Los gritos intensos de Beatriz se escuchaban por toda la casa, el día tan esperado había llegado y de un momento a otro ella había roto fuente, el líquido amniótico caliente se le deslizaba por sus piernas, era una sensación de angustia y desespero porque aún estaba en casa y se había adelantado su trabajo de parto, siendo una joven de veinte años y primeriza, ella corrió a la sala en donde se encontraba su esposo, los nervios de la emocion y el miedo invaden su calida voz
-Roberto, Roberto amor llévame en este preciso instante al hospital, he roto fuente-
Roberto quien estaba sumergido entre los documentos de la empresa que seria heredada próximamente, solo pudo mirar a su esposa con angustia y desesperación, aun no era el momento.
-¿Dónde está la pañalera? Espera un momento ya regreso-
El hombre corrió en busca de las pertenencias de su mujer y su pequeña.
Beatriz tenía fecha de parto para dentro de dos semanas, y como toda primeriza se sentía nerviosa, la pequeña dentro de ella ya estaba anunciando su llegada, ellos corrieron al pequeño auto que habían comprado con sus pocos ahorros, ella provenía de una gran familia y un apellido respetable, pero al verse envuelta en un amorío con un chico de una clase baja, su familia al enterrarse que ella estaba embarazada, la hecha a la calle y cancelaron todas tus tarjetas bancarias, al igual que le cerraron las puertas de la universidad, ellos estaban luchando en contra de la marea y de todos los obstáculos que la familia Domínico les estaban colocando en su camino, la familia deseaba a toda costa que ella sufriera la penurias de la vida al lado del hombre que tanto amaba, al punto de regresar a casa y dejarlo abandonado, pero aunque ellos vivían medidos con sus gastos, la chica soporto sus nueve meses apoyando a su esposo.
Por suerte ellos compartían una amiga que trabajaba en un hospital público y le había conseguido un cupo para ella ser atendida, ahora con el parto adelantado, ellos debían esperar que su atención fuese al azar, nunca se podría saber en qué momento seria su turno, como en cualquier lugar, no faltaban las personas que tenían preferencias al pagar un soborno, este no era el caso de Beatriz, a ella le tocaria esperar como las demas mujeres que estaban en su situacion.
Al llegar al hospital los dolores de Beatriz cada vez eran mas intensos, pero ver que tenía diez mujeres en el mismo estado que ella por delante, le preocupo aún más y sus nervios eran notorios.
-Amor, tengo miedo de perder a mi hija, mira a esas mujeres sufriendo del dolor y aun así no son atendidas-
-No te preocupes mi vida, saldremos adelante, Dios esta de nuestro lado y serás atendida pronto-
-Deberíamos llamar a mis padres, ellos podrían apiadarse de nosotros y ayudarnos-
Roberto se sintió mal al escuchar las palabras de su esposa, ellos eran unos chiquillos y él no había podido darle una vida digna, vivían en una casa alquilada y toda su fe estaba puesta en esa empresa que estaba en banca rota, pero él aun así la queria sacar adelante para poder cubrir las necesidades y dar lo que ella se merece junto a su hija.
Se arrodillo frente a su esposa para poder conversar.
-Ellos podrían ayudarnos, pero sabes cual fue la condición, si debo sacrificar mi posición como padre para que mi hija sea atendida, pues lo hare- los ojos de Roberto desbordaban tristesa.
Ella entendió fácilmente las palabras de su esposo y no, ellos eran una pequeña familia y lucharían hasta el final, no dejaría de apoyarlo, ella lo amaba intensamente y era un hombre respetuoso y ejemplar, siempre se lo demostro.
-No debí ni pensarlo, ellos no me aman de verdad, quédate aquí conmigo y acompáñame, perdona mis palabras fuera de lugar-
Los dolores de la mujer iban y venían, no era mas que una jovencita aprendiendo a ser adulta, Beatriz había estado comprometida con un joven un poco mayor que ella, pero nunca estuvo de acuerdo con los tratos que hacían los mayores, ella desde un principio se negó, pero el poder de su prometido había sido tan grande, que él había conseguido poner a toda la familia Domínico en contra de ella, ahora no era más que una don nadie que absorbió el apellido de su esposo.
Ella aún seguía en la sala de emergencia, era tan fría como el invierno, entre sus intensos dolores y los escalofríos, sentía que no podía más, Roberto frotaba su cuerpo y le daba aliento.
