Las montañas parecían interminables, se extendían de un lado a otro sin permitirles ver nada diferente en el horizonte. Solo una vasta naturaleza impregnada de soledad. Un mundo solo para ellos dos.—¡Lucas, no te alejes tanto! —le pedía Tania.Solían salir a correr cada mañana. Sorteaban grandes piedras, escalaban riscos y saltaban ríos cristalinos perdiéndose en la nada. Solo ellos y la vida.—¡Si no te apresuras te tocará lavar los platos después de la cena! —bromeó él, apresurándose por alejarse.Ella era más veloz, pero aún no confiaba en sus capacidades. Tenía miedo de caer y resbalar, por eso se retrasaba. Él la provocaba para que dejara de ser tan precavida y le diera rienda suelta al poder que latía en su interior. Uno que estaba ansioso por salir.Al llegar a la cima de una de las montañas, Lucas pretendió apurar la huida para bajar en medio de saltos a través de una zona pedregosa, pero justo cuando iba a iniciar el descenso, ella se propulsó con ayuda de las piedras y no s
Una insondable sensación de desesperanza la dominó. Desde que conoció a Lucas, hacía ya un año, su vida no había parado de dar giros bruscos que la dejaban agotada.No solo descubrió el amor, sino el hecho de que no era un ser humano normal. También supo que tenía familia, que nunca estuvo sola, aunque su pasado estaba lleno de sombras y traumas. Y ahora la acechaba una corporación poderosa que pretendía tomar cada gota de su sangre, un organismo cruel y despiadado que estaba siendo dirigido por su propio padre.Aquello parecía el guion de una película de terror, una que la tenía al borde de la ansiedad. A eso le sumaba la cantidad de intrigas que giraban a su alrededor: no sabía si de verdad Lucas y su abuelo habían muerto, no confiaba en lo que le decían los de SupraCorp. Después de lo de Carlos, los creía capaces de cualquier cosa.Además, había llorado demasiado desde su llegada y le habían extraído una buena cantidad de sangre. Se sentía cansada, deprimida y llena de odio, y prob
Salía de la sesión de pruebas físicas sintiéndose bastante extenuada. La hacían correr por kilómetros en máquinas a diversas velocidades, saltar, rodar por el suelo, sufrir de shock eléctricos y enfrentarse cuerpo a cuerpo con sujetos que tenían tres veces más su masa corporal. Quedaba magullada, adolorida y con heridas sangrantes leves, y quizás, con algún hueso fisurado, pero era capaz de regenerarse con rapidez, aunque eso no aminoraba sus heridas emocionales.La dejaban hecha polvo. Por eso le permitían quedarse un rato allí, sola, para que recuperase el ánimo y por voluntad propia se pusiera de pie y caminara hacia su habitación. A la mayoría lo sacaban arrastrado.La mujer que le había dado la bienvenida al llegar a ese lugar, que luego se enteró que se llamaba Flora y era una operaria en el laboratorio, le acercaba bebidas energéticas que Tania sabía que estaban alteradas.En ellas le suministraban sueros o brebajes que pretendían ser revitalizantes, pero no los tomaba. Con dif
Aunque cada día, físicamente, Tania se sentía agotada y adolorida, su espíritu comenzaba a experimentar un cambio positivo. Ya no se resignaba al simple hecho de soportar los malos tratos de la gente de SupraCorp, sino que empezó a prestar más atención a lo que hacían, a sus rutinas, a sus maneras de llevar a cabo sus investigaciones y a los comentarios que hacían durante las pruebas o a espaldas de sus supervisores. Se percató de la existencia de tres grupos definidos: los que obedecían de manera ciega las instrucciones y vigilaban que otros también lo hicieran, como Carlos, los que obedecían aunque compartían en secreto con el grupo sus preocupaciones y opiniones, como Flora, la mujer que le dio la bienvenida al llegar a esa instalación, y los que actuaban siguiendo directrices sin comprender lo que allí sucedía, solo esperando la cristalización de las jugosas recompensas ofrecidas, sin ofrecerle lealtad a nadie, como el caso de los chicos que formaban parte del grupo que siempre se
