Capítulo 3.

Se sentía atrapada, resguardada, protegida, expuesta, la complejidad de las emociones de Luciana era tal, que en un momento se encontraba con toda la certeza de querer alejarse de él y al segundo siguiente creía que ese pedazo de piel cálida y reconfortante era el lugar correcto.

Un cosquilleo comenzó a subir por sus piernas la caricia sutil de sus dedos, de manera que todo su ser empezó a temblar… estaba nerviosa, ante él, ante lo desconocido.

Sí, lo hizo, tembló como colegiala en su primera vez, antes de ese beso, antes de ese primer roce, pero la diferencia era que ella no conocía a quien haría todo lo que estaba por venir.

Luciana se concentró  en el  rostro que tenía frente a ella, con rasgos marcados, como si de un general se tratara, autoritario, acostumbrado a jamás recibir un no por respuesta aun así algo la tranquilizaba.

  “Su mirada era segura y fuerte, aun no logro entender por qué me hace sentir que podría ver mi alma  si lo deseara” Luciana se encontraba divagado en su falta se razón ¿por qué sentía algo tan fuerte por alguien a quien acababa de conocer?

¿Podría hacerlo? Ella comenzó a empujarlo, queriendo alejarlo de ella, no podría estar así de expuesta.

A pesar de su esfuerzo, su cuerpo cedía ante la presión de el por retenerla. ¿Por qué no se movía como lo deseaba?

“La copa” pensó “el vino tenía algo más provocando que esté completamente a merced de sus deseos, incapaz de reconocer la realidad, todo lo que veía cambiaba de forma y de lugar”

La curiosidad de estar frente a ese misterioso y enigmático hombre la atormentaba, quería correr y alejarse pero algo la atraía.

El contraste de luz hacia poco posible ver a profundidad cada matiz de él, pero su rostro estaba cincelado a la perfección, la frente con las marcas necesarias para mostrar su experiencia en la vida.

La nariz recta y sus labios entreabiertos, incitantes, de los cuales brotaba un olor peculiar a alcohol, enmaderado y fuerte… como él.

Pero nada la preparó para afrontar esa mirada profunda, carente de límites, sabía lo que quería y en este momento era a ella.

En un momento inesperado, Mauricio la tomó entre sus brazos con una facilidad sorprendente, para moverla y dejarla sobre una cama que estaba a un costado a su altura.

Las luces estaban tan tenues que en ese lugar solo se veía un solo cuerpo recortado entre las sombras.

— No deberías resistirte de ésta manera— Mauricio se comunicó por primera vez con su ahora esposa, y esa voz era profunda y gruesa.

— Yo no…— Luciana tenía una sensibilidad al tacto poco común, sus manos habían comenzado a temblar y su espalda se había arqueado ante el contacto con una nueva textura.

"El se colocó sobre mí con demasiada facilidad, bloqueándome el movimiento de cadera, me tiene a su disposición ” Luciana se encontraba atenta a cada uno de los movimientos de su ahora esposo “Así de cerca es sencillo notar que me observa… cada pequeño detalle pasa un estudio exhaustivo, me mira de manera descarada pero al mismo tiempo contemplatoria” Contradicciones que para Luciana eran incompatibles.

Cabello rojizo y rizado a pesar de estar en un moño, su verdadera naturaleza se colaba entre los broches, sus ojos inocentes y expectantes, nariz delicada y sus labios en forma de corazón, entreabiertos listos para ser consumidos por los de él.

La piel nívea y pálida se encontraba bañada por pequeñas y delirantes pecas, todo su rostro estaba en la misma situación y él pensaba explorar si su cuerpo era igual.

Él tomó ambas muñecas al sentir que ella quería tomar algo del control que le pertenecía, siempre era así, tomó ambas muñecas con su mano y las envolvió con una corbata para atarla a una base.

— ¡Ah!

— Es seda—  susurro a él ante la exclamación de sorpresa por la temperatura helada contra la piel cálida de ella.

Ella intenta recuperar el control, la movilidad de sus manos.

 — No te resistas—  se escuchó Mauricio con una voz ronca y posesiva — de ahora en más, debes hacer cuánto te ordene.

— No…— Se suponía que él era tranquilo, que era amable, tal vez eso era en su día a día y en la intimidad era otra cosa, pensó preocupada Luciana.

Él cubrió sus labios con un dedo impidiéndole seguir su frase.

— Suficiente, ahora no te muevas.

Luciana se encontraba con una sensibilidad tan grande que hasta el aliento de Mauricio al rosar su piel era suficiente para erizarla, y su mirada continuaba conociéndola, reconociéndola, dejando un rastro invisible en cada lugar por el que pasaba.

Ella finalmente lo sabía.

Ésta presencia, y poder envolvente era lo que hacía a este hombre tan respetable, como lo era.

Aunque su mente y cuerpo en este momento no estaban de acuerdo y cada cual actuaba a su propia conveniencia.

Y su cuerpo iba ganando la batalla.

— Miranda eres y serás mía.

El continúo su recorrido pero esta vez con el dedo anular de la mano, el más delicado, más sutil, activando cada una de las terminaciones nerviosas de Luciana aunque ella se esforzara para evitarlo.

Su cuerpo y su deseo se estaban volviendo parte de ella… lo quisiera o no, al sentir la erección en contra de su cuerpo Luciana comprendió que en definitiva no todos los rumores eran verdaderos.

Tenía entendido que Mauricio no podría cumplir con totalidad el acto sexual, pero con todo lo que estaba sintiendo, dejaba claro que ése no era un problema, no para él.

La intensidad con la que estaba llevándose a cabo todo, la tenía abrumada así que decidió pedir un poco de misericordia a su esposo.

— Mauricio por favor… 

— ¡Silencio!— Gritó el sorprendiéndola y en ese momento se decidió a hacerla perder la cordura, como mejor sabía hacerlo.

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