Un guardia de seguridad estaba dando una ronda de rutina por las instalaciones, pero al ver al hombre junto a la mujer, no dudo en sacarlo de ahi.
-Joven buenas noches, debe desalojar el área, aquí solo pueden permanecer mujeres-
Roberto se levanto de la silla en donde estaba acompañando a su esposa, esperaba que el guardia se apiadara de él, y lo dejara ahí, por lo menos hasta que ella fuese atendida.
-Señor oficial, mi esposa tiene mucho dolor y está esperando ser atendida, además que tiene mucho frio, por favor déjeme estar aquí mientras la acompaño-
El guardia se enfocó en la paciente que temblaba del frio, la sala estaba full de mujeres en el mismo estado, las observo a todas y volvio a mirar a Beatriz.
-Señorita, ¿tiene mucho dolor?-
El hombre uniformado se acerco a Abigail y le toco su vientre, acción que hizo que ella sintiera un dolor más intenso, su hija se movio de manera repentina y dolorosa.
-Si, me duele mucho, creo que ya va a salir-
-Venga conmigo, la llevare para que la atiendan-
Roberto cogió la pañalera y se dispuso a caminar con el oficial que ayudaba a Beatriz, pero el guardia a ver que los seguía, no dudo en reprenderlo.
-Joven, por favor entrégueme la pañalera, usted debe esperar a fuera del hospital, cuando la niña nazca una enfermera lo llamara para que la conozca-
Roberto le entrego la pañalera y vio como la espalda de su esposa desaparece por el pasillo, Beatriz camino junto al hombre, quien la condujo hasta una habitación y la acostó en una camilla.
El seria quien asistiría el parto de la mujer.
- ¿Qué haces? No eres médico-
-El medico ya vienes, debes relajarte-
Pero al ella sentirse en peligro y ver la mirada tenebrosa del hombre, sus dolores se intensificaron cada vez más, ella gritaba por los fuertes cólicos, el hombre se subió las mangas y se dispuso a ayudarlas, ella pujo en repetidas ocasiones hasta sentir que la pequeña ya venia saliendo, un llanto anunciando la llegada de una criatura al mundo invadió toda la habitación, el hombre se la coloco a un lado para que la besara y luego desaparición para más nunca volver.
Beatriz estaba débil y de repente cayo en un sueño profundo, ella solo pudo ver a su pequeña de cabellos dorados una vez en su vida, fue solo un instante.
Los médicos de guardia se percataron que había una mujer desangrándose en una habitación sola, el hombre, aunque había asistido el parto, él no era médico y no había tenido los cuidados adecuados, sin embargo, él había cortado el cordón umbilical correctamente.
Nadie sabia quien era la mujer que estaba tirada en esa cama de hospital, los médicos la atendieron de emergencia y la llevaron a una sala de recuperación.
Mientas tanto Roberto estaba afuera de las instalaciones preocupado, ya había amanecido, él tenía seis horas ahí y todavía no tenia respuestas de su mujer, así que decidió acercarse hasta la recepción del lugar.
-Buenos días Señorita, por favor podría darme información de mi esposa que entro en trabajo de parto anoche y aun no me han llamado-
La mujer delante de la pantalla volteo al verlo, ella comia goma de mascar de una manera desagradable, su mirada era de molestia al atender a casa persona que llega hasta ahí.
-¿Cuál es el nombre de su mujer?-
-Mi esposa Beatriz Montero- molesto.
La mujer lo miro y bajo sus gafas para buscar en el sistema el nombre de la paciente, pero era imposible conseguir su nombre por ningún lado.
-No hay ninguna paciente con ese nombre-
Roberto se imagino lo peor, solo podía pensar en los Domínico sacando a su mujer del lugar, su desespero fue tan grande que el sintió morir y con agonia, intento entrar a las instalaciones a la fuerza, pero fue detenido por la policía que estaba presente por alguna razón que el desconocía.
Los médicos de guardia habían llamado a la policía, necesitaban reportar el caso que se estaba desarrollando arriba en las instalaciones del hospital.
Beatriz se había despertado y mientras miraba a su alrededor un poco desorientada, un medico se acerco a ella para revisar sus signos vitales.
-Señorita buenos días, ¿se siente bien?-
Ella asintió y siguió mirando a su alrededor, estaba en una sala común, en donde había muchas camas y al lado de cada una de ellas estaba una cuña pequeña, fue ahí donde ella reacciono y sus ojos se abrieron de par en par.
