—Tess… —empezó a decir August mirándola, como si esperara que ella lo interrumpiera, echara a llorar, o le reclamara, pero ella simplemente se quedó allí, cruzada de brazos, mirándolo sin mostrar emoción alguna en su rostro. Parecía más bien estudiarlo, como si se viera diferente y ella no lograra reconciliar este nuevo aspecto con el del antiguo August.
Él, al parecer desconcertado por su actitud, se quedó allí en silencio, sin añadir nada más.
—¿Qué esperas de mí, August? —preguntó ella elevando un poco el mentón y apretando suavemente sus labios.
—¿Qué… espero de ti? —August frunció el ceño y la miró bastante confundido, y Tess no pudo evitar dejar salir una risita incrédula.
—¿Quién crees que soy ahora? —volvi&o
Adam se quedó allí viéndola irse, con un cúmulo de sentimientos haciendo carrera en su pecho. El encuentro se había dado al fin, y esto había salido muy diferente de lo que alguna vez imaginó. Si Tess se hubiese tirado sobre él, abrazándolo, sintiendo alivio por su regreso, o se hubiese mostrado dolida, pero con esperanza, su corazón habría muerto dentro de su pecho, porque eso habría significado que, aunque se sentía traicionada, ella aún había estado esperando a su esposo, lo que indicaba que también lo amaba… Pero ella despreciaba a August, o eso era lo que parecía.¿De verdad, Tess había olvidado por completo a August? ¿Había muerto ese amor realmente? Todo lo que ella le había dicho le indicaba que sí, pero, ¿sería así de verdad? Un amor verdadero es difícil de olvidar; un amor
—¿Y cómo… te sentiste al verlo? —le preguntó suavemente Heather a Tess, que estaba sentada frente a ella, con los brazos fuertemente cruzados, sus ojos secos y moviendo agitadamente un pie.—¿Qué cómo me sentí? Pues… sentí ira. Me sentí furiosa, con ganas de… escupirlo.—¿No sentiste un poco de dolor?—¿Dolor? Me dolió en el alma el tiempo perdido todos estos tres años. Tres años, Heather, ¡tres años de mi vida! —Heather la miró y suspiró, pero no interrumpió a su amiga—. Ya no me duele él, ahora sólo pienso que es un maldito hijo de… —Heather la detuvo alzando sus cejas, pues el pequeño Roger estaba en sus brazos, con la barriguita llena de leche y dormido. Tess se mordió los labios—. Sólo me sent&iacut
Tess regresó un poco tarde en la noche. Se había quedado en casa de Heather lamentándose por haber perdido ante August en el juzgado, y de paso, Raphael le había contado todo lo que habían averiguado de su flamante ex marido. Heather le había pedido que se quedara a pasar la noche, pero Tess se había negado. Necesitaba tiempo para pensar, para acomodarse a su nueva realidad… otra vez.—Gracias, John —le dijo al chofer de Heather, que la había traído hasta aquí y la ayudaba con Rori, que dormía ya profundamente, mientras ella llevaba a Nicolle, también dormida. En un brazo llevaba el bolso en el que guardaba algunas cosas de los niños, y Kyle, algo cansado y adormilado, se aferraba a su mano libre.Antes de entrar los dos adultos se detuvieron, y John se puso en alerta cuando vio un sujeto acercarse desde la casa.—Un intruso —susurró J
August ayudó a Kyle a acostarse, le quitó los zapatos, le ayudó a ponerse el pijama y luego lo arropó, conversó unos minutos con él y le besó los cabellos al igual que Rori cuando al fin cerró los ojos.—No me quiero dormir —dijo Kyle con una sonrisa—. Es tan genial que estés aquí.—Tú lo has dicho —le dijo August—. Genial… y así será siempre.—¿Lo prometes?—Lo juro—. ¿Por qué estaba haciendo esto?, se preguntó Tess cerrando con fuerza sus ojos. August, sabía, era un hombre voluble, cambiante. Hoy era un entusiasta de la familia, la vida y el amor… pero en unas semanas estaría por allí, quejándose de las obligaciones, de la rutina, de no poder salir con sus amigos por tener que cuidar tres críos. Y los que sufrirían serían
Tess abrió los ojos y apagó la alarma de su teléfono móvil sin la más mínima energía. Oh, cuánto necesitaba seguir durmiendo, de verdad… Hasta el mediodía, quizá.Pero los niños debían ir a la escuela, y ella trabajar, y nada de eso le sería posible si se quedaba aquí remoloneando en la cama.A veces sentía que esta era la parte más dura de ser madre soltera.A veces, porque en realidad había muchas otras.Se sentó y miró a su lado en la cama, pero Nicolle no estaba, lo que le hizo fruncir el ceño. ¿Dónde estaba esa pequeña?, ¿se habría ido a despertar a sus hermanos, como hacía a veces? Dobló la espalda allí sentada en la cama y se masajeó la cara. Estuvo allí unos minutos hasta que, inevitablemente, todos los momentos vividos el día
Desayunó lo preparado por August, que incluso se quedó con Nicolle hasta que fue la hora de su guardería, y le prometió llevarla él personalmente hasta allá. Y mientras los dos la acompañaban a ella a tomar el autobús para ir a trabajar, August le declaró cuánto ganaba actualmente en su trabajo, lo que la desconcertó tremendamente. Un porcentaje de ese ínfimo sueldo sería para ella y los niños, tal como había sentenciado el juez.—No necesito tu dinero —le dijo ella, y él asintió.—Ahora no, porque ganas tres veces lo que yo, pero ascenderé, me posicionaré, y luego volveremos a hablar de este tema—. Tess rio con sorna.—No me digas—. August se giró a mirarla, que estaba cruzada de brazos y con su bolso apretado en su pecho. Él puso su dedo índice sobre su ceño, masaje&
Tess abrió los ojos y esta vez voló de la cama. Había despertado antes de que sonara la alarma, y aun así, notó al mirar el reloj, durmió una hora más. Otra vez August… o quien quiera que estuviera en su cuerpo.Salió de la habitación anudándose la bata y arreglándose un poco el cabello y se encontró otra vez una escena en la cocina. Los niños limpios y vestidos, desayunando, pero ya Nicolle no estaba sobre los hombros de su papá, sino sentada como una dama en la encimera, comiendo. Tess se cubrió la boca con la mano cuando vio que August intentaba peinar a Rori con un listón de seda rosa.—Yo haré eso —le dijo, y él la miró entre agradecido y sorprendido. Ella no estaba molesta, sino… sonriente.—¿Dormiste bien? —le preguntó volviendo a los fogones. Tess miró su espalda si
Los días se pasaron. August cumplió al pie de la letra su promesa de venir por los niños el sábado temprano, y luego el domingo por la mañana. No le pidió que los acompañara, tal vez intuyendo que se negaría. Cuando los vio partir estuvo a punto de pedirles que la esperaran para ir con ellos, pero luego pensó en esta tarde a solas, tomando un largo baño con una copa de vino, paz absoluta en la casa, y se contuvo.Y exactamente eso hizo. Puso música, llenó la bañera de sales y perfumes que había comprado hacía mucho tiempo y que nunca había usado, y se sumergió en ella con absoluta delicia. Tenía su cabello limpio, sus piernas depiladas, el agua seguía caliente y el vino era bueno. No se le podía pedir más a la vida.Y luego se puso a arreglar la ropa de los niños.Una mamá era una mam&aacut