Horatio dejó de escuchar lo que Itala estaba diciendo cuando Isla entró en la sala. Ella estaba espléndida. El vestido que llevaba puesto se amoldaba a su figura dejando en evidencia cada una de sus curvas y realzaba su belleza. Su cabello caía en una cascada de ondas y se imaginó como se vería desparramado sobre su cama mientras le hacía el amor.No continuó con esa línea de pensamientos para evitarse un vergonzoso problema. —¿Qué tal me veo? —preguntó Isla.Horatio se levantó del sillón y caminó hacia ella. —Alto allí, muchacho, ya conozco esa mirada. —Isla levantó una mano para detenerlo, como si eso fuera a mantenerlo lejos.Escuchó la risa de Itala detrás de él, pero recordar su presencia en la habitación tampoco lo detuvo.Tomó a Isla de la cintura y pegó sus labios en un beso devorador.—Te ves absolutamente preciosa —dijo al separarse—. Nunca me había sentido tan tentado a no presentarme en uno de estos eventos. Tal vez no deberíamos ir, n siquiera es muy importante.Isla
Isla no tuvo oportunidad de responder, un hombre de mediana edad se acercó a ellos y saludó a Horatio. Él le presentó al recién llegado y luego ambos hombres se pusieron a hablar de negocios. Ella estaba demasiado distraída como para tratar de mantenerse al corriente.Sus ojos se desviaron más allá, a la pista de baile, donde estaban los padres de Horatio. Ambos se movían al ritmo de la música, pero era como si no existiera nadie más en la habitación para ellos. Los ojos de Leonardo estaban sobre su esposa y los de ella en los de su esposo, ambos indiferentes a las parejas que los rodeaban. Él le susurró algo al oído y ella sonrió.Horatio no se había equivocado al decirle que, aún después de tantos años, sus padres estaban perdidamente enamorados. Una verdad evidente para cualquiera que los viera en ese momento.Sus ojos se desviaron hacia Horatio. Él soltó una carcajada en ese instante por algo que su cliente dijo, pero la diversión no llegó del todo a sus ojos.«¿Es eso tan malo?»
Horatio esperó pacientemente a que Isla se sintiera lista para bajar.—No te había visto así de nerviosa antes, ni siquiera cuando me conociste —bromeó para aligerar el ambiente.Isla giró la cabeza y puso los ojos en blanco.—No estaba nerviosa cuando te conocí.—No tienes que avergonzarte por admitirlo. ¿Cómo podrías no estarlo? Me has echado un vistazo, pondría nervioso a cualquiera.—Hagamos esto de una vez, si me quedó aquí puede que tenga que presentarme sola a tus padres.Sonrió al ver que ella parecía menos nerviosa. Ella no necesitaba estarlo, su familia la iban a aceptar tan pronto la conocieran. Isla era divertida, inteligente y luchadora. No había ninguna posibilidad de que la rechazaran.Se bajó del auto y lo rodeó para abrir la puerta a Isla.Ella cuadró los hombros y colocó una sonrisa en su rostro antes de tomar su mano.Apenas habían dado unos pasos hacia la casa cuando sus padres salieron a recibirlos. Ambos dieron unos pasos hacia ellos y se detuvieron a esperarlos.