-¿Dónde esta mi hija? Ese hombre se la llevo-
Ella estaba colorada por los nervios y la angustia que sentía al recordar como ese hombre se llevaba a su hija.
-¿Cómo te llamas?-
El medico insiste en saber de ella y ella solo quería saber el paradero de su pequeña hija.
-Mi nombre es Beatriz, por favor, ¿podría decirme donde esta mi hija?
Pero el medico no tenia respuestas a su pregunta…
—Beatriz quiero que me mires a los ojos, no tengo la necesidad de mentirte, realmente te encontramos en un área alejada de la sala de parto, no sabemos qué hacías ahí, pero tienes razón en tus palabras y te creemos, te atendí al momento y tu desgarre fue grande, además que tu placenta seguía dentro de tu cuerpo, te cuidamos y ahora estás estable, pero no sabemos dónde está el bebé que diste a luz, además que no tienes ningún registro de haber sido ingresada— Ella lo miraba fijamente a los ojos, realmente no veía mentira en ellos, pero por que su cerebro aún no podía reaccionar a lo sucedido, ella estaba en shock, vio al hombre uniformado que la atendió, además el dejo que ella sintiera a su hija, pero por que ella no estaba ahí, sus preguntas no la dejaban reaccionar, el médico al percatarse de que ella estaba en un estado de trauma, decidió hablar nuevamente. —¿Entiendes lo que te digo? No sabemos dónde está el bebé— el termino de hablar y fue ahí donde ella se fue en llanto. Un fu
Una pareja destruida psicológicamente, Beatriz con lágrimas en sus ojos ayudaba a su esposo que sufría por los intensos dolores, los analgésicos podrían aliviar el dolor de los golpes, pero no el dolor del corazón, un corazón que estaba roto y jamás volvería a ser el mismo, a ese corazón le faltaba una pieza que se había perdido o, mejor dicho, se la habían robado. Ellos caminaron hasta la parada de bus más cercana del hospital, ella no sabía conducir y él no podría hacerlo, aunque lo quisiera hacer, su mente estaba bloqueada, dejaría el auto allí estacionado y luego volvería por él. —Amor camina lento, no quiero que te lastimes— ella solo quería ser comprensiva con su esposo, pero el dolor era de ambos. —Estoy bien, no te preocupes— con una mirada dulce el pudo aliviar la preocupación de su esposa por un momento. Ellos viajaron hasta su pequeña casa, Beatriz estaba por abrir la puerta, cuando se sorprendió al escuchar un auto estacionarse detrás de ellos, era un auto negro de lujo
``17 años después´´ Mientras Alicia Rodríguez se alistaba para salir a sus últimas clases de la secundaria, pronto terminaría su preparación en la escuela y cumpliría su mayoría de edad, vivía con su madre, padre y hermana morocha, aunque eran jóvenes con diferencias del cielo a la tierra, sus padres las llenaban con el mismo amor a ambas, ellas tenían un lazo de unión y comunicación admirable, por esa razón ella nunca llegó a desconfiar de su origen. —Hijas, les he dejado el desayuno en la mesa de la cocina, nos vemos al final del día, les deseo lo mejor, recuerden que las amo— Candelaria la madre de ambas niñas adolescentes, trabaja en una casa de familia rica en el área de limpieza, mientras que su esposo trabaja en la misma casa de jardinero, en esa casa vive una adolescente un año mayor que sus hijas Alicia y Ámbar, toda la ropa desechada por la joven era regalada a las mujeres de servicio, gracias a eso sus hijas vestían de manera decente. —Gracias madre, no debiste, sabes qu
Las chicas se abrazaron con fuerza hasta que los maestros se hicieron presente a consecuencia del alboroto que los jóvenes tenía, era una zona urbana de clase baja y los jóvenes tenían un alto grado de rebeldía. —Venga, ¿Qué sucede aquí? — El director entró y la multitud desapareció en ese preciso instante, Carlos no dejó de mirar la obra de arte que había hecho, era la despedida de último año escolar, ellas verían si desaparecían o se quedaban sufriendo las calamidades de los corazones negros. Al ver que nadie responde y salieron con un gran escándalo corriendo, los maestros levantaron a las jóvenes hasta llevarlas al área de enfermería, Alicia abrazaba a su hermana, aunque ella era la más agredida al haber quedado destruida. —Ven Alicia, entra al baño y puedes asearte primero— La joven miró a su hermana y la soltó para entrar al baño, Ámbar quedó afuera con sus ojos triste al ver como dejaron a su hermana, el director se comunicó con Candelaria, ella debía retirar a las niñas, e
