La apuesta

- Pero habíamos acordado...

- Virginia me necesita ahora. Te hablaré mañana.

- Francis, si me voy no volveré a hablar contigo. – amenazó ella.

- Lo siento mucho. No puedo hacer nada si esta es tu decisión.

Le dio la espalda con furia y se fue.

- Francis, no necesitas pelear con ella por mi culpa. Estoy bien, lo juro. Él sonríe con fuerza.

- Sí, está bien, solo decidió ponerse un kimono sobre su pijama y venir a llorar a la plaza. En otras palabras, no podía llorar en casa.

No dije nada. Bajé la cabeza.

- ¿Le dijiste?

- Sí.

- Y ella hizo un escándalo.

- Sí.

- Y te rendiste.

- No fue solo eso. Ni siquiera tengo dinero para pagar la universidad.

- Yo te puedo ayudar.

- Francisco, eres mi mejor amigo. Te amo. Pero nunca podría aceptar eso.

- Ella hará cualquier cosa para detenerte.

- Ella se enfermó.

- ¿Y tú creíste, Vi?

Asenti.

- ¡Yo no creo! Se pasó las manos por el cabello y comenzó a caminar nerviosamente por la pérgola.

- Francis, no fue su invención. Incluso palideció.

- Cuando fuiste en contra de lo que ella quería, ¿no?

- Francis, cada uno con sus problemas. Estaba llorando porque estaba molesto. Pero acepto mi vida y la forma en que es.

- No puedes aceptar. Tu mayor sueño siempre ha sido irte de aquí, de este pueblito que no te gusta, simplemente aceptas. ¿Y cómo crees que vas a poder hacerlo? ¿Cuándo encuentras al multimillonario que tu madre imaginó para ti?

Suspiré, resignado.

- Sé todo lo que piensas al respecto, Francis. No hay necesidad de repetir.

- Me veo dentro de diez años, en este mismo lugar, hablando de tu madre.

- Me veo dentro de diez años, en este mismo lugar, llorando por mi triste vida mientras estarás casado. - Me reí. – Con Dorothy Falcó. - Hice una mueca.

- No me voy a casar con Dothy. No decidas mi futuro por mí.

- Nunca te había visto pasar tanto tiempo con una mujer, Francis.

- Ella me gusta...

- Y ella disfruta del sexo entre ustedes, por cierto. - Observé. - Dejó muy claro lo bueno que eres... Y que nunca estuviste interesado en mí. - Me reí. – Eres un bombón. Palmeé su pecho, tratando de sonar gracioso.

- ¿Querías que dijera que sí? - le preguntó.

- Claro que no. Pero ¿por qué hablaron de mí?

- Porque está celosa de ti.

- Ella está celosa de mí, yo estoy celoso de ti con ella... De todos modos... Tal vez sea hora de alejarse, Francis. No quiero arruinar tu relación. Y como dije, no la acepto, pero te acepto con ella.

- Y ella tiene que aceptarme contigo. Por eso dije la verdad. Que nunca hubo nada entre nosotros. Y eso nunca pasaría... Porque solo somos amigos y siempre lo seremos.

lo abracé:

- Para mí era importante que te quedaras conmigo y no con ella. Porque te conozco desde hace 21 años.

- Confieso que fue una decisión difícil.

Lo miré y me di cuenta de que hablaba en serio.

- Francis, ella te perdonará.

Me di la vuelta y comencé a caminar.

- ¿A donde vas?

- Para casa.

- ¿Ya esta mejor?

- Sí. - Lo aseguro. “Creo que solo necesitaba desahogarme contigo. Me siento bien ahora.

- ¿Y no para la universidad?

- No. - le aseguré aún caminando, sin mirarlo.

- Buenas noches. Si lo necesitas, llámame.

Miré el reloj y me detuve:

- Tomé exactamente 15 minutos de su tiempo. Llámala que todavía hay tiempo para comer el helado... O chupar hasta que salga la leche. Me burlé, riendo. “Creo que eso es lo que ella quería decirme. En estos momentos te doy las gracias por ser alérgico. Hice la señal de la cruz.

- No tienes elección, Vi.

Entré a la casa y todo estaba oscuro. Todos ya estaban dormidos. Pasé por la habitación de invitados y vi que mi padre dormía allí. Así que él y mi madre habían tenido una pelea seria... Una vez más.

Tiré el kimono al suelo y fui al baño. Me cepillé los dientes y decidí darme una ducha tibia, para quitarme la cara de llanto. O me despertaría con círculos oscuros debajo de los ojos al día siguiente. Me lavé el pelo tranquilamente, me froté el cuerpo y me puse el pijama de nuevo.

