Como se lo había indicado con anterioridad, Lucas le prohibió salir del auto mientras ellos atacaban el laboratorio. La instalación era un galpón pequeño, con un estacionamiento trasero donde podía observarse varios vehículos tipo militar dañados.Era una noche clara y silenciosa, bañada con una estática que anunciaba la cercanía de una tormenta. Tania se retorcía los dedos para controlar los nervios, inquieta por el inicio de la acción.Cuando los chicos ya no estaban a la vista, bajó con sigilo del auto y se aproximó al laboratorio tomando un camino más largo. El sonido de animales rastreros la angustiaba, así como el siseo de posibles serpientes. Pensó en regresar y volver a la seguridad del vehículo, pero al recordar que su vida dependía de las medicinas guardadas en aquel lugar, decidió seguir.Al estar cerca, vio como Lucas y el resto estaban a punto de entrar. Habían neutralizado a los tres guardias que se encontraban en la puerta y se disponían a invadir el galpón.Se apresuró
Dejó abandonada la moto en los alrededores de la ciudad y buscó un transporte público que la acercara al boulevard. No podía andar por Caracas en un vehículo robado y sin las protecciones que indicaba la ley. La detendrían, y eso podría llevarla a sus captores.Al ubicar la tienda, entró en ella como si estuviera llegando a su casa. No había ningún dependiente atendiendo los mostradores abarrotados de objetos antiguos, ni clientes. Se internó en el pasillo esquivando el desorden.—¡Severiano! ¡Severiano! —exclamó ansiosa, pero al llegar al final de la tienda sintió miedo.¿Y si sus captores habían llegado antes y secuestraron al viejo?—¿Tania?Pegó un salto y ahogó un grito al escuchar que pronunciaban su nombre tras su espalda. Al descubrir que era Severiano, dejó que sus lágrimas corrieran en libertad por sus mejillas y se abrazó al hombre experimentando por primera vez en esas semanas algo de alivio.—¡Oh, gracias a Dios, gracias a Dios! —expresó entre llantos.Severiano acarició
Otra semana fue tragada por el tiempo, pero esta, a diferencias de las demás, no había sido improductiva.Severiano decidió aumentar las dosis de los brebajes que le suministraba a Tania. Ya no lo hacía una vez al día, sino dos, y tenía pensado hacerlo también por las noches. La chica se mostraba más activa y parlanchina, la energía se le había multiplicado y él temía que aquello le despertara los instintos atrayendo a sus enemigos. Además, escuchaba en el pueblo rumores sobre la presencia de personas extrañas en la región. Unos decían que eran visitantes, otros, comerciantes que evaluaban los productos que cosechaban para luego adquirirlos. Él no confiaba en esas suposiciones. Si se trataba de gente relacionada con Supra Corp debía impedir que ubicaran a su nieta.Mientras se ocupaba de eso, Tania tenía sus propios asuntos que atender. Su abuelo salía a diario de casa, tardaba entre tres y cuatro horas fuera, momento que ella utilizaba para conocerse y entrenarse. A escondidas del an
Severiano estaba hecho una caldera por el enfado, lo que impedía que Tania y Lucas se explicaran. Les recitaba todos los peligros que se hallaban fuera de esa cabaña, como si ellos no hubiesen sido consientes de tal cosa, pero necesitaba desahogarse.—Estuve a punto de crear un conflicto nacional por culpa de ustedes, par de inconscientes —los regañó mientras preparaba un poco de té de manzanilla para él. No pensaba compartirlo con ninguno—. Si hubiera llamado a mis financistas, ellos se habrían comunicado con los militares. Con eso los de Supra Corp se enterarían de todo y en segundos esta región hubiera sido invadida por ambos grupos que no tendrían reparo en atacarse entre sí.—Abuelo, no seas exagerado —expresó Tania agotada.Severiano la observó con severidad.—Niña, ni siquiera entiendes el calibre del problema. ¿Y así piensas resolverlo? —se quejó—. ¡Eres un arma mortal! Ningún bando dejará que sea el otro quien te tenga.Ella resopló con hastío.—Severiano, el problema no lo r
