Tania se tragó todas sus angustias mientras seguía a Carlos por el área de los laboratorios. Su cabeza daba miles de vueltas, pensando en Severiano y en las conversaciones que había tenido con su abuelo esos días, cuando él le habló de su madre y del peligro que a ella la acechaba.Aunque Severiano no era un hombre dado a los sentimentalismos, en esas charlas le fue evidente que aún le afectaba la pérdida de su hija y la situación de su nieta. Si de verdad estuvo en los laboratorios de Supra Corp el día en que asesinaron a su madre, entonces, ¿por qué no la ayudó? ¿Por qué no hizo nada por socorrerla?Su corazón estaba apretado en un puño por culpa de las cientos de dudas que rondaban a su mente. Odiaba las mentiras y los secretos y eso era lo que siempre parecía obtener de su abuelo y de Lucas. Ambos le hablaban a medias, ocultándole cosas. Carlos, en cambio, hasta ese momento era el único que parecía decirle la verdad.Sin embargo, le era difícil confiar en él. El hombre le había ju
Desde un balcón podía apreciar la vastedad de aquella interminable pradera, solo recortada por una red de colinas ubicadas a los lejos. El verdor del pasto relucía con los tibios rayos del sol, que le concedía un brillo dorado cuando la brisa lo movía.El paisaje la calmaba y le regalaba la paz que ella anhelaba cada vez que regresaba de las agobiantes sesiones en el laboratorio.La medicina limpiaba sus venas de veneno y le aportaba anticuerpos que ponían a raya su enfermedad, pero no la quitaría del todo. Esa condena moriría con su existencia.—Te preparé un té.Tania resopló con desagrado.—¿Hoy puedo pasar de él?—Claro. Si quieres estar toda la noche en vela, hazlo —se quejó Severiano y dejó la taza humeante sobre la mesita redonda que adornaba la terraza—. En unos minutos llegará Jonás y Ronald y me llevarán a la cabaña. Tienes total libertad para hacer los ruidos que quieras luego de que me vaya.Ella suspiró hondo.—Ese brebaje sabe a tierra. No me gusta —lloriqueó, aproximánd
La cabaña se había convertido en una burbuja de paz y amor para Tania y Lucas. No solo el calor de la calefacción los abrigaba, sus cuerpos ardían por culpa de las caricias y los besos.Con pasos tambaleantes, Lucas fue llevando a su chica poco a poco a la habitación. La urgencia de su deseo, mezclado con el delicioso placer que ella le prodigaba, lo tenía al borde de la locura.Cuando se amaban no pensaban en nada más. Sus sentidos se bloqueaban para centrarse en lo importante: la piel del ser amado. Él besaba, mordía y lamía cada espacio de ella, al tiempo que la desnudaba para deleitarse con su hermosa figura.La ansiedad de Tania subía a niveles casi estratosféricos cuando se dejaba llevar por sus ganas. Su hambre por Lucas mitigaba cualquier otra necesidad, solo actuaba para poseerlo, para embriagarse de él y dejarse invadir por ese amor que palpitaba en sus venas. No existía rincón de la anatomía del hombre que ella ya no conociera, sin embargo, seguía explorando, tocando y sabo
Se reunieron en una casa ubicada en las afueras de Barcelona. Cambiaron de dirección por seguridad mientras se recuperaban de las heridas y evaluaban la situación.El doctor Guerra envió un grupo de soldados para protegerlos. El hogar donde se refugiaron poseía amplios terrenos colindantes, no había vecinos en las cercanías, solo galpones desolados y sembradíos interminables.—Los secuestradores se comunicaron conmigo —informó el doctor, un sujeto alto, robusto y de piel negra.—¿Qué dijeron? —consultó Tania ansiosa y dejó lo que hacía en la cocina para correr hacia el lugar donde estaba el hombre.Él se sentó en un sofá, en la sala, y abrió su computador portátil que había apoyado en una mesa ratona.—Lo tienen en un hotel que ahora está abandonado en la Riera de Sant Medir.Aquello lo expuso mientras buscaba algo en su computador.—¿Y por qué no estamos saliendo para ese lugar? —exigió Tania parada junto a él. Lucas se llegó a su lado y la abrazó por la cintura dándole un beso en el
