Llegaron a una cabaña oculta entre las montañas y ubicada cerca de un riachuelo. En otro momento de su vida, a Tania le habría maravillado aquel lugar. Era de sus favoritos: rodeado de naturaleza, oculto y arropado por una semipenumbra.De niña siempre le fascinaron esos ambientes salvajes, mantenidos con poca tecnología. Por eso, al marcharse del orfanato, se mudó al Jarillo. Por instinto buscaba la soledad de las montañas sin imaginar que eso la acercaría a sus verdugos.Bajó del vehículo recibiendo las miradas lacerantes del musculoso y de la mujer que habían estado encerrados con Lucas en la cueva, así como la del rubio con rostro burlón y de otros tres sujetos más a los que no conocía.—Nunca he tenido tiempo de presentarlos —dijo Lucas, ubicándose junto a ella—. Él es Ronald —alegó en referencia al musculoso—. Olivia y Andrés —reveló en dirección a la mujer y al rubio—. Rudy, Jonás y Willy —culminó, y señaló a los otros tres sujetos que se encontraban algo alejado del grupo—. To
Los contactos de Lucas le habían informado que esa noche era propicia para asaltar el laboratorio provisional ubicado en el asentamiento militar. Los promotores de los proyectos que allí se llevaban a cabo se encontraban ocupados. Instalaban, junto a los responsables militares de la zona, un laboratorio más grande a varios kilómetros de distancia, en el interior de las montañas, y buena parte de la seguridad se hallaba en los alrededores de la capital en busca de Tania.A la chica le sorprendió la cantidad de equipo de ataque que poseían para invadir la instalación. No conocía de armas, pero las que Lucas y sus amigos tenían parecían bastante modernas, además de ser numerosas. Había un mínimo de tres pistolas para cada uno, así como armas largas y unas similares a ametralladoras.El material se complementaba con decenas de cajas de balas, granadas, cuchillos y otros objetos letales que eran repartidos entre el grupo como si fueran bollos de pan. Por supuesto, a ella no le daban nada.
Como se lo había indicado con anterioridad, Lucas le prohibió salir del auto mientras ellos atacaban el laboratorio. La instalación era un galpón pequeño, con un estacionamiento trasero donde podía observarse varios vehículos tipo militar dañados.Era una noche clara y silenciosa, bañada con una estática que anunciaba la cercanía de una tormenta. Tania se retorcía los dedos para controlar los nervios, inquieta por el inicio de la acción.Cuando los chicos ya no estaban a la vista, bajó con sigilo del auto y se aproximó al laboratorio tomando un camino más largo. El sonido de animales rastreros la angustiaba, así como el siseo de posibles serpientes. Pensó en regresar y volver a la seguridad del vehículo, pero al recordar que su vida dependía de las medicinas guardadas en aquel lugar, decidió seguir.Al estar cerca, vio como Lucas y el resto estaban a punto de entrar. Habían neutralizado a los tres guardias que se encontraban en la puerta y se disponían a invadir el galpón.Se apresuró
Dejó abandonada la moto en los alrededores de la ciudad y buscó un transporte público que la acercara al boulevard. No podía andar por Caracas en un vehículo robado y sin las protecciones que indicaba la ley. La detendrían, y eso podría llevarla a sus captores.Al ubicar la tienda, entró en ella como si estuviera llegando a su casa. No había ningún dependiente atendiendo los mostradores abarrotados de objetos antiguos, ni clientes. Se internó en el pasillo esquivando el desorden.—¡Severiano! ¡Severiano! —exclamó ansiosa, pero al llegar al final de la tienda sintió miedo.¿Y si sus captores habían llegado antes y secuestraron al viejo?—¿Tania?Pegó un salto y ahogó un grito al escuchar que pronunciaban su nombre tras su espalda. Al descubrir que era Severiano, dejó que sus lágrimas corrieran en libertad por sus mejillas y se abrazó al hombre experimentando por primera vez en esas semanas algo de alivio.—¡Oh, gracias a Dios, gracias a Dios! —expresó entre llantos.Severiano acarició
