su camiseta se pegaba a su torso de una manera que antes la habría hecho sonrojar. Ahora solo sentía una mezcla de deseo y resentimiento que la confundía. Fingió no verlo, pero él le cortó el paso y la alzó en brazos para darle un suave beso en los labios que estuvo a punto de exten
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