Capítulo 19

Dejó abandonada la moto en los alrededores de la ciudad y buscó un transporte público que la acercara al boulevard. No podía andar por Caracas en un vehículo robado y sin las protecciones que indicaba la ley. La detendrían, y eso podría llevarla a sus captores.

Al ubicar la tienda, entró en ella como si estuviera llegando a su casa. No había ningún dependiente atendiendo los mostradores abarrotados de objetos antiguos, ni clientes. Se internó en el pasillo esquivando el desorden.

—¡Severiano! ¡Severiano! —exclamó ansiosa, pero al llegar al final de la tienda sintió miedo.

¿Y si sus captores habían llegado antes y secuestraron al viejo?

—¿Tania?

Pegó un salto y ahogó un grito al escuchar que pronunciaban su nombre tras su espalda. Al descubrir que era Severiano, dejó que sus lágrimas corrieran en libertad por sus mejillas y se abrazó al hombre experimentando por primera vez en esas semanas algo de alivio.

—¡Oh, gracias a Dios, gracias a Dios! —expresó entre llantos.

Severiano acarició
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