—¿Qué quieres? —preguntó secamente la joven.
—Hola Leila, quería saber si estarás en tu casa esta noche.
—Sí, ¿pero tú no tienes que trabajar? —indagó la joven.
—Tenía, pero uno de mis compañeros me pidió un enroque para el sábado porque tiene una despedida de soltero —respondió Dustin—. Así que él va hoy, y yo lo cubro ese día —acotó con la voz desinflada.
—¿Y para qué quieres ir a mi apartamento? —tenía la esperanza de que fuera para una conversación, se la debían.
—Me he dejado en tu casa un pa
Dustin no lucía mejor que Leila sentado en la barra de un bar de la ciudad, pero sin duda su sistema era más resistente que su prometida. Luego de descansar lo suficiente, decidió salir porque no podía quedarse analizando los papeles con su nombre impreso que había visto sobre la mesilla central del apartamento de ella. La curiosidad estaba matándolo, hubiese preguntado, pero el ambiente no era el mejor.«¿Qué hace con papeles de exámenes que contienen mi nombre?», pensó el joven confundido, mientras tomaba el décimo trago de vodka. Rodeó con la yema de sus dedos el borde del vaso, y se dirigió hacia el bartender.—¡La cuenta, por favor! —solicitó, m
—¿Qué te sucede? —preguntó consternado el mellizo.—¡Eh! —espetó aturdido.—Sí no te conociera bien, diría que algo te sucede con mi mujer —bromeó, solo para luego arquear una ceja por la expresión en el rostro de su hermano—. ¿Dustin te pasan cosas con Kim?Su hermano quedó viéndolo perplejo, sin saber que responder, pestañeando nervioso y los segundos que tardó, fueron eternos para el anfitrión. Volvió arquear la ceja, esperando que el cirujano respondiera, estaba apunto de zamarrearlo para que reaccionara, pero escuchó su voz.—¡No! Claro que no —exclamó intentando parecer horrorizado.<
Durante el fin de semana fue ideal para Leila porque tenía tiempo para saber qué rumbo quería para su vida, analizar si el tiempo que había pedido Dustin era suficiente, e incluso pensar sobre qué sentía ella por él, y viceversa. Tener esos pensamientos le estrujó el corazón, y retumbó en su mente. Se había propuesto descansar, pero no pudo y se notó el lunes cuando regresó al hospital y tuvo un ataque de llanto tras atender a una pequeña que vio parecida a Siena.—Pasa —le dijo una de sus compañeras entrando a la oficina de la chica, y luego cerró la puerta—. ¿Quieres decirme que te sucede? —preguntó Janet.—No lo sé —dijo entre lágrimas.&md
Las tres mujeres se pusieron a juntar todo lo que le pertenecía a Leila, y la acompañaron hasta el auto porque eran varias las cajas. Se despidieron de su amiga y permanecieron en el lugar hasta que la joven subió al auto y salió del estacionamiento, mientras agitaron las manos despidiéndose de ella.Leila vio como sus amigas se iban haciéndose pequeñas por el retrovisor, y las lágrimas le nublaron por un instante la vista, luego cayeron por sus mejillas hasta tocar el nacimiento de sus pechos. La angustia que tenía en su corazón demasiada, si bien no la habían despedido, lo sentía como un aviso antes de un inminente despido. Si lo hacían se le complicaría conseguir en otro lado, y ella sin pequeños a su alrededor a quien cuidar y atender, moriría. Fue afortunada de no sufrir una accidente mientr
Dustin no dejó de pensar en todo el resto del día en la discusión que había tenido con Leila. Esa vez había sido preocupante, y no estaba seguro de que la joven tomase terapia para recuperarse, se sentía desesperado y no sabía qué hacer. Esa noche tuvo guardia y quiso estar concentrado en su trabajo ya que al llegar se enteró de que tenía una cirugía de urgencia por un accidente de tránsito múltiple que había ocurrido una hora antes. Pero cuando estuvo en un receso de sus actividades, la mente volvió a invadirlo con la escena.Se encontraba en la sala de empleados comiendo un tostado y un café para mantenerse con energía, porque en realidad no tenía muchas ganas de comer, y eso lo había pedido en el buffet del hospital. Su mirada se enc
Leila le dio un beso en la frente y a pesar de los sonidos guturales, la joven dejó el lugar sin darle importancia a lo que pudiera decir, o que los niños arriba pudieran escuchar la voz del hombre. Cuando llegó al descanso superior, miró una vez más hacia abajo, solo podía ver las piernas del joven y estás no se movían, lo que le dio a entender que no estaba intentando escapar. Sonrió satisfecha y salió del lugar cerrando la puerta. —¿Misael, Siena dónde están? —preguntó la joven buscando a los mellizos por la casa. —Aquí tía —indicó el más pequeño desde la sala. Ambos pequeños miraban dibujos en la televisión como ella los había dejado. —Veo que su niñera sigue durmiendo —indicó la mujer al ver a la chica desmaya
Eran las cuatro de la tarde cuando Kimberley salió de su oficina, iba a encontrarse con la diseñadora de su vestido. Cada día que pasaba la boda la entusiasmaba más, ya tenían fecha. Sería el quince de marzo del siguiente año, una fecha simbólica porque fue el día en el que se conocieron. La chica le avisó a su asistente y le pidió que se quedara hasta la hora de salida por si habían llamadas importantes. Tomó sus cosas y bajó hacia el estacionamiento para subir al auto. Cuando estaba de camino llamó a su prometido, quien contestó luego de varios timbrazos. —¡Hola amor! ¿Pasó algo? —preguntó el joven. —No amor, está todo bien. Solo quería escuchar tu voz un momento y decirte que estoy yendo para ver el vestido —respondió Kimberley. —¡Bien! —espetó entusiasmado—. ¿Ansiosa? Porque yo muero por verte con él.<
El quinto vestido no le gustó a nadie, los hombros descubiertos no le convencieron a la joven y los volados a su hermana le parecieron demasiado latinos. Cuando Kimberley se colocó el sexto vestido supo que era el indicado. Una gran falda, escote reservado y una espalda descubierta, eran lo que ella estaba buscando, no había encaje, ni transparencias, las tiras de los hombros eran gruesas y sujetaban bien el vestido, y la falda era tan amplia como ella deseaba. La joven salió a la sala de espejo.—¡Es ese! —exclamó Jennifer sin pensarlo.Sus amigas estaban emocionadas, Shirley tenía lágrimas en los ojos.—¿Qué opinan chicas? —preguntó la joven.—Es el correcto &mdash