Isla soltó un suspiro y dejó caer su cabeza en el espaldar de su asiento. Una sonrisa se extendió por su rostro.La última semana había sido una locura y apenas había descansado lo suficiente. Ella y su equipo habían trabajado sin parar para elaborar el plan a presentar para la construcción de un nuevo supermercado. El cliente era conocido por ser bastante exigente, así que no podían permitirse errores.El esfuerzo valió la pena, habían ganado la litigación. Ella se sentía orgullosa de ver años de esfuerzo rendir sus frutos. Aun le faltaba un largo camino para construirse una reputación que la respaldara, pero al fin sentía que estaba dando los primeros pasos en la dirección correcta. Alguien dio un par de golpes en la puerta e Isla se sentó recta.—Adelante —dijo.Cuando la puerta se abrió vio a Giovanni. A diferencia de la primera vez que lo conoció, ya no le parecía tan intimidante.Giovanni se había reincorporado al trabajo casi una semana atrás. Aunque la mayoría de días trabaj
Horatio despertó con el ruido de su alarma, la apagó de inmediato y se dio la vuelta para mirar a Isla. Ella se veía pacífica mientras seguía durmiendo, al parecer no había llegado a escuchar la alarma. Sonrió al recordar la maravillosa noche que habían tenido. Aunque el principal motivo de la cena había sido celebrar su logro, también lo hizo porque quería que ella se diera cuenta que no había nada que temer si salían en público. Todo había marchado bastante bien, o bueno… casi todo. Ambos se habían estado divirtiendo cuando Gerardo y el bueno para nada de su hijo aparecieron en escena. Todavía enfurecía al recordar las insinuaciones que había hecho el vejestorio ese. Conocía a los dos tipos, quizás más de lo que gustaría, y estaba al tanto de sus “hazañas”. Ellos no eran precisamente reservados al hablar sobre las mujeres con las que se acostaban. Pero había algo que se olvidaban de mencionar en cada ocasión, la mayoría de veces usaban su influencia para conseguir lo que querían
Isla estaba por llegar a la constructora cuando fue interceptada por Cinzia. Había pasado tiempo desde que la había visto por primera y única vez y pensó que no volvería a saber de ella.Al verla allí, recordó lo que le había hecho a Horatio y se indignó en su nombre. Jamás se le ocurriría hacerle algo igual y mucho menos tendría el valor para aparecer después, como si nada hubiera sucedido.Había muchos adjetivos en su boca que luchaban por salir, pero se los tragó todos.Fingió no reconocerla y se hizo hacia a un lado para esquivarla, pero Cinzia volvió a plantarse delante suyo.Isla soltó u resoplido y se preparó mentalmente para lo que se venía. No sabía lo que ella estaba buscando al aparecerse así, pero no podía ser nada bueno. Esperó en silencio hasta que ella se dignó a hablar.—Tengo que hablar contigo.Isla miró a los lados, aquel no parecía el mejor lugar para hablar. Llamarían la atención de—Está bien. Hay un café cruzando la calle, podemos ir allí —sugirió. Todavía tenía
Horatio dejó de escuchar lo que Itala estaba diciendo cuando Isla entró en la sala. Ella estaba espléndida. El vestido que llevaba puesto se amoldaba a su figura dejando en evidencia cada una de sus curvas y realzaba su belleza. Su cabello caía en una cascada de ondas y se imaginó como se vería desparramado sobre su cama mientras le hacía el amor.No continuó con esa línea de pensamientos para evitarse un vergonzoso problema. —¿Qué tal me veo? —preguntó Isla.Horatio se levantó del sillón y caminó hacia ella. —Alto allí, muchacho, ya conozco esa mirada. —Isla levantó una mano para detenerlo, como si eso fuera a mantenerlo lejos.Escuchó la risa de Itala detrás de él, pero recordar su presencia en la habitación tampoco lo detuvo.Tomó a Isla de la cintura y pegó sus labios en un beso devorador.—Te ves absolutamente preciosa —dijo al separarse—. Nunca me había sentido tan tentado a no presentarme en uno de estos eventos. Tal vez no deberíamos ir, n siquiera es muy importante.Isla
Isla no tuvo oportunidad de responder, un hombre de mediana edad se acercó a ellos y saludó a Horatio. Él le presentó al recién llegado y luego ambos hombres se pusieron a hablar de negocios. Ella estaba demasiado distraída como para tratar de mantenerse al corriente.Sus ojos se desviaron más allá, a la pista de baile, donde estaban los padres de Horatio. Ambos se movían al ritmo de la música, pero era como si no existiera nadie más en la habitación para ellos. Los ojos de Leonardo estaban sobre su esposa y los de ella en los de su esposo, ambos indiferentes a las parejas que los rodeaban. Él le susurró algo al oído y ella sonrió.Horatio no se había equivocado al decirle que, aún después de tantos años, sus padres estaban perdidamente enamorados. Una verdad evidente para cualquiera que los viera en ese momento.Sus ojos se desviaron hacia Horatio. Él soltó una carcajada en ese instante por algo que su cliente dijo, pero la diversión no llegó del todo a sus ojos.«¿Es eso tan malo?»
