27 Jugando con fuego
Jugando con Fuego

El lunes por la mañana, Emanuel llegó a la casa de Verónica como lo había hecho tantas veces en los últimos días. Pero esta vez, algo fue diferente.

Cuando bajó del auto para saludarla, una mujer mayor estaba con ella, observándolo con un brillo inteligente en los ojos. Era Gloria.

Emanuel, siempre educado, le extendió la mano con respeto.

—Buenos días, soy Emanuel Ferreira, amigo de Verónica.

Gloria no tardó ni un segundo en responder con una sonrisa traviesa.

—Buenos días, hijo. Soy Gloria, tu suegra —soltó con una carcajada, dejando a Emanuel sorprendido por su desparpajo—. Ya mi hija me habló de ti. Espero que les vaya muy bien en lo que se propongan en la vida.

Verónica negó con la cabeza, sonriendo con vergüenza, pero Emanuel, en lugar de corregir a Gloria, simplemente asintió con una leve sonrisa.

No se molestó en negar nada.

Porque algo dentro de él le decía que no estaba tan lejos de la verdad.

Le abrió la puerta del auto a Verónica como todo un cab
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