Cuando abrí la puerta, Francis estaba acostado en mi cama, sin camisa, vestido solo con un par de pantalones cortos y con los brazos cruzados debajo de la cabeza.

- ¿Qué haces aquí? ¿No debería estar teniendo sexo con Dorothy Falco ahora mismo?

- Ya estás aceptando bien a mi novia. - Él sonrió.

- ¿Ya es oficial?

- Todavia no...

- ¿Y por qué no fuiste tras ella? ¿Por qué no tuviste tiempo?

- Porque soy tu amigo y me necesitas. Y para eso está un amigo: para estar a tu lado cuando lo necesitas.

- Ah, Francis... No me hagas llorar otra vez.

Me acosté a su lado y lo abracé.

- Ahora acuéstate y descansa. Su cara se ve terrible y sus ojos están rojos e hinchados. Si mañana te despiertas así, te operarán los ojos a tu madre.

Empezamos a reír. Seguí abrazándolo:

- ¿Me prometes que me irás solo cuando me duerma?

- Promesa. - el dice. - ¿De verdad quieres hablar más sobre lo que pasó?

- No... Mi padre está durmiendo en la habitación de invitados. Así que imagina la intensidad que fue todo...

- Hablamos mañana, cuando estés mejor. Pero aun así insistiré en que hagas el registro.

No dije nada. Sabía que no lo haría. Conocía muy bien a mi madre... ya mí mismo. No podía ir contra ella. Mucho menos sabiendo que ella podría no estar bien.

Sentí frío y me encogí. Brazos envueltos alrededor de mí. Abrí los ojos y vi a Francis. Estábamos completamente pegados el uno al otro. Y nuestras bocas a centímetros de distancia. Si me movía y él se despertaba, estábamos en peligro de tocarnos los labios. Así que cerré los ojos y me quedé completamente inmóvil, aterrorizada de que se moviera.

- Sé que estás despierto. - el dice.

Abrí los ojos y nos miramos fijamente durante un rato, sin decir nada. Estábamos tan cerca que podía sentir su aliento en el mío y los latidos de su corazón. Nos abrazamos y nos tocamos para toda la vida. Pero en ese momento no fue como las otras veces. Y ni siquiera sé por qué. Se movió hacia mí y me alejé rápidamente, levantándome y casi cayendo de la cama.

- ¿Estás bien? – me preguntó cuando me vio levantarme en un pie, saltando.

- Sí... ¿Al final te quedaste dormido?

- Creo que si. – dijo sin levantarse de la cama.

- Y dejé la puerta abierta y me dio frío. - me quejé, yendo al armario a elegir un atuendo.

Miré el ajustado vestido negro y dudé si ponérmelo o no.

- ¿Vas a salir? - le preguntó.

- Tengo un médico pronto.

- Esto no es ropa de médico.

Miré el vestido en la percha y dije:

- Pero es un vestidito negro, Francis.

- Apretado y escotado. Tú no me excitas, pero el doctor puede serlo.

- ¿Cómo no te excitas conmigo, Francis? ¿Qué diablos me pasa para que le digas eso a Dothy?

- Dije la puta verdad. - Siguió tranquilo, recostado como si mi cama fuera su casa.

Me quité la parte superior de mi pijama y luego la parte inferior, dejando solo mi lencería. Me miré en el espejo, esperando su reacción.

- Estás demasiado delgado. – observó.

- El vestido no me quedó bien, Francis. Estoy gorda.

- No eres gordo. Es demasiado delgado. - el insistió.

- ¿No me enciendes ni en lencería?

- Tu lencería no es nada sexy.

- ¿Y si lo fuera?

- Yo no me emocionaría. Sería como ver a Liam desnudo.

Le tiré el kimono que estaba en el suelo y se echó a reír.

- Creo que lo que me impide estar cachondo por ti es que todavía te recuerdo sin dientes, tirando de mi cabello.

- Eso fue hace décadas.

- ¿Quieres que me ponga cachondo por ti, Vi? Se rió, sentándose en la cama.

- No... Es que mi madre me preparó para ser perfecto de cuerpo... De cara... Y tú eres un hombre guapo, atractivo, aunque mi mejor amigo. Y tú no sientes nada por mí. Así que... es raro, ¿sabes?

Me acerqué a él y me arrodillé en la cama con mi lencería.

- ¿Qué vas a hacer? Me miró preocupado.

Me acerqué a él e hice un movimiento para besarlo. Se quedó quieto, confundido, pero aceptaría el beso. Empecé a reír, tirándome en la cama.

- ¿Que hiciste? ¿Intentaste besarme?

- No... no tengo ganas de besarte. Sería como besar a Liam. – me burlé.

- No soy tu hermano.

