Capítulo 12
Dándose cuenta de lo que Santiago pretendía hacer, Lina se quedó perpleja.

—Señor Cruz, usted...

Probablemente impaciente por su lentitud, Santiago extendió la mano y la atrajo hacia él, presionando sin querer el dorso de la mano de Lina.

Lina contuvo el aliento por el dolor, con el rostro contraído. Santiago aflojó su agarre y en su lugar sostuvo su muñeca, volteando su mano para examinarla. Vio una gran zona enrojecida e inflamada en la piel blanca, con algunas ampollas.

Santiago frunció el ceño.

—¿Cómo te has hecho esto?

Mojó un bastoncillo en desinfectante y comenzó a aplicarlo suavemente en su mano.

Cuando el bastoncillo tocó una ampolla, Lina se estremeció de dolor.

Santiago se detuvo.

—Hay que drenar las ampollas.

Al oír “drenar las ampollas”, los ojos de Lina se llenaron de lágrimas.

Santiago sacó una aguja del botiquín.

—Aguanta un poco, puede que duela un poco.

Su voz era increíblemente suave, haciendo que Lina se enterneciera y lo mirara sin darse cuenta.

Santiago poseía
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