Horatio observó a Isla alejarse rumbo a su edificio y encendió el motor en cuanto la vio entrar. Era consciente de que tenía una sonrisa de bobo en el rostro, pero no podía importarle menos. Esa mujer lo tenía en sus manos y ni siquiera tenía idea de cómo o cuando había sucedido.—Pero miren quien es.—¿Carmine? —Horatio abrazó a su prima y la levantó por los aires.—Bájame tonto —ordenó ella dándole una palmada en el hombro.Soltó una carcajada.—Sigues siendo la misma pequeña mandona.Ella le dio una mirada de molestia.—Y tú el mismo crío de siempre.Los dos sonrieron.—Creí que estabas en el extranjero —comentó mientras ayudaba a su prima a subir su maleta al ascensor.—Llegué esta tarde y todavía nadie lo sabe. Es una sorpresa y espero que no lo arruines.Dudaba que su tío Adriano no estuviera al tanto de que su hija mayor estaba de regreso en la ciudad. Él las mantenía constantemente vigiladas, incluso si ellas no estaban al tanto. Sus hijas eran su tesoro más preciado y no iba
Isla dejó de caminar y miró la cabaña unos metros más allá. No era demasiado grande y tenía un toque rústico, combinaba a la perfección con el paisaje que los rodeaba. Estaban rodeados de algunos árboles y el sonido de la naturaleza. El lago de Bracciano se encontraba en sentido contrario al sendero que habían tomado, pero todavía se podía una parte de él, desde donde estaban. —¿Debería asustarme? —preguntó mirando a Horatio—. La mayoría de películas de terror comienzan así. Un hombre sexy, pero mentalmente inestable, una mujer hermosa, una casa en medio de la nada. ¿Tienes alguna habitación insonorizada en la que piensas mantenerme atada? Horatio soltó una carcajada. —Gracias por lo de sexy… —¿Si escuchaste lo de mentalmente inestable? —Fingiré que no dijiste eso. —Horatio le guiñó—. No tienes que preocuparte de nada. —Tú mismo dijiste en el auto que me estabas secuestrando. —Y seguro que podemos llegar a un acuerdo para tu liberación. —Él le dio un barrido con la mirada—. A
Isla no había dicho nada por al menos un par de minutos y era difícil saber lo que estaba pensando, su expresión estaba completamente en blanco.Horatio comenzaba a ponerse ansioso.Sus primos la habrían pasado bien a su costa de verlo en ese momento. Era muy difícil que algo lo pusiera tenso. Pero allí estaba, a punto de perder los nervios. Sí, ellos sí que se reirían de él. Era una suerte que no estuvieran cerca y que nunca sabrían de ese momento.—Yo…La voz de Isla lo devolvió al presente.—También me gustas —declaró ella y lo miró directo a los ojos—. Debo haber perdido el sentido común —dijo más para ella—. Eres irritante y mandón, la mayoría del tiempo me vuelves loca y he considerado asesinarte al menos un par de veces, pero aun así me gustas.Horatio soltó una carcajada.Esa era Isla.—Aun así —continuó Isla cuando él dejó de reír—, no sé si deberíamos intentar algo más o si quiera continuar acostándonos. Eres mi jefe y ya hemos llevado esto demasiado lejos, en cuanto se sepa
Isla soltó un suspiro y dejó caer su cabeza en el espaldar de su asiento. Una sonrisa se extendió por su rostro.La última semana había sido una locura y apenas había descansado lo suficiente. Ella y su equipo habían trabajado sin parar para elaborar el plan a presentar para la construcción de un nuevo supermercado. El cliente era conocido por ser bastante exigente, así que no podían permitirse errores.El esfuerzo valió la pena, habían ganado la litigación. Ella se sentía orgullosa de ver años de esfuerzo rendir sus frutos. Aun le faltaba un largo camino para construirse una reputación que la respaldara, pero al fin sentía que estaba dando los primeros pasos en la dirección correcta. Alguien dio un par de golpes en la puerta e Isla se sentó recta.—Adelante —dijo.Cuando la puerta se abrió vio a Giovanni. A diferencia de la primera vez que lo conoció, ya no le parecía tan intimidante.Giovanni se había reincorporado al trabajo casi una semana atrás. Aunque la mayoría de días trabaj
