Isla estaba de pie en medio de la sala de Horatio mientras les indicaban a los de mudanza donde ir colocando cada caja.Cuando Horatio la convenció de mudarse con él hasta que atraparan al responsable de las amenazas, se imaginó llevando unas cuantas maletas, no casi la mitad de su departamento. Era un hecho que Horatio nunca hacía nada a medias.—Eso es todo —informó uno de los hombres y le entregó un papel para que lo firmara.Justo cuando el hombre se marchaba, Horatio regresó de su despacho, donde se había marchado para atender una llamada de negocios.—¿Terminaron? —preguntó.—Sí. —miró la sala, algunas cajas estaban apiladas en un rincón y cuando terminara de desempacar, el cambio sería bastante notorio—. No crees que estás exagerando un poco. No creo que estemos mucho tiempo aquí y no quiero adueñarme de tu espacio.Horatio se acercó a ella y la abrazó por la cintura.—¿Acabas de llegar y ya estás pensando en marcharte? Después de lo mucho que me costó convencerte. —El arrastró
Horatio estaba en medio de una reunión cuando recibió un mensaje de Giovanni."Llámame en cuanto te desocupes", leyó.Frunció el ceño y se preguntó de que podía tratarse. Quería contactarlo de inmediato, pero no podía suspender la reunión en la que estaba, así como así. Sabía que de ser algo urgente su primo lo habría contactado directamente.Guardó su celular y prestó atención a la presentación de uno de sus empleados. Lo menos que le apetecía era estar allí, pero tenía trabajo que hacer y lo iba a hacer.Era alrededor de las once cuando, por fin tuvo, un tiempo libre. Se disculpó con uno de los ingenieros que estaba hablando y salió de la sala de reuniones para llamar a Giovanni.—Horatio, ¿Cómo va todo por allá?—Tengo todo bajo control. Ahora, no creo que me hayas pedido que te llamé para pedir un informe sobre la situación aquí. ¿Qué sucede?—Por tu pregunta, supongo que no las has visto.—¿No he visto qué?—Esta mañana algunas fotos, de ti e Isla, llegaron al correo de la constr
“No esperes a Horatio despierta, él y yo tenemos mucho de que ponernos al corriente”.Isla le dio algunas vueltas en su cabeza al mensaje que había recibido. Aunque no tenía agregado el número del remitente entre sus contactos, adivinó tan pronto como lo recibió que era de Cinzia.No podía entender por qué Horatio no le había escrito o llamado para decirle que ya había llegado a la ciudad y que se reuniría con Cinzia antes de regresar a casa.—Él me lo explicará cuando llegué —se dijo en voz baja. Confiaba en Horatio y no iba a dejar que algunas palabras, escritas por una arpía, la hicieran dudar de él.—¿Dijiste algo, cariño?—No es nada mamá —se apresuró a decir mientras colocaba el recipiente de la ensalada.—¿Está todo bien? Luces algo preocupadas.—Sí, solo fue un día largo. —Se esforzó por sonreír y fue por los platos. —¿Crees que Horatio tarde en llegar?—No era mi intención hacerlas esperar. Isla se dio la vuelta y vio a Horatio de pie en la puerta.—Oh, hijo, no te escucha
Horatio se quedó en silencio para evitar dar a conocer su presencia a los dos hombres que estaban afuera. Había estado a punto de salir cuando uno de ellos mencionó el nombre de Isla. —Bueno, es linda y seguro que sabe cómo mantener al jefe contento. El otro hombre rio. —Me preguntó si está con él por su posición. —¿Y qué más podría ser? Lleva menos tiempo que la mayoría aquí y ya está a cargo de proyectos importantes. No pudo soportar mucho más. Abrió la puerta del baño y salió. —Quizás es porque, en lugar de perder su tiempo hablando sobre los demás, ella sí hace su trabajo. Los dos hombres se giraron a verlo con pánico en los ojos. —Se… señor —dijo uno de ellos. Horatio los reconoció, casi de inmediato. Ambos trabajaban en el área de gestión. —¿Qué pasó? ¿Acaso vieron un fantasma? —preguntó con una sonrisa y se fue a lavar las manos. —Nosotros no… Cerró el caño y fue por un papel toalla. Se secó las manos sin dejar de observarlos y lanzó el papel al tacho de basur@. —¿C