Isla vio el ramo de flores sobre su escritorio tan pronto entró en su oficina. Su buen humor decayó en cuestión de segundos. Sabía de quién era, o al menos tenía un presentimiento. Había recibido un ramo de flores similar dos días después de su encuentro con Gerardo y otro más, unos días más tarde. Ambos ramos habían venido con una nota, pero sin remitente. Aun así, era suficiente para saber que se trataba de su ex jefe o su hijo. Abrió la nota y la leyó. «No olvides mirar a tu alrededor, nunca sabes si el peligro podría estar cerca» Un escalofrío recorrió su columna. —Hola, dulzura. Isla dio un respingo y, por poco, soltó un grito al escuchar la voz de Horatio. No había dejado que las dos primeras notas la alterasen, pero con esa última comenzaba a sentir que quizás no eran solo palabras. —¿Por qué hay un ramo de flores en tu escritorio? Se dio la vuelta tratando de mantener su preocupación bajo control. De todas formas, Horatio debió notar algo en su rostro porque acortó la d
—¿Qué tienes para mí? —preguntó mirando al investigador.—Lamentablemente nada que sirva de ayuda para identificar al responsable. —El hombre le tendió un archivo—. Gracias a las cámaras de seguridad, logramos identificar al repartidor. Es un joven de veinte años, ninguna relación directa con ninguno de los sospechosos. Lo interrogué para obtener más información, pero ni siquiera sabía el nombre de la persona que lo contrató. Según él, alguien se le acercó en la calle y le ofreció dinero para comprar las flores y entregarlas aquí.—¿Alguna descripción?—Nada que pueda ayudar. Llegamos a un acuerdo para no denunciarlo a cambio de que nos llame cuando esta persona vuelva a contactarlo, hasta entonces solo podemos esperar. —No podemos confiar en él.—Por eso hay alguien siguiéndolo en todo momento, incluso si no nos llama, sabremos si se reúne con esta persona.Asintió.—¿Qué hay sobre los datos que te pedí sobre el dueño de constructora G&C?—Sigo trabajando en ello. He estado haciend
Isla estaba de pie en medio de la sala de Horatio mientras les indicaban a los de mudanza donde ir colocando cada caja.Cuando Horatio la convenció de mudarse con él hasta que atraparan al responsable de las amenazas, se imaginó llevando unas cuantas maletas, no casi la mitad de su departamento. Era un hecho que Horatio nunca hacía nada a medias.—Eso es todo —informó uno de los hombres y le entregó un papel para que lo firmara.Justo cuando el hombre se marchaba, Horatio regresó de su despacho, donde se había marchado para atender una llamada de negocios.—¿Terminaron? —preguntó.—Sí. —miró la sala, algunas cajas estaban apiladas en un rincón y cuando terminara de desempacar, el cambio sería bastante notorio—. No crees que estás exagerando un poco. No creo que estemos mucho tiempo aquí y no quiero adueñarme de tu espacio.Horatio se acercó a ella y la abrazó por la cintura.—¿Acabas de llegar y ya estás pensando en marcharte? Después de lo mucho que me costó convencerte. —El arrastró
Horatio estaba en medio de una reunión cuando recibió un mensaje de Giovanni."Llámame en cuanto te desocupes", leyó.Frunció el ceño y se preguntó de que podía tratarse. Quería contactarlo de inmediato, pero no podía suspender la reunión en la que estaba, así como así. Sabía que de ser algo urgente su primo lo habría contactado directamente.Guardó su celular y prestó atención a la presentación de uno de sus empleados. Lo menos que le apetecía era estar allí, pero tenía trabajo que hacer y lo iba a hacer.Era alrededor de las once cuando, por fin tuvo, un tiempo libre. Se disculpó con uno de los ingenieros que estaba hablando y salió de la sala de reuniones para llamar a Giovanni.—Horatio, ¿Cómo va todo por allá?—Tengo todo bajo control. Ahora, no creo que me hayas pedido que te llamé para pedir un informe sobre la situación aquí. ¿Qué sucede?—Por tu pregunta, supongo que no las has visto.—¿No he visto qué?—Esta mañana algunas fotos, de ti e Isla, llegaron al correo de la constr
“No esperes a Horatio despierta, él y yo tenemos mucho de que ponernos al corriente”.Isla le dio algunas vueltas en su cabeza al mensaje que había recibido. Aunque no tenía agregado el número del remitente entre sus contactos, adivinó tan pronto como lo recibió que era de Cinzia.No podía entender por qué Horatio no le había escrito o llamado para decirle que ya había llegado a la ciudad y que se reuniría con Cinzia antes de regresar a casa.—Él me lo explicará cuando llegué —se dijo en voz baja. Confiaba en Horatio y no iba a dejar que algunas palabras, escritas por una arpía, la hicieran dudar de él.—¿Dijiste algo, cariño?—No es nada mamá —se apresuró a decir mientras colocaba el recipiente de la ensalada.—¿Está todo bien? Luces algo preocupadas.—Sí, solo fue un día largo. —Se esforzó por sonreír y fue por los platos. —¿Crees que Horatio tarde en llegar?—No era mi intención hacerlas esperar. Isla se dio la vuelta y vio a Horatio de pie en la puerta.—Oh, hijo, no te escucha