Horatio esperó pacientemente a que Isla se sintiera lista para bajar.—No te había visto así de nerviosa antes, ni siquiera cuando me conociste —bromeó para aligerar el ambiente.Isla giró la cabeza y puso los ojos en blanco.—No estaba nerviosa cuando te conocí.—No tienes que avergonzarte por admitirlo. ¿Cómo podrías no estarlo? Me has echado un vistazo, pondría nervioso a cualquiera.—Hagamos esto de una vez, si me quedó aquí puede que tenga que presentarme sola a tus padres.Sonrió al ver que ella parecía menos nerviosa. Ella no necesitaba estarlo, su familia la iban a aceptar tan pronto la conocieran. Isla era divertida, inteligente y luchadora. No había ninguna posibilidad de que la rechazaran.Se bajó del auto y lo rodeó para abrir la puerta a Isla.Ella cuadró los hombros y colocó una sonrisa en su rostro antes de tomar su mano.Apenas habían dado unos pasos hacia la casa cuando sus padres salieron a recibirlos. Ambos dieron unos pasos hacia ellos y se detuvieron a esperarlos.
Isla vio el ramo de flores sobre su escritorio tan pronto entró en su oficina. Su buen humor decayó en cuestión de segundos. Sabía de quién era, o al menos tenía un presentimiento. Había recibido un ramo de flores similar dos días después de su encuentro con Gerardo y otro más, unos días más tarde. Ambos ramos habían venido con una nota, pero sin remitente. Aun así, era suficiente para saber que se trataba de su ex jefe o su hijo. Abrió la nota y la leyó. «No olvides mirar a tu alrededor, nunca sabes si el peligro podría estar cerca» Un escalofrío recorrió su columna. —Hola, dulzura. Isla dio un respingo y, por poco, soltó un grito al escuchar la voz de Horatio. No había dejado que las dos primeras notas la alterasen, pero con esa última comenzaba a sentir que quizás no eran solo palabras. —¿Por qué hay un ramo de flores en tu escritorio? Se dio la vuelta tratando de mantener su preocupación bajo control. De todas formas, Horatio debió notar algo en su rostro porque acortó la d
—¿Qué tienes para mí? —preguntó mirando al investigador.—Lamentablemente nada que sirva de ayuda para identificar al responsable. —El hombre le tendió un archivo—. Gracias a las cámaras de seguridad, logramos identificar al repartidor. Es un joven de veinte años, ninguna relación directa con ninguno de los sospechosos. Lo interrogué para obtener más información, pero ni siquiera sabía el nombre de la persona que lo contrató. Según él, alguien se le acercó en la calle y le ofreció dinero para comprar las flores y entregarlas aquí.—¿Alguna descripción?—Nada que pueda ayudar. Llegamos a un acuerdo para no denunciarlo a cambio de que nos llame cuando esta persona vuelva a contactarlo, hasta entonces solo podemos esperar. —No podemos confiar en él.—Por eso hay alguien siguiéndolo en todo momento, incluso si no nos llama, sabremos si se reúne con esta persona.Asintió.—¿Qué hay sobre los datos que te pedí sobre el dueño de constructora G&C?—Sigo trabajando en ello. He estado haciend