Mi esposo

Tomé mi bolso, los exámenes, que estaban dentro de un sobre de papel y me fui. Estaba lloviendo bien, pero mojado. Regresé y compré un paraguas.

Cuando pasé la puerta de la acera, vi a Francis que venía a tirar la basura en la basura.

- ¿Por qué madrugar tanto para tirar la basura, vecino? – me burlé.

- ¿A donde vas?

- ¿Adónde voy, “marido”? Buenos días a usted también. Sonrió sarcásticamente.

Se quedó allí serio, esperando la respuesta.

Abrí el paraguas y respondí:

- Médico.

- ¿El alergólogo?

Asenti.

- Lo elijo.

- No es necesario Francisco. Tomaré el autobús, no hay problema. No quiero molestar.

- No es molesto. Además, está lloviendo.

- No soy azúcar.

- Casi lo es, por la cantidad de azúcar que consume.

- Francisco, no...

Ya estaba corriendo hacia la casa. No tardó ni cinco minutos y ya estaba aparcado junto a mí. Abrí la puerta y lo miré con cariño.

- Gracias, Francisco. Eres un amor.

- Yo se. – dijo, mirando al frente y conduciendo.

- Y no convencido. - Bromeé.

- ¿Harás los exámen
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