Horatio despertó con el ruido de su alarma, la apagó de inmediato y se dio la vuelta para mirar a Isla. Ella se veía pacífica mientras seguía durmiendo, al parecer no había llegado a escuchar la alarma. Sonrió al recordar la maravillosa noche que habían tenido. Aunque el principal motivo de la cena había sido celebrar su logro, también lo hizo porque quería que ella se diera cuenta que no había nada que temer si salían en público. Todo había marchado bastante bien, o bueno… casi todo. Ambos se habían estado divirtiendo cuando Gerardo y el bueno para nada de su hijo aparecieron en escena. Todavía enfurecía al recordar las insinuaciones que había hecho el vejestorio ese. Conocía a los dos tipos, quizás más de lo que gustaría, y estaba al tanto de sus “hazañas”. Ellos no eran precisamente reservados al hablar sobre las mujeres con las que se acostaban. Pero había algo que se olvidaban de mencionar en cada ocasión, la mayoría de veces usaban su influencia para conseguir lo que querían
Isla estaba por llegar a la constructora cuando fue interceptada por Cinzia. Había pasado tiempo desde que la había visto por primera y única vez y pensó que no volvería a saber de ella.Al verla allí, recordó lo que le había hecho a Horatio y se indignó en su nombre. Jamás se le ocurriría hacerle algo igual y mucho menos tendría el valor para aparecer después, como si nada hubiera sucedido.Había muchos adjetivos en su boca que luchaban por salir, pero se los tragó todos.Fingió no reconocerla y se hizo hacia a un lado para esquivarla, pero Cinzia volvió a plantarse delante suyo.Isla soltó u resoplido y se preparó mentalmente para lo que se venía. No sabía lo que ella estaba buscando al aparecerse así, pero no podía ser nada bueno. Esperó en silencio hasta que ella se dignó a hablar.—Tengo que hablar contigo.Isla miró a los lados, aquel no parecía el mejor lugar para hablar. Llamarían la atención de—Está bien. Hay un café cruzando la calle, podemos ir allí —sugirió. Todavía tenía
Horatio dejó de escuchar lo que Itala estaba diciendo cuando Isla entró en la sala. Ella estaba espléndida. El vestido que llevaba puesto se amoldaba a su figura dejando en evidencia cada una de sus curvas y realzaba su belleza. Su cabello caía en una cascada de ondas y se imaginó como se vería desparramado sobre su cama mientras le hacía el amor.No continuó con esa línea de pensamientos para evitarse un vergonzoso problema. —¿Qué tal me veo? —preguntó Isla.Horatio se levantó del sillón y caminó hacia ella. —Alto allí, muchacho, ya conozco esa mirada. —Isla levantó una mano para detenerlo, como si eso fuera a mantenerlo lejos.Escuchó la risa de Itala detrás de él, pero recordar su presencia en la habitación tampoco lo detuvo.Tomó a Isla de la cintura y pegó sus labios en un beso devorador.—Te ves absolutamente preciosa —dijo al separarse—. Nunca me había sentido tan tentado a no presentarme en uno de estos eventos. Tal vez no deberíamos ir, n siquiera es muy importante.Isla
Isla no tuvo oportunidad de responder, un hombre de mediana edad se acercó a ellos y saludó a Horatio. Él le presentó al recién llegado y luego ambos hombres se pusieron a hablar de negocios. Ella estaba demasiado distraída como para tratar de mantenerse al corriente.Sus ojos se desviaron más allá, a la pista de baile, donde estaban los padres de Horatio. Ambos se movían al ritmo de la música, pero era como si no existiera nadie más en la habitación para ellos. Los ojos de Leonardo estaban sobre su esposa y los de ella en los de su esposo, ambos indiferentes a las parejas que los rodeaban. Él le susurró algo al oído y ella sonrió.Horatio no se había equivocado al decirle que, aún después de tantos años, sus padres estaban perdidamente enamorados. Una verdad evidente para cualquiera que los viera en ese momento.Sus ojos se desviaron hacia Horatio. Él soltó una carcajada en ese instante por algo que su cliente dijo, pero la diversión no llegó del todo a sus ojos.«¿Es eso tan malo?»