- Es más mi hermano que mi propio hermano, Francis.

Abrió las piernas y se puso encima de mí, su boca moviéndose lentamente hacia mí. Sentí que mi corazón latía con fuerza y me quedé quieta, completamente aturdida, sin apartar los ojos de los suyos. Tocó su nariz con la mía y cerró los ojos.

- ¿Qué estás haciendo? Pregunté con voz fina.

- Quiero que sientas que besarme no es como besar a Liam. Nunca has probado un beso como el mío. Puedo apostar.

- No tengo ganas de besarte, Francis. Lo empujé con fuerza, sintiendo mi cuerpo temblar.

Empezó a reír:

- Está bien, realmente no hay calor entre nosotros.

- Lo intentamos, ¿no? Empecé a reír, todavía en la cama, viéndolo ir al baño a ducharse.

Me puse el vestido y las sandalias y me estaba maquillando cuando lo vi sacar una camisa de mi armario.

- ¿Qué estás haciendo?

- No puedo bajar sin camisa a desayunar.

- No vas a bajar a desayunar. Si mi madre se entera de que dormiste en mi habitación, me matará y te matará a ti también.

- No le tengo miedo a Michelle Miller.

- Deberia tener.

- Voy a bajar a desayunar con los Miller Hernandez. Y le voy a decir a tu mamá que has decidido ir a la universidad. Se paró detrás de mí, mirándome en el espejo.

Negué con la cabeza, asustada por lo que dijo.

- Entonces haremos una apuesta. Dijo, besando mi cuello.

- ¿Qué apuesta?

- Si no te resistes y me besas, vete a la universidad. Yo pagaré y te esconderás de tu madre y solo se lo dirás cuando estés en la mitad del curso, con un trabajo en camino.

- Entonces nunca sucederá. - Suspiré. “Porque no voy a besarte, Francis.

- Lo intentaré hasta que ruegues por mi beso.

- Nunca haré eso. - Lo aseguro. Pero tengo una contrapropuesta.

- Soy todo oídos. Se cruzó de brazos.

Me volví hacia él:

- Si puedo hacer que te pongas duro conmigo, nunca hablaremos de un día que solicité ingreso a la universidad. Y no vas a hacer que me quede en tu casa cuando estés saliendo con Dothy. Vendrás a la mía.

- Esa es la apuesta de un adolescente. Él arqueó una ceja.

- ¿No lo empezaste tú?

- Porque sé que quieres saber cómo es mi beso, Vi.

- ¡Debes estar bromeando! Nunca he visto a nadie tan convencido.

- Necesito que me beses antes de invitar oficialmente a Dothy a una cita.

- ¿Como asi?

- Porque entonces ya no podré hacer eso.

- ¿Y desde cuándo te preocupas por la fidelidad?

- Desde ahora. – dijo serio.

- No te voy a besar, idiota. – Lancé mis brazos hacia él, quien los atrapó en el aire, atrayéndome hacia él, acercando su boca a la mía.

- No puedo creer que estés mascando chicle sin desayunar. Arqueé mi ceja.

- No puedo besarte sin mi tradicional sabor a menta, que tan bien conoces.

- Eres ridículo... - le dije, tocando su miembro, el cual rápidamente se apartó.

- Eso es... Juego sucio.

- Todo vale en este juego, ¿no?

- No tan, tan descaradamente.

Le di la espalda y levanté mi vestido, mostrando mis bragas de encaje negro, y acerqué mi trasero hacia él:

- ¿Crees que al doctor le gustará la lencería a juego con el vestido?

- No...

Dio la vuelta. Empecé a reír:

- Oye, no te entusiasmes conmigo, ¿lo olvidaste? Es como ver a Liam en ropa interior.

- Liam no usa ropa interior de encaje negro... En un vestido ajustado y corto. De hecho, es demasiado corto.

Me puse el vestido en su lugar y abrí la puerta-ventana del balcón por completo:

- Ve, Francisco. - Señalé la calle.

Me besó en la mejilla, muy cerca de la boca, y bajó las escaleras.

Cuando llegó al suelo, dijo:

- Esta escalera no me aguantará mucho, Vi. Creo que podría morir en el otoño.

- No morirás por esta caída, Francis. - Empecé a reír.

- Serás culpado por la tragedia.

- Vete a casa, idiota.

- Buenos días a ti también, Vi. Y compórtate con el médico.

- Claro que no.

- Tu madre te amaría con un médico.

- Especialmente con mi médico de alergias. Él es un gato.

- ¿Lo juras? Nunca me dijiste eso.

- Pensé que era irrelevante.

- Nada de ti es irrelevante, Vi.

Dio la espalda y se fue.

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