—¿Qué haremos ahora? Mi hija ya no está, nos debimos ir hace mucho tiempo atrás— con lágrimas en sus ojos y una parte de su corazón muerto. Así se sentía Candelaria, aunque no tenían lazos de sangre, ella amaba a esa pequeña niña a la cuido por toda su vida, la había amamantado, ella solo tenia una semana de nacida cuando el hombre la llevó a su vida, el solo dejo un fajo de dinero y se marchó para más nunca volver, no sabía de dónde la había sacado, jamás escuchó una noticia sobre la desaparición de una niña, pero para nadie era un secreto que ella era una niña muy fina en sus facciones del rostro, una nariz pequeña pero perfilada, sus hermosos ojos azules como el cielo, el cabello dorado, ella era una muñeca hermosa, solo tenia un problema en su crecimiento, ella avanzaba más lento y su desarrollo iba pausado delante del de su hermana quien era una señorita de grande proporciones, ellos no tenían el dinero necesario para cubrir las medicinas que ella necesitaba. —Debemos irnos muje
Alicia caminó por los matorrales que había en la finca a la que ella irrumpe en busca de ayuda, el miedo siempre está presente en su vida, le teme a todo, pero más aún a la oscuridad, la luna era su única compañera, esperaba que alguien pudiese brindarle el apoyo que necesitaba. A lo lejos visualizo una inmensa casa blanca, eran tan grande y de tres piso, ella nunca logró ver algo así de hermoso, estaba toda alumbrada, su corazón sintió tanta paz al sentir una señal en su vida, ella corrió sin fuerzas hasta llegar lo más cercano que su cuerpo le permitió, estaba a pasos de la entrada cuando escuchó los ladridos de unos enormes perros negros, eran tan grande sus dientes que ella sintió morir del miedo, el alboroto fue muy grande, ella corrió hasta la entrada de la casa y tropezó con un joven haciendo que ambos cayeran rápidamente. Derek un joven de 20 años y el hijo único de la familia, era el propietario de esos perros endemoniados, ellos solo obedecían a él, y ver como ése jovencito
Alicia salió en medio de la oscuridad, ella no quería ser una molestia para esas personas, se sentía triste por no despedirse de la señora hermosa que fue tan amable, mientras termino de caminar hasta la salida en donde había un gran portón, ella lo abrió y se agacho para despedirse de los perros, pero, aunque luchó y los regaño, ellos querían irse junto con ella.—Vamos Zeus y Nevados por favor regresen, vamos atrás—Pero los animales no le hacían caso, ellos seguían jugando a su alrededor, ella no tenía más opción que aceptar su nueva compañía.Ella se agacho y habló con los perros, como si ellos pudiesen entender lo que ella trataba de decirles, pero los animales eran muy inteligentes, ellos entendieron fácilmente lo que ella trataba de decirles.—Se van a ir conmigo solo con una condición, si su dueño nos encuentra y me quiere regañar, me deben de defender por favor—Los perros como si hubiesen entendido empezaron a ladrar, ella solo negó con la cabeza y empezó a caminar en busca
Derek condujo por más de una hora hasta llegar a un hotel, ellos debían de descansar, a su madre no le gustaba viajar de noche, le parecía muy peligroso y no le gustaba para nada la oscuridad.—Vamos madre baja, debemos descansar, aquí podrás llamar a mi padre y sentirte mejor——Hijo dejamos a Ali solo en medio de la vía— ella tenía el corazón triste, no era capaz de ver a un niño sufrir, el mismo le dijo que no tenía a donde ir.Derek estaba aún molesto, quería que su madre se olvidara de ese mocoso de una vez por todas, no soportaba escucharla hablar de él.—Es un ratero, quien sabe que quería hacer con mis perros, el se debe saber defender, además que es tan astuto que los encanto—Beatriz sintió que perdió el tiempo educando a su hijo, a el le faltaba nobleza en su corazón, no quería escucharlo más, así que solo le dio la espalda y caminó hasta el interior del hotel, Derek se encogió de hombros y fue a sacar a sus perros, ellos necesitaban hacer sus necesidades, pero bastó que él