Otra semana fue tragada por el tiempo, pero esta, a diferencias de las demás, no había sido improductiva.Severiano decidió aumentar las dosis de los brebajes que le suministraba a Tania. Ya no lo hacía una vez al día, sino dos, y tenía pensado hacerlo también por las noches. La chica se mostraba más activa y parlanchina, la energía se le había multiplicado y él temía que aquello le despertara los instintos atrayendo a sus enemigos. Además, escuchaba en el pueblo rumores sobre la presencia de personas extrañas en la región. Unos decían que eran visitantes, otros, comerciantes que evaluaban los productos que cosechaban para luego adquirirlos. Él no confiaba en esas suposiciones. Si se trataba de gente relacionada con Supra Corp debía impedir que ubicaran a su nieta.Mientras se ocupaba de eso, Tania tenía sus propios asuntos que atender. Su abuelo salía a diario de casa, tardaba entre tres y cuatro horas fuera, momento que ella utilizaba para conocerse y entrenarse. A escondidas del an
Severiano estaba hecho una caldera por el enfado, lo que impedía que Tania y Lucas se explicaran. Les recitaba todos los peligros que se hallaban fuera de esa cabaña, como si ellos no hubiesen sido consientes de tal cosa, pero necesitaba desahogarse.—Estuve a punto de crear un conflicto nacional por culpa de ustedes, par de inconscientes —los regañó mientras preparaba un poco de té de manzanilla para él. No pensaba compartirlo con ninguno—. Si hubiera llamado a mis financistas, ellos se habrían comunicado con los militares. Con eso los de Supra Corp se enterarían de todo y en segundos esta región hubiera sido invadida por ambos grupos que no tendrían reparo en atacarse entre sí.—Abuelo, no seas exagerado —expresó Tania agotada.Severiano la observó con severidad.—Niña, ni siquiera entiendes el calibre del problema. ¿Y así piensas resolverlo? —se quejó—. ¡Eres un arma mortal! Ningún bando dejará que sea el otro quien te tenga.Ella resopló con hastío.—Severiano, el problema no lo r
Estuvieron toda una semana en las montañas, Lucas le enseñó algunas técnicas de pelea y trucos para que aprendiera a aprovechar sus nuevas dotes sobrenaturales. El trabajo le había sido fácil, pues ella ya se había adelantado con su entrenamiento previo. El resto del día lo pasaban envueltos en su propia crisálida de pasión, amándose, dejando fluir entre ellos el instinto. Buscaban controlarlo en los brazos del otro mientras se devoraban las bocas y las pieles hasta dejarlas marcadas por el goce y el placer.Severiano veía desde la distancia, y en mutismo, los cambios que poco a poco se iban dando en ella a medida que avanzaba en los entrenamientos. Ya no se notaba débil y asustadiza, sino más segura de sí misma y con una anatomía fuerte. En parte se alegraba, pues sabía que no podría protegerla por siempre, era necesario que ella supiera defenderse, pero por otro lado aquella situación lo angustiaba. A Tania la habían convertido en una especie nueva, un ser que nadie conocía ni sabía
Tania estaba muerta de miedo, no podía evitarlo. Le habían facilitado vestimenta negra, de pantalón y suéter manga larga, así como botas, guantes y pasamontaña. Se sentía una delincuente con todo eso puesto, pero también, por los cuchillos, el revólver y las granadas que colgaban de su cintura.Había pasado días con Lucas y su equipo planificando el ataque y entrenando para afilar sus instintos. En ese tiempo se mostró tan torpe e insegura como lo había sido siempre, no confiaba en sus poderes recién descubiertos para sobrevivir, presentía que algo terrible ocurriría en ese lugar.Lucas intentó alentarla en todo momento. El resto del equipo, en cambio, la veía con rabia y decepción. El éxito de la invasión dependía de sus capacidades, pero estas parecían haberla abandonado. Eso la frustró.De Carlos no supo nada en ese tiempo, solo que él se preparaba por su cuenta. La mala espina que Tania tenía clavada en el pecho se hacía más profunda por ese tema. Carlos ya los había delatado en v