Daniel se encontraba frente a la casa donde había experimentado tanto dolor en su infancia y últimos días junto al maltrato de su padre. Aquel lugar llevaba consigo una carga emocional intensa: recuerdos de tortura, gritos y el sufrimiento infligido por su propio padre. Sin embargo, también era el hogar donde había compartido momentos de amor y cuidado con su difunta madre. A pesar de la dualidad de sentimientos que lo invaden al estar allí, Daniel sabía que no podía huir de su pasado. Ámbar, su compañera de vida y amor, lo acompañaba en este momento decisivo. Aunque ella no había sido testigo de los tormentos que Daniel había sufrido en esa casa, podía percibir la tensión en el ambiente y la lucha interna que él enfrentaba. Ámbar se sentía inexperta en cómo consolar a Daniel en este tipo de situaciones, pero estaba decidida a estar a su lado y brindarle su apoyo incondicional. Mientras Daniel avanzaba hacia la puerta de entrada, Ámbar observaba con atención cada gesto, cada cambio
Ámbar se encontraba emocionada y conmovida por el gesto de su hermana. Aquel vestido de novia, recreado con tanto cuidado y amor, era como un sueño hecho realidad. Recordaba vívidamente cómo, en su infancia, había pasado horas dibujando diseños de vestidos de novia, imaginando el día en que encontraría el amor verdadero y se casaría. Y ahora, ver parte de aquel sueño plasmado en la realidad, le llenaba el corazón de emoción y gratitud. Juntas, Ámbar y su hermana regresaron a casa, compartiendo risas y anécdotas mientras se preparaban para los días venideros. Solo quedaban dos días para la fecha tan esperada: la boda entre Alicia y Derek. La casa estaba impregnada de un aura de anticipación y felicidad, mientras los preparativos finales estaban en marcha. —¿Cómo les fue? — Derek y Daniel pronunciaron las palabras al mismo tiempo. Las chicas rieron y corrieron a los brazos de ambos, el amor de las parejas les da paz y tranquilidad. —Bien estoy feliz— dijo Alicia mientras sujeta la ma
Los gritos intensos de Beatriz se escuchaban por toda la casa, el día tan esperado había llegado y de un momento a otro ella había roto fuente, el líquido amniótico caliente se le deslizaba por sus piernas, era una sensación de angustia y desespero porque aún estaba en casa y se había adelantado su trabajo de parto, siendo una joven de veinte años y primeriza, ella corrió a la sala en donde se encontraba su esposo, los nervios de la emocion y el miedo invaden su calida voz -Roberto, Roberto amor llévame en este preciso instante al hospital, he roto fuente- Roberto quien estaba sumergido entre los documentos de la empresa que seria heredada próximamente, solo pudo mirar a su esposa con angustia y desesperación, aun no era el momento. -¿Dónde está la pañalera? Espera un momento ya regreso- El hombre corrió en busca de las pertenencias de su mujer y su pequeña. Beatriz tenía fecha de parto para dentro de dos semanas, y como toda primeriza se sentía nerviosa, la pequeña dentro de ella
—Beatriz quiero que me mires a los ojos, no tengo la necesidad de mentirte, realmente te encontramos en un área alejada de la sala de parto, no sabemos qué hacías ahí, pero tienes razón en tus palabras y te creemos, te atendí al momento y tu desgarre fue grande, además que tu placenta seguía dentro de tu cuerpo, te cuidamos y ahora estás estable, pero no sabemos dónde está el bebé que diste a luz, además que no tienes ningún registro de haber sido ingresada— Ella lo miraba fijamente a los ojos, realmente no veía mentira en ellos, pero por que su cerebro aún no podía reaccionar a lo sucedido, ella estaba en shock, vio al hombre uniformado que la atendió, además el dejo que ella sintiera a su hija, pero por que ella no estaba ahí, sus preguntas no la dejaban reaccionar, el médico al percatarse de que ella estaba en un estado de trauma, decidió hablar nuevamente. —¿Entiendes lo que te digo? No sabemos dónde está el bebé— el termino de hablar y fue ahí donde ella se fue en llanto. Un fu
