XVIII.

-¡Oh, Clara amor mío! Pensé no volver a ver tu rostro jamás- se acercó cautelosamente a ella con sus manos extendidas hacia su cuello para besarla.

Clara se apartó delicadamente, dedicándole una mirada impasible. Sus ojos expresivos demostraban que amaba al hombre que tenía al frente pero su compromiso con su esposo y su hija era aún mayor. Su rostro denotaba toda la bondad que poseía, sin embargo en su expresión podía verse, perfectamente, la tristeza y angustia que le aquejaba en ese instante. Sentía un vuelco en lo más profundo de su ser, huía de tener que dar explicaciones del motivo de su visita pero Edgard pudo percibir todo ese desasosiego que ella intentaba contener. Como todo un caballero aguardó sin preguntar a que la mujer estuviera preparada para hablarle. Él la observaba callado, pero no pasó mucho tiempo cuando ella

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