Las tres mujeres se pusieron a juntar todo lo que le pertenecía a Leila, y la acompañaron hasta el auto porque eran varias las cajas. Se despidieron de su amiga y permanecieron en el lugar hasta que la joven subió al auto y salió del estacionamiento, mientras agitaron las manos despidiéndose de ella.
Leila vio como sus amigas se iban haciéndose pequeñas por el retrovisor, y las lágrimas le nublaron por un instante la vista, luego cayeron por sus mejillas hasta tocar el nacimiento de sus pechos. La angustia que tenía en su corazón demasiada, si bien no la habían despedido, lo sentía como un aviso antes de un inminente despido. Si lo hacían se le complicaría conseguir en otro lado, y ella sin pequeños a su alrededor a quien cuidar y atender, moriría. Fue afortunada de no sufrir una accidente mientr
Dustin no dejó de pensar en todo el resto del día en la discusión que había tenido con Leila. Esa vez había sido preocupante, y no estaba seguro de que la joven tomase terapia para recuperarse, se sentía desesperado y no sabía qué hacer. Esa noche tuvo guardia y quiso estar concentrado en su trabajo ya que al llegar se enteró de que tenía una cirugía de urgencia por un accidente de tránsito múltiple que había ocurrido una hora antes. Pero cuando estuvo en un receso de sus actividades, la mente volvió a invadirlo con la escena.Se encontraba en la sala de empleados comiendo un tostado y un café para mantenerse con energía, porque en realidad no tenía muchas ganas de comer, y eso lo había pedido en el buffet del hospital. Su mirada se enc
Leila le dio un beso en la frente y a pesar de los sonidos guturales, la joven dejó el lugar sin darle importancia a lo que pudiera decir, o que los niños arriba pudieran escuchar la voz del hombre. Cuando llegó al descanso superior, miró una vez más hacia abajo, solo podía ver las piernas del joven y estás no se movían, lo que le dio a entender que no estaba intentando escapar. Sonrió satisfecha y salió del lugar cerrando la puerta. —¿Misael, Siena dónde están? —preguntó la joven buscando a los mellizos por la casa. —Aquí tía —indicó el más pequeño desde la sala. Ambos pequeños miraban dibujos en la televisión como ella los había dejado. —Veo que su niñera sigue durmiendo —indicó la mujer al ver a la chica desmaya
Eran las cuatro de la tarde cuando Kimberley salió de su oficina, iba a encontrarse con la diseñadora de su vestido. Cada día que pasaba la boda la entusiasmaba más, ya tenían fecha. Sería el quince de marzo del siguiente año, una fecha simbólica porque fue el día en el que se conocieron. La chica le avisó a su asistente y le pidió que se quedara hasta la hora de salida por si habían llamadas importantes. Tomó sus cosas y bajó hacia el estacionamiento para subir al auto. Cuando estaba de camino llamó a su prometido, quien contestó luego de varios timbrazos. —¡Hola amor! ¿Pasó algo? —preguntó el joven. —No amor, está todo bien. Solo quería escuchar tu voz un momento y decirte que estoy yendo para ver el vestido —respondió Kimberley. —¡Bien! —espetó entusiasmado—. ¿Ansiosa? Porque yo muero por verte con él.<
El quinto vestido no le gustó a nadie, los hombros descubiertos no le convencieron a la joven y los volados a su hermana le parecieron demasiado latinos. Cuando Kimberley se colocó el sexto vestido supo que era el indicado. Una gran falda, escote reservado y una espalda descubierta, eran lo que ella estaba buscando, no había encaje, ni transparencias, las tiras de los hombros eran gruesas y sujetaban bien el vestido, y la falda era tan amplia como ella deseaba. La joven salió a la sala de espejo.—¡Es ese! —exclamó Jennifer sin pensarlo.Sus amigas estaban emocionadas, Shirley tenía lágrimas en los ojos.—¿Qué opinan chicas? —preguntó la joven.—Es el correcto &mdash
Kimberley se levantó y comenzó a caminar de un lado para el otro hasta que vio el móvil de Amber donde lo había dejado, se acercó y decidió ver si podía saber de algo, alguna conversación del día de la fecha, o llamada. Creyó que podría estar bloqueado, pero se equivocó y todo fue sencillo. Aunque no encontró nada del día de la fecha. Revisó sus contactos y vio un número que decía madre. Sostuvo el aparato por un largo momento en sus manos con el número a la vista, no estaba segura de llamar, pero finalmente tras meditarlo lo hizo. —Hija, te dignas a telefonear —espetó bromeando la mujer. —Hola, señora. Lo siento, no soy Amber… —¿Secuestró a mi hija? —inquirió preocupada. —No, claro que no. Soy Kimberley Roux, ella cuida
Leila no sabía cómo calmar a los pequeños, no paraban de preguntar por su madre. Por un instante se arrepintió de haber tomado esa decisión, pero la descartó inmediatamente. Ella debía criar a esos pequeños junto a su verdadero padre.—Ya coman, en un rato le hablaré a su madre para saber porque no está aquí —indicó la mujer con molestia.Pasó sus manos por la cara y cuando estaba pasándolas por el cabello, escuchó un ruido en la planta superior.—¿Qué fue eso tía Leila? —preguntó Siena mirando hacia arriba.—No lo sé, pequeña —espetó levantándose—. Pero iré a aver
—¿Estás bien? —preguntó Amber preocupada.—Creo que me rompí la mano, pero no importa —respondió mientras sostenía su mano golpeada.—Debería ver eso —espetó la joven acercándose.—Estoy bien Amber —dijo molesto y se alejó.—Solo intento ayudar —musitó ella.—Sí, lo sé. —Resoplo afligido—. Disculpa, esta situación me está alterando, no creí que Leila podría llegar a hacer algo así.—No debí salir sin el teléfono —comentó ella caminando de un lado a
—¿Duermes? —preguntó la chica.—Lo intento —respondió el joven.—¿En qué piensas? —preguntó y él giró hacia el lado donde estaba acostada colocando su brazo debajo de la cabeza.—En todo lo que está sucediendo —espetó suspirando—. Aún no me muestras los análisis que has hecho —protestó.—Mañana lo haré. ¡Lo prometo! —indicó ella—. ¿Acaso no crees en mí? Yo jamás te mentiría con algo así.—Lo sé, pero piensa Leila que eso no es algo habitual —indicó el joven—. Me habla