Una pareja destruida psicológicamente, Beatriz con lágrimas en sus ojos ayudaba a su esposo que sufría por los intensos dolores, los analgésicos podrían aliviar el dolor de los golpes, pero no el dolor del corazón, un corazón que estaba roto y jamás volvería a ser el mismo, a ese corazón le faltaba una pieza que se había perdido o, mejor dicho, se la habían robado. Ellos caminaron hasta la parada de bus más cercana del hospital, ella no sabía conducir y él no podría hacerlo, aunque lo quisiera hacer, su mente estaba bloqueada, dejaría el auto allí estacionado y luego volvería por él. —Amor camina lento, no quiero que te lastimes— ella solo quería ser comprensiva con su esposo, pero el dolor era de ambos. —Estoy bien, no te preocupes— con una mirada dulce el pudo aliviar la preocupación de su esposa por un momento. Ellos viajaron hasta su pequeña casa, Beatriz estaba por abrir la puerta, cuando se sorprendió al escuchar un auto estacionarse detrás de ellos, era un auto negro de lujo
``17 años después´´ Mientras Alicia Rodríguez se alistaba para salir a sus últimas clases de la secundaria, pronto terminaría su preparación en la escuela y cumpliría su mayoría de edad, vivía con su madre, padre y hermana morocha, aunque eran jóvenes con diferencias del cielo a la tierra, sus padres las llenaban con el mismo amor a ambas, ellas tenían un lazo de unión y comunicación admirable, por esa razón ella nunca llegó a desconfiar de su origen. —Hijas, les he dejado el desayuno en la mesa de la cocina, nos vemos al final del día, les deseo lo mejor, recuerden que las amo— Candelaria la madre de ambas niñas adolescentes, trabaja en una casa de familia rica en el área de limpieza, mientras que su esposo trabaja en la misma casa de jardinero, en esa casa vive una adolescente un año mayor que sus hijas Alicia y Ámbar, toda la ropa desechada por la joven era regalada a las mujeres de servicio, gracias a eso sus hijas vestían de manera decente. —Gracias madre, no debiste, sabes qu
Las chicas se abrazaron con fuerza hasta que los maestros se hicieron presente a consecuencia del alboroto que los jóvenes tenía, era una zona urbana de clase baja y los jóvenes tenían un alto grado de rebeldía. —Venga, ¿Qué sucede aquí? — El director entró y la multitud desapareció en ese preciso instante, Carlos no dejó de mirar la obra de arte que había hecho, era la despedida de último año escolar, ellas verían si desaparecían o se quedaban sufriendo las calamidades de los corazones negros. Al ver que nadie responde y salieron con un gran escándalo corriendo, los maestros levantaron a las jóvenes hasta llevarlas al área de enfermería, Alicia abrazaba a su hermana, aunque ella era la más agredida al haber quedado destruida. —Ven Alicia, entra al baño y puedes asearte primero— La joven miró a su hermana y la soltó para entrar al baño, Ámbar quedó afuera con sus ojos triste al ver como dejaron a su hermana, el director se comunicó con Candelaria, ella debía retirar a las niñas, e
—¿Qué haremos ahora? Mi hija ya no está, nos debimos ir hace mucho tiempo atrás— con lágrimas en sus ojos y una parte de su corazón muerto. Así se sentía Candelaria, aunque no tenían lazos de sangre, ella amaba a esa pequeña niña a la cuido por toda su vida, la había amamantado, ella solo tenia una semana de nacida cuando el hombre la llevó a su vida, el solo dejo un fajo de dinero y se marchó para más nunca volver, no sabía de dónde la había sacado, jamás escuchó una noticia sobre la desaparición de una niña, pero para nadie era un secreto que ella era una niña muy fina en sus facciones del rostro, una nariz pequeña pero perfilada, sus hermosos ojos azules como el cielo, el cabello dorado, ella era una muñeca hermosa, solo tenia un problema en su crecimiento, ella avanzaba más lento y su desarrollo iba pausado delante del de su hermana quien era una señorita de grande proporciones, ellos no tenían el dinero necesario para cubrir las medicinas que ella necesitaba. —Debemos irnos muje