Estuvieron toda una semana en las montañas, Lucas le enseñó algunas técnicas de pelea y trucos para que aprendiera a aprovechar sus nuevas dotes sobrenaturales. El trabajo le había sido fácil, pues ella ya se había adelantado con su entrenamiento previo. El resto del día lo pasaban envueltos en su propia crisálida de pasión, amándose, dejando fluir entre ellos el instinto. Buscaban controlarlo en los brazos del otro mientras se devoraban las bocas y las pieles hasta dejarlas marcadas por el goce y el placer.Severiano veía desde la distancia, y en mutismo, los cambios que poco a poco se iban dando en ella a medida que avanzaba en los entrenamientos. Ya no se notaba débil y asustadiza, sino más segura de sí misma y con una anatomía fuerte. En parte se alegraba, pues sabía que no podría protegerla por siempre, era necesario que ella supiera defenderse, pero por otro lado aquella situación lo angustiaba. A Tania la habían convertido en una especie nueva, un ser que nadie conocía ni sabía
Tania estaba muerta de miedo, no podía evitarlo. Le habían facilitado vestimenta negra, de pantalón y suéter manga larga, así como botas, guantes y pasamontaña. Se sentía una delincuente con todo eso puesto, pero también, por los cuchillos, el revólver y las granadas que colgaban de su cintura.Había pasado días con Lucas y su equipo planificando el ataque y entrenando para afilar sus instintos. En ese tiempo se mostró tan torpe e insegura como lo había sido siempre, no confiaba en sus poderes recién descubiertos para sobrevivir, presentía que algo terrible ocurriría en ese lugar.Lucas intentó alentarla en todo momento. El resto del equipo, en cambio, la veía con rabia y decepción. El éxito de la invasión dependía de sus capacidades, pero estas parecían haberla abandonado. Eso la frustró.De Carlos no supo nada en ese tiempo, solo que él se preparaba por su cuenta. La mala espina que Tania tenía clavada en el pecho se hacía más profunda por ese tema. Carlos ya los había delatado en v
Tania se tragó todas sus angustias mientras seguía a Carlos por el área de los laboratorios. Su cabeza daba miles de vueltas, pensando en Severiano y en las conversaciones que había tenido con su abuelo esos días, cuando él le habló de su madre y del peligro que a ella la acechaba.Aunque Severiano no era un hombre dado a los sentimentalismos, en esas charlas le fue evidente que aún le afectaba la pérdida de su hija y la situación de su nieta. Si de verdad estuvo en los laboratorios de Supra Corp el día en que asesinaron a su madre, entonces, ¿por qué no la ayudó? ¿Por qué no hizo nada por socorrerla?Su corazón estaba apretado en un puño por culpa de las cientos de dudas que rondaban a su mente. Odiaba las mentiras y los secretos y eso era lo que siempre parecía obtener de su abuelo y de Lucas. Ambos le hablaban a medias, ocultándole cosas. Carlos, en cambio, hasta ese momento era el único que parecía decirle la verdad.Sin embargo, le era difícil confiar en él. El hombre le había ju
Desde un balcón podía apreciar la vastedad de aquella interminable pradera, solo recortada por una red de colinas ubicadas a los lejos. El verdor del pasto relucía con los tibios rayos del sol, que le concedía un brillo dorado cuando la brisa lo movía.El paisaje la calmaba y le regalaba la paz que ella anhelaba cada vez que regresaba de las agobiantes sesiones en el laboratorio.La medicina limpiaba sus venas de veneno y le aportaba anticuerpos que ponían a raya su enfermedad, pero no la quitaría del todo. Esa condena moriría con su existencia.—Te preparé un té.Tania resopló con desagrado.—¿Hoy puedo pasar de él?—Claro. Si quieres estar toda la noche en vela, hazlo —se quejó Severiano y dejó la taza humeante sobre la mesita redonda que adornaba la terraza—. En unos minutos llegará Jonás y Ronald y me llevarán a la cabaña. Tienes total libertad para hacer los ruidos que quieras luego de que me vaya.Ella suspiró hondo.—Ese brebaje sabe a tierra. No me gusta —lloriqueó, aproximánd