Ese día las pruebas psicológicas no fueron tan agobiantes como las anteriores, aunque Tania sabía que aquello se debía a que Flora había evitado ciertos estudios. En algunas pruebas la mujer repitió los registros de días anteriores, concediéndole tiempo de descanso entre uno y otro.Como estaban solas en el laboratorio, nadie se fijó en lo que sucedía, pero Tania sentía una gran curiosidad.—¿No te vigilan a través de las cámaras de seguridad? —le preguntó en susurros cuando la mujer se acercó a ella para ayudarla a quitarse los electrodos que le había colocado en la cabeza y en el pecho.Flora la observó con los ojos muy abiertos unos segundos, pero se esforzó por disimular sus emociones.—Están de espaldas a mí. No ven que tipo de registro realizo en la computadora —masculló la mujer muy bajo.—Ayúdame a destruir esta instalación —murmuró Tania mientras Flora le daba una mano para bajar de la camilla. Esta última se impactó por esa petición, aunque enseguida retomó su actitud relaja
Al despertar, se encontró en una habitación pequeña e iluminada, con paredes llenas de azulejos blancos. La puerta estaba apenas abierta y no había ningún tipo de guardia.A pesar de que sentía algunos dolores en el cuerpo, estos no eran intensos y hasta podía captar el latido de su esencia sobrenatural en su interior, algo que no experimentaba desde hacía semanas y echaba mucho de menos.Volver a captar esas sensaciones le produjo cierta inquietud. No quería moverse para que nadie se enterara, o la atacarían con decenas de inyecciones como lo habían hecho al llegar a la instalación.Era evidente que el brebaje que le había suministrado Iván en la sala de suturas despertó sus instintos, aunque no entendía por qué él se lo había dado y cómo lo había conseguido. Alguien debió enviarlo.Con lentitud se incorporó en la camilla dando ojeadas al exterior a través de la rendija que dejaba la puerta abierta. No veía movimientos afuera y sus oídos no percibían sonidos en las cercanías. La habí
Los hombres/bestias salieron enloquecidos de sus celdas. Destruían todo a su paso.Como Tania lo esperó, se dirigieron al comedor y el desastre fue épico. No dejaron nada en pie y, aunque varios guardias los atacaron con sus escopetas, no existía forma de tranquilizarlos. El nivel de veneno que tenían en su sangre era tan alto que los hacía inmunes a cualquier dolor.Ella corrió para mirar de cerca lo que sucedía mientras procuraba pasar desapercibida, estaba impactada con el desequilibrio mental que poseían esos sujetos. Habían perdido por completo la conciencia y el control de sus cuerpos y sensaciones. Los volvieron fuertes en extremo, pero tan irracionales que era imposible controlarlos. Actuaban movidos por una imperiosa necesidad, o por sus miedos.Destruían todo lo que hallaban a su paso y asesinaban al que se atravesara en su camino. Eran salvajes, implacables y muy crueles, nada perdonaban.Sus organismos se alteraban hasta tal punto que hasta sus apariencias cambiaban. Tania
Cada persona dentro de la instalación la veía de manera diferente, ya fuese con curiosidad, rabia o admiración. Nadie parecía inmune a su presencia.Tania procuraba ignorarlos mientras intentaba continuar con sus rutinas, sin levantar sospechas. Había escondido los brebajes que sacó de la farmacia en su habitación, dispuesta a usarlo cuando fuesen necesario. Tenía que estar un paso por delante de sus enemigos, así no la vencerían.No sabía qué había sucedido con su padre, qué pensaba de ella o de lo ocurrido, pero él ni se aparecía para lanzarle amenazas y advertencias, ni enviaba a sus hombres a tratarla con rudeza para que nunca olvidara quién tenía el control de la situación.Su nulo actuar le parecía sospechoso.Carlos continuaba rondándola, pero esta vez, se mantenía a una distancia prudencial. Ella sentía curiosidad por saber qué había sucedido cuando los descubrieron besándose, si le habían dado también a él un castigo o algún tipo de prohibición.Odió que la única afectada por