En medio de un operativo militar sin precedentes, trasladaron a Tania y a Lucas a una clínica privada en el centro de la ciudad.No solo la instalación fue cerrada al público para garantizar la seguridad, sino que el área, a dos kilómetros a la redonda, fue acordonada y fuertemente vigilada.Tania imaginó que el país había movilizado a más de la mitad de sus fuerzas militares a ese lugar. Nunca había visto a tantos soldados juntos, y todos armados como si aquel país se encontrara en guerra.Aunque los doctores trataban de distraerla con charla trivial para que no estuviera atenta al exterior, ella observaba atónita lo que sucedía en la calle.En algunos puntos de la ciudad se producían manifestaciones en pro y en contra de ella. Los que estaban a favor defendían sus derechos y le rogaban que usara su poder para destruir a los políticos de turno.Los que estaban en contra exigían su reclusión inmediata, o su muerte. Aseguraban que era el mal encarnado, que llevaría destrucción y maldad
A Tania le resultó difícil controlar a Lucas. La imagen de las inyecciones, de los enfermeros y del personal médico despertó muchos de sus recuerdos más atroces.Ella tuvo que forcejear con él para que pudieran aplicarle un sedante, los ojos del hombre se tintaron de dorado y rugía como un animal enjaulado.Cuando al fin lo tuvieron adormilado, lo encadenaron a una camilla para realizarle la extracción. El chip estaba ubicado en una zona riesgosa de su cerebro, fue necesaria la presencia de un cirujano especializado y el disponible no quería operar si no le garantizaban su vida.Guerra tuvo que firmar decenas de documentos para que el hombre sintiera confianza, además de permitir que un representante del gobierno estuviese presente dentro del quirófano, así como algunos militares armados.Gracias a la actuación de Tania, ninguno de ellos fue necesario. Ella logró controlarlo y garantizar que la operación se diera sin ningún contratiempo.El chip fue entregado al representante del gobi
La noche en la clínica fue un tormento para Tania. La vigilancia era tan extrema que cada media hora entraban a la habitación sin anunciarse solo para controlarla.En una ocasión le gritó al teniente que había entrado de forma violenta, despertando a Lucas y asustándolo. El oficial apuntó un arma a su cabeza para callarla y le informó que debía colaborar o la encerrarían en una celda portátil que habían llevado en uno de los camiones blindados.No solo la indignación de la joven llegó a niveles estratosféricos, Lucas estaba tan enfadado que poco pudo descansar, sufriendo de dolores de cabeza.Guerra intentó mediar, pero el contingente militar que les había tocado durante la noche estaba conformado por un grupo de sujetos desagradables y poco solidarios. Resultó imposible conversar con ellos.A la mañana siguiente, regresaron a la casa irritados, pero al llegar todo empeoró.—Teniente, por favor, podría retirar la tobillera electrónica de Tania y Lucas —pidió Guerra con amabilidad.—Ne
La furia estaba a punto de dominar a Lucas, se esforzaba por no dejarse llevar por sus emociones para pensar con claridad y no volver a cometer más errores.Lo había perdido todo en la vida. Hasta su dignidad se la arrancaron en varias ocasiones. No estaba dispuesto a seguir cediendo más y si para eso debía detener al mundo, entonces, lo haría.Dejaría de ser la víctima para convertirse en un verdugo.—¿Dónde está Guerra? —le preguntó a Kevin al salir de la habitación.El chico enseguida se puso de pie y lo miró con inquietud. Se había sentado en la sala de estar con Dani para distraerse con la televisión y así controlar la indignación que sentía por lo sucedido con Tania y los militares horas antes.—En el despacho, con su esposa. Creo que intenta comunicarse con su amigo el gobernador.Dani también se levantó del sofá.—¿Cómo está ella? —quiso saber, en referencia a Tania.—Ahora duerme, pero está deprimida por lo sucedido. —Ambos jóvenes comprimieron el rostro en una mueca de disgu