El doctor Guerra había logrado reunir a un grupo de más de veinte hombres para conformar el equipo de rescate de Severiano. Todos ex militares entrenados para enfrentar la más cruenta de las guerras, aunque Lucas dudaba que fuesen capaces de soportar el ataque de unos sujetos alterados genéticamente con las capacidades de lobos salvajes.Veía la preparación de la misión con recelo, sin hacer ningún comentario para no alterar a Tania, que ya estaba como caldera a punto de estallar. Ella había vivido el encierro con los de Supra Corp y conocía la forma cruel e inhumana en que trataban a sus prisioneros, por eso sentía miedo por Severiano.Él era su abuelo, uno recién encontrado. Aún no lo conocía del todo y ya lo apartaban de su lado y lo amenazaban de muerte. La desesperación estaba a punto de dominarla, pero por el propio Severiano procuraba controlarse. Entendía que actuar de manera impulsiva lo que ocasionaría sería crear más confusión.—No hay confirmación de la presencia de mi abu
Despertó en medio de una apretada oscuridad. Eso agitó los miedos de Tania y la hizo recordar los días en que las monjas la encerraban en cuartos herméticos luego de haber hecho una trastada, dominada por sus arranques de ira.El corazón comenzó a bombearle, nervioso, así que intentó ponerse de pie, pero las cadenas que tenía alrededor de sus muñecas se lo impidieron.—¡Nooo! —gritó e intentó romper los eslabones, siendo imposible.No solo descubrió que estaba encadenada de manos y pies, sino que tenía la misma fuerza que había poseído cuando tan solo era una mujer común.El terror la invadió. Sus gritos de auxilio eran atronadores. Llamaba a Lucas, a Ronald y a Severiano con insistencia, hasta que se dio cuenta que nadie iría por ella, estaba sola. Así que se resignó y comenzó a llorar.No sabía qué había sucedido, solo recordó la invasión, el sonido de los disparos, los rostros excitados y ansiosos de los hombres lobo y los soldados que la apuntaron en la cara con sus escopetas de d
Simulaba dormir con la profundidad de un bebé. Gracias a eso las personas que habían entrado en la cabina del camión durante el viaje apenas la molestaron. Evaluaban sus signos vitales y se marchaban. Solo uno se atrevió a tocarla de más, alzando sus párpados para revisar sus pupilas con una linterna delgada.Le costó controlarse para no arrancarle la cabeza en el momento en que él se había inclinado sobre ella. Si demostraba que había recuperado parte de sus capacidades, estando aún encadenada, la perforarían con decenas de inyecciones para hacerla de nuevo débil. No podía permitirlo.El dolor que sentía en el pecho ya le doblegaba el alma. La posibilidad de que su abuelo y Lucas estuviesen muertos le devastaba por completo.Severiano muchas veces le había indicado que la calma la ayudaba a mantener a tono a sus instintos. De esa forma podía serenar mejor sus emociones para hallar soluciones en sus momentos de crisis.Eso hizo. Se esforzó por poner en práctica lo aprendido para deter
Las montañas parecían interminables, se extendían de un lado a otro sin permitirles ver nada diferente en el horizonte. Solo una vasta naturaleza impregnada de soledad. Un mundo solo para ellos dos.—¡Lucas, no te alejes tanto! —le pedía Tania.Solían salir a correr cada mañana. Sorteaban grandes piedras, escalaban riscos y saltaban ríos cristalinos perdiéndose en la nada. Solo ellos y la vida.—¡Si no te apresuras te tocará lavar los platos después de la cena! —bromeó él, apresurándose por alejarse.Ella era más veloz, pero aún no confiaba en sus capacidades. Tenía miedo de caer y resbalar, por eso se retrasaba. Él la provocaba para que dejara de ser tan precavida y le diera rienda suelta al poder que latía en su interior. Uno que estaba ansioso por salir.Al llegar a la cima de una de las montañas, Lucas pretendió apurar la huida para bajar en medio de saltos a través de una zona pedregosa, pero justo cuando iba a iniciar el descenso, ella se propulsó con ayuda de las piedras y no s