Los sonidos armoniosos de los pájaros la despertaron. Una luz tenue entraba por la ventana abierta, acompañada de una brisa cálida y agradable. Se movió en la cama sintiéndose a gusto en ese colchón mullido. Sonrió mientras se restregaba como un gatito, bajo unas sábanas de seda.De pronto, un ramalazo de cordura le abrió el entendimiento. ¿Dónde demonios estaba?Sus ojos se abrieron de par en par para observar con recelo la habitación de paredes de madera. Afuera se escuchaban sonidos selváticos, que incluían el paso de un río. Se sentó de golpe sin apartar la mirada de la puerta cerrada. El tamborileo del corazón le agitaba la respiración y le agolpaba la sangre en la cabeza.Giró el rostro y se percató que sobre la mesita de noche se encontraba un frasco sin etiqueta, similar al que se había hallado en el fatídico cuarto de control del que escapó una semana atrás.Bajó de la cama y salió a toda velocidad de allí. La habitación contigua era un espacio pequeño que fungía como cocina
El regreso del musculoso evitó que Tania pudiera saber más de lo ocurrido. Lucas salió al exterior para hablar con el hombre y calmarlo, pero constantemente miraban hacia donde ella se encontraba. Eso la incomodó.Fue a la habitación donde antes estaba para tener privacidad y pensar en su situación y en lo que haría. Sin embargo, fue poco el tiempo en que logró estar sola, Lucas entró mirándola con atención y se dirigió hacia una de las mesitas de noche para sacar de la gaveta una libreta de anotaciones y un bolígrafo.—Te dejaré los tiempos en que debes tomar la medicina. Si los cumples, mantendrás tus impulsos controlados, sino, te dominarán las necesidades.Él escribía absorto en la libreta mientras ella lo detallaba. Lo notaba diferente. Bajo la camisa percibía músculos que antes no habían existido y los pantalones vaqueros parecían quedarle más ajustados.—Regresaré en unas horas. No salgas, afuera lo único que encontrarás será selva. —Al culminar, dejó la libreta sobre la mesa y
La furia estaba a punto de hacerla enloquecer. Tania iba sentada en la parte trasera de una camioneta de vidrios polarizados, rodeada por Carlos y por uno de los sujetos de ojos amarillos cuyo aroma le tenía los ánimos crispados, ya que olía a peligro y amenaza. Si fuera un perro o un felino, tuviera los pelos del lomo levantados y gruñiría por la ira.Carlos no le había dirigido la mirada desde que apareció el barbudo del laboratorio, se notaba apenado, pero a la vez, enfadado. Ella pensaba que ellos de alguna manera lo estaban haciendo actuar en contra de su voluntad. Se negaba a perder la fe en todos a su alrededor, era imposible que no hubiese alguien de confianza.Con disimulo acercó una mano hacia la de él logrando que la mirara con ansiedad al sentir su contacto. Con ojos suplicantes le pedía que la ayudara, pero lo que hacía era aumentar el desasosiego del hombre.Salieron del pueblo en dirección a las montañas. Tomaban la vía hacia Caracas. Eso la desesperó. Quizás la llevarí
Se detuvieron en un restaurante de carretera, con intención de cenar algo. Lucas pidió varias cosas y se apartaron a una mesa retirada.Tania comía como un animal hambriento, con grandes bocados que tragaba casi sin masticar. Él la observaba con atención, con una pequeña sonrisa en los labios. Disfrutaba del espectáculo.—¿Es todo lo que vas a comer? —consultó ella con la boca llena, al ver que solo había tomado una hamburguesa. El hombre aumentó la sonrisa.—Sí. Desayuné suficiente esta mañana y tomé cada una de las dosis que me correspondían de la medicina. Por eso estoy bien.La chica lo observó con extrañeza, sin dejar de masticar. Él se inclinó en la mesa apoyándose en sus brazos para hablarle de forma confidencial. Al notarla confundida, sintió la obligación de darle una mejor explicación.—Nos han inyectado ADN de animales, nuestro organismo es capaz de aprender a comportarse como ellos, incluso, nuestro estómago.La chica trataba de tragar, tanto la información que recibía, co
