Capítulo 14

La furia estaba a punto de hacerla enloquecer. Tania iba sentada en la parte trasera de una camioneta de vidrios polarizados, rodeada por Carlos y por uno de los sujetos de ojos amarillos cuyo aroma le tenía los ánimos crispados, ya que olía a peligro y amenaza. Si fuera un perro o un felino, tuviera los pelos del lomo levantados y gruñiría por la ira.

Carlos no le había dirigido la mirada desde que apareció el barbudo del laboratorio, se notaba apenado, pero a la vez, enfadado. Ella pensaba que ellos de alguna manera lo estaban haciendo actuar en contra de su voluntad. Se negaba a perder la fe en todos a su alrededor, era imposible que no hubiese alguien de confianza.

Con disimulo acercó una mano hacia la de él logrando que la mirara con ansiedad al sentir su contacto. Con ojos suplicantes le pedía que la ayudara, pero lo que hacía era aumentar el desasosiego del hombre.

Salieron del pueblo en dirección a las montañas. Tomaban la vía hacia Caracas. Eso la desesperó. Quizás la llevarí
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