Secreto Creciente. Enamorada del hermano de mi marido
Secreto Creciente. Enamorada del hermano de mi marido
Por: Alana Aguilar
Capítulo 1.

Finalmente habían llegado, Luciana estaba usando un hermoso vestido de novia, blanco como la nieve mostrando toda la ilusión de una nueva vida, un nido lleno de amor, aunque su mente estaba oscura y perturbada.

“Esto realmente no debería ser así, no debería suceder, no debería estar aquí” Pensaba llena de dolor al darse cuenta que había perdido la autoridad sobre su vida.

El auto se detuvo en la entrada de la Villa de la familia Contreras, una de las más poderosas del país, aunque para ella era más un  castigo que un premio.

“¿Seré acaso la princesa que está a la espera de su honorable héroe? ¿Mauricio será más un amigo que un compañero de vida?” se preguntaba con  nostalgia.

— No quiero que hagas nada extraño— Susurró Rosa con autoridad y disgusto por estar ahí. — Ya sabemos a lo que vienes y lo que tienes que hacer, cualquier cosa fuera de eso me obligara a tomar cartas en el asunto…

La mujer que acompañaba a Luciana era una especie de guardia o niñera que estaba encargada de asegurarse que esta absurda boda se llevara a cabo…  y sobre todo que se consumara.

La vista de la agobiada novia se había desdibujado rápidamente así como su esperanza de escapar pero era inevitable, con los ojos fijos en la ventana, las lágrimas se interponían entre su vista y la imagen de la entrada a su tortura personal.

— No llores— La mujer susurró con las quijadas apretadas conteniendo el deseo de gritarle para hacerla entender su lugar. — Detesto a las lloronas como tú.

— No quiero hacerlo— Susurró Luciana, más como una súplica para ella misma que para obtener una respuesta— Por favor, no me dejes aquí, no puedo siquiera enfrentarlo cