—Ya están por salir, voy a acercarme —espetó la joven por la ventanilla—. Vuelvo enseguida.
—¡Claro!, ve tranquila —aseguró la mayor—. Yo me quedó con esta belleza.
Kimberley caminó relajadamente hacia la puerta del establecimiento a esperar con el resto de las madres que ya se encontraban en el lugar, mientras abuelas, y padres también lo hacían.
—Me alegra verte nuevamente —espetó una de las mamás del grupo donde la joven se acercó—. ¡Felicidades! Supe que tuviste una hermosa beba.
—¡Gracias! Sí fui mamá hace dos meses, debería haber tenido en estas fechas, pero la niña se adelantó. No qui
Misael llegó tomado de la mano de la oficial hacia donde estaba la madre, el pequeño se zafó del agarre para abrazar a su mamá.—¡Hola mami! Te extrañé.—Pequeño ven aquí.—Lo abrazó también—. Mami también los extrañó mucho —espetó entre sollozos.—¿Por qué lloras mami? —preguntó Misael secando una de sus lágrimas.—Porque mami está emocionada —intervinó su hermana al ver que la joven no pudo emitir una palabra.—Señora Roux, debo escoltarla hasta el hospital —comunicó la oficial—. Es testigo ocular
Jennifer se encargó de pagar los cafés, a pesar de que su hermana insistió en pagar su parte. Luego abandonaron el bar nuevamente rumbo al hospital. La joven deseaba tener noticias de su prometido, aunque no había pasado demasiado tiempo. Rogaba porque ya estuviera fuera de peligro. Ingresaron por guardia y se acercaron a recepción. —Buenas tardes, quisiera saber si hay alguna novedad del joven Francis Galanis. —¿Qué es usted del señor Galanis? —preguntó la recepcionista. —Soy su prometida. —Revoleó los ojos mirando a su hermana. —Bien, el señor Galanis se encuentra en cirugía. —¿Sabe cuánto tiempo más tardará? —No sabría decirle señorita. ¡Lo siento! —Podría averiguar, por favor. —Claro le averiguo. Tomé asiento, que en un momento le digo. —Gracias —espetó cordialmente, aunque fue más por cortesía que por amabilidad. —Estoy segura que está bien —acotó su hermana, mientras caminaban para sentarse. —Me desespera no saber nada. —Aún no llamas a Amber. —le recordó su hermana.
—Lo siento —espetó finalmente a los pocos segundos—. Ya me voy. —Está bien, puede quedarse unos minutos más. —Kimberley se levantó—. Solo vine a chequear sus signos vitales, y veo que se encuentra estable. —Me quedaría toda la noche… —Lastimosamente no se puede. —Sí lo sé, me lo informó la doctora que me trajo. —Pero sin embargo, puede quedarse unos minutos más. Despedirse de su esposo. —¡Ojalá pronto lo sea! —musitó la chica, viendo al joven y luego giró para ver a la enfermera—. Estamos comprometidos, hay fecha para marzo. Pero aún no sé qué sucederá. —Saldrá, parece un hombre fuerte —comentó la enfermera tocando el hombro de
La chica salió de la habitación segundos después de retirarse del baño. Se tumbó sobre la cama armada con la bata de toalla puesta, y el cabello sujeto en un rodete. Sus ojos estaban abiertos de par en par y se encontraban tan brillantes que parecía iluminar la habitación. Pestañeó varias veces y las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, ya estaba cansada de llorar, pero no podía hacer otra cosa, el agua brotaba por sí sola de los ojos. Se recostó sobre un lado y vio un portarretrato con la foto de ambos en una fiesta a la cual habían asistido hacía casi un año. El agotamiento la fue venciendo hasta que se quedó dormida, y pesé al esfuerzo que hacía para no hacerlo. Se despertó súbitamente a la mañana siguiente cuando sus pequeños mellizos saltaron enérgicamente sobre la cama a la vez que gritaban. —¡Maldita sea! —musitó enojada. <
Kimberley le sonrió al hombre y bajó del vehículo, miró a su alrededor por sentirse desorientada hasta que divisó el lugar donde tenía la oficina su abogada. Ingresó cabizbaja a pesar del buen momento en el taxi, y Amelie se levantó de su asiento para abrazarla.La asistente la había hecho pasar sin anunciarla.—¡Estás fatal, cariño! —exclamó al ver el rostro de la joven—. Siéntate y cuéntame todo.—De acuerdo. —La joven obedeció.—¿Quieres algo para tomar?—Solo un vaso de agua.—¡De acuerdo! —La abogada
—Señorita, digo Kimberley llegaste —espetó Amber al verla en un movimiento de cabeza que había hecho.—Sí, perdón por no anunciarme, pero estaba disfrutando de la escena.—Los niños han estado corriendo desde que te fuiste. —Se levantó y recién ahí los pequeños se percataron de la presencia de su madre.—¡Mami! —exclamaron al unísono y se acercaron a abrazar a la joven por las piernas.—Hola bonitos míos. —Saludó la mujer—. Vi lo bonito que estaban jugando.—Mis era un monstruo que perseguía a la princesa, o sea, yo —expresó a su mamá con
La joven salió de la cocina en dirección al baño, buscó las pastillas en el botiquín, unos instantes después regresó al lugar y le entregó las pastillas, continuó hacia la nevera y tomó una botella de vidrio pequeña para entregarsela a Kimberley. La joven empinó la botella y tragó las pastillas rápidamente.—Puedo dejar la cena preparada para que solo tengas que calentarla.—No hace falta Amber. Eres muy amable, pero estaré bien. Ocuparme de los niños será bueno para distraerme de los problemas.—Sí, esos pequeños pueden ser un bonito cable a tierra cuando las cosas no están bien.—Así es.
Jennifer recordó que una de sus compañeras de los dos años que estudió medicina, trabajaba en el mismo hospital en el cual estaba internado Francis y con el favor de la doctora quien era jefa de guardia en terapia intensiva, podría verlo. No le importaba que fueran unos cuantos minutos por día, para la joven era suficiente. Nadie se enteró de que ella lo visitaba, ni siquiera sus suegros. Era tal el grado de desesperación que tenía la joven, que sentía que su vida pendía de un hilo. Estaba tan llena de pensamientos oscuros, que había olvidado por completo la boda. En el pasado había reducido el número de invitados, justo unos días antes de que las invitaciones fuesen enviadas. Sería una boda simple, solo para compartir con los más allegados. Cada noche cuando se acostaba, se prometía en llamar a primera hora al día siguiente a la joven que planificaba su boda, y el día la absorbía en actividades que provocaban que se olvidase. Fue a las dos semanas de aquel fatídico evento que llama