Llegaron a una cabaña oculta entre las montañas y ubicada cerca de un riachuelo. En otro momento de su vida, a Tania le habría maravillado aquel lugar. Era de sus favoritos: rodeado de naturaleza, oculto y arropado por una semipenumbra.De niña siempre le fascinaron esos ambientes salvajes, mantenidos con poca tecnología. Por eso, al marcharse del orfanato, se mudó al Jarillo. Por instinto buscaba la soledad de las montañas sin imaginar que eso la acercaría a sus verdugos.Bajó del vehículo recibiendo las miradas lacerantes del musculoso y de la mujer que habían estado encerrados con Lucas en la cueva, así como la del rubio con rostro burlón y de otros tres sujetos más a los que no conocía.—Nunca he tenido tiempo de presentarlos —dijo Lucas, ubicándose junto a ella—. Él es Ronald —alegó en referencia al musculoso—. Olivia y Andrés —reveló en dirección a la mujer y al rubio—. Rudy, Jonás y Willy —culminó, y señaló a los otros tres sujetos que se encontraban algo alejado del grupo—. To
Los contactos de Lucas le habían informado que esa noche era propicia para asaltar el laboratorio provisional ubicado en el asentamiento militar. Los promotores de los proyectos que allí se llevaban a cabo se encontraban ocupados. Instalaban, junto a los responsables militares de la zona, un laboratorio más grande a varios kilómetros de distancia, en el interior de las montañas, y buena parte de la seguridad se hallaba en los alrededores de la capital en busca de Tania.A la chica le sorprendió la cantidad de equipo de ataque que poseían para invadir la instalación. No conocía de armas, pero las que Lucas y sus amigos tenían parecían bastante modernas, además de ser numerosas. Había un mínimo de tres pistolas para cada uno, así como armas largas y unas similares a ametralladoras.El material se complementaba con decenas de cajas de balas, granadas, cuchillos y otros objetos letales que eran repartidos entre el grupo como si fueran bollos de pan. Por supuesto, a ella no le daban nada.
Como se lo había indicado con anterioridad, Lucas le prohibió salir del auto mientras ellos atacaban el laboratorio. La instalación era un galpón pequeño, con un estacionamiento trasero donde podía observarse varios vehículos tipo militar dañados.Era una noche clara y silenciosa, bañada con una estática que anunciaba la cercanía de una tormenta. Tania se retorcía los dedos para controlar los nervios, inquieta por el inicio de la acción.Cuando los chicos ya no estaban a la vista, bajó con sigilo del auto y se aproximó al laboratorio tomando un camino más largo. El sonido de animales rastreros la angustiaba, así como el siseo de posibles serpientes. Pensó en regresar y volver a la seguridad del vehículo, pero al recordar que su vida dependía de las medicinas guardadas en aquel lugar, decidió seguir.Al estar cerca, vio como Lucas y el resto estaban a punto de entrar. Habían neutralizado a los tres guardias que se encontraban en la puerta y se disponían a invadir el galpón.Se apresuró
Dejó abandonada la moto en los alrededores de la ciudad y buscó un transporte público que la acercara al boulevard. No podía andar por Caracas en un vehículo robado y sin las protecciones que indicaba la ley. La detendrían, y eso podría llevarla a sus captores.Al ubicar la tienda, entró en ella como si estuviera llegando a su casa. No había ningún dependiente atendiendo los mostradores abarrotados de objetos antiguos, ni clientes. Se internó en el pasillo esquivando el desorden.—¡Severiano! ¡Severiano! —exclamó ansiosa, pero al llegar al final de la tienda sintió miedo.¿Y si sus captores habían llegado antes y secuestraron al viejo?—¿Tania?Pegó un salto y ahogó un grito al escuchar que pronunciaban su nombre tras su espalda. Al descubrir que era Severiano, dejó que sus lágrimas corrieran en libertad por sus mejillas y se abrazó al hombre experimentando por primera vez en esas semanas algo de alivio.—¡Oh, gracias a Dios, gracias a Dios! —expresó entre llantos.Severiano acarició