Isla esperó hasta que el mesero se retiró para hablar.—Siempre supe que Gerardo era capaz de muchas cosas, pero lo que me acabas de contar está en otro nivel. Es muy peligroso.—No voy a dejar que nada te pase.—No soy yo quien me preocupa. Él sabe que intentarás hundirlo y no se va a quedar tranquilo. Quién sabe de lo que sea capaz de hacer para detenerte. —Descuida, todo estará bien.Isla quería creerle, pero después de ver el odio con el que Gerardo había mirado a Horatio, le asustaba que tratara de lastimarlo. Quería que Gerardo pagara por sus crímenes, pero no a costa de la seguridad de Horatio. Jamás podría perdonarse si algo le sucedía. Después de todo, había sido ella quien lo había metido en todo ese lío.Horatio tomó su mano y la levantó para darle un beso en el dorso.—Todo saldrá bien. Él pagará por sus crímenes y nosotros nos olvidaremos de su existencia.Soltó un suspiro. Esperaba que fuera cierto.El mesero regresó con sus pedidos en ese momento y cuando se marchó
Horatio vio el rostro de Isla llenarse de admiración, tan pronto entraron en el salón. El mismo, estaba asombrado, los organizadores del evento se habían superado ese año. Las ventanas que daban al exterior estaban completamente descubiertas y permitían admirar la ligera nieve que había comenzado a caer afuera algunas horas atrás. Pequeñas luces colgaban del techo y también caían por las paredes. Un enorme árbol de navidad ocupaba una de las esquinas.Se podía escuchar las risas y voces más elevadas de lo normal. Los niños estaban ubicados en el fondo muchos de ellos haciendo fila para hablar con Papa Noel.—Es hermoso —comentó Isla—. Y parece que todos lo están pasando bien. —Espera a que el ponche se les suba a la cabeza, esto se pondrá aún más alegre.Isla sonrió.—Supongo que sí.—Vamos por allá, puedo ver a mi padre.Ambos se abrieron pasos entre los asistentes. Algunos de ellos los saludaron al pasar y otros los detuvieron para hablarle de lo mucho que les gustaba la fiesta.E
Había una mujer frente al espejo retocándose el maquillaje cuando Isla salió del baño. Ella le dio una sonrisa e Isla le devolvió el gesto.—¿Trabajas para la constructora o viniste acompañando a alguien? —preguntó la mujer guardando su labial en su bolso.—Lo primero.—Oh, es un gusto. —La mujer le dio la mano—. Soy Amelia, mi esposo trabaja en el área de recursos humanos.—Por supuesto, sé de quién hablas. Por cierto, soy Isla.—Un placer. ¿Esta es la primera fiesta de navidad a la que asistes?—Sí. Solo llevó algunos meses en la constructora.—¿Es toda una cosa? ¿verdad? Los dueños se toman en serio las actividades de integración. Mis hijos aman esta época del año y es obvio por qué. —Amelia continuó hablando sin parar.Isla no se sentía cómoda interrumpiéndola y no le vio nada malo a escucharla un rato.—Lo siento —dijo Amelia—. Siempre me pierdo cuando empiezo a hablar. Seguro debes volver a la fiesta y yo también.—No te preocupes, me encantó hablar contigo.Las dos mujeres sali
Isla intentó, en vano, quedarse dormida, pero cada vez que cerraba los ojos lo único que podía ver era el rostro de Horatio.Las lágrimas se detuvieron en algún momento durante la madrugada y fue cuando comenzó a ir entre la vigilia y períodos cortos de sueño. Se despertó constantemente sobresaltada y buscando a Horatio a su lado.Cuando las primeras luces del día asomaron entre las cortinas, Isla no pudo permanecer más tiempo en cama. Tomó una ducha helada para despejar su mente y se vistió.Al parecer, no había sido la única que no pudo dormir. Escuchó voces procedentes de la cocina y cuando entró se encontró a Natalia y Leonardo sentados alrededor de la isla de cocina. Los dos detuvieron su conversación al darse cuenta de su presencia y le dieron una suave sonrisa.—¿Café? —preguntó Natalia mientras se levantaba.—Descuida, puedo servirme yo misma.—No te preocupes, yo me encargo. Toma asiento.—Gracias.—¿Tampoco pudiste dormir? —preguntó Leonardo.—No.—Entonces, necesitas esto t