Tania seguía recostada en la cama, esta vez, boca arriba. Miraba con ansiedad y melancolía el techo.Se sentía tan deprimida que cada hueso del cuerpo le dolía, hasta le costaba respirar.Lucas entró en la habitación y se ubicó a su lado, acariciando con dulzura su rostro con el dorso de un dedo.Tuvo que apretar los labios al ver los ojos de la chica hinchados por el llanto y sus mejillas aún húmedas.—Eso no volverá a pasar —dijo con voz ronca, afectado por la ira.—Pasará siempre. Soy un monstruo.—Nos iremos de aquí, como lo estabas planeando.Ella giró la cabeza hacia él, para encararlo.—¿Irnos? ¿A dónde? A donde vayamos todo será igual.—Desapareceremos, cambiaremos nuestros nombres y nuestras apariencias.—¿Cómo? —exigió ella, desconcertada.—Guerra nos ayudará con eso.Tania estuvo un instante inmóvil, mientras asimilaba esa información, luego se sentó en la cama. Ese tipo de conversación requería de toda su concentración.Él la imitó.—¿Hablaste con Guerra de este asunto?—S
Esa noche, tuvieron que esperar un tiempo prudencial para volver a revisar el túnel inactivo. El cambio de guardia implicaba también cambios de horarios. Además, los amigos de Kevin ya no estaban, así que debían ser más precavidos.Tania y Lucas simularon estar en la sala revisando el computador con las ventanas abiertas para que todos los ojos estuviesen sobre ellos. Tenían a diez en los alrededores haciendo rondas.Lo único que habían podido retrasar era la instalación de las cámaras de seguridad y las tobilleras electrónicas, que, según el propio ministro de Justicia, era una condición impuesta por organismos internacionales.Si no se lo colocaban, ellos exigirían la inclusión de grupos militares extranjeros, no simples representantes, ya que Tania era considerada un peligro para la región.No pudieron rebatir sus argumentos, pero igual movieron todos los mecanismos posibles para emitir un reclamo. De esa forma distraían la atención de esa gente mientras terminaban de establecer su
Llegaron a una pista de aterrizaje privada desde donde partían avionetas de carga a varios puntos del país.Guerra había contactado al amigo de un amigo que tenía una finca en la región y solía realizar vuelos regulares para trasportar semillas o fertilizantes. En esa ocasión los llevarían a ellos hasta el estado Vargas, cerca de Caracas, donde estaba ubicado el supuesto depósito.Antes de partir, Guerra le dio los primeros auxilios a Lucas y a Tania, quienes tenían algunas heridas. Las de la chica sanaban de manera acelerada, pero las de Lucas tardaban. El hombre ni siquiera era capaz de caminar por su cuenta.A los pocos minutos alzaron el vuelo, estaban nerviosos. No sabían si los militares los buscaban, o algún hombre/bestia.Necesitaban poner kilómetros de distancia entre ellos y ese gran problema, para así pensar en su próxima acción.—Si tenemos suerte, te declararán muerta —dijo Guerra a Tania una vez que se encontraban en el aire.—Si no es así, estaremos metidos en un lío mo
Había pasado un año desde su salida de Venezuela. Ella ya no se llamaba Tania, sino Melissa y vivía en una hermosa casita junto al mar en un pueblito de Italia. Cosechaba flores, que vendía a los turistas en ramos o macetas, y tenía una afición por cultivar bonsáis.Lucas, quien ahora era Federico, trabajaba como carpintero y herrero en el puerto. No tenían grandes posesiones, pero sí un hogar propio, un auto que nunca los dejaba varados en ningún sitio y un perro lanudo cariñoso.No necesitaban nada más, sentían que tenían más de lo que jamás hubiesen imaginado.El hecho de estar tranquilos, felices y juntos era de por sí una maravilloso regalo. Por eso lo disfrutaban hasta la saciedad.En las noches daban largas caminatas por la playa, tomados de las manos. Disfrutaban del mar y de las estrellas antes de regresar para amarse como si no hubiese un mañana.Los días que no tenían trabajo se iban al cine, a comer en algún lugar de moda, a recorrer los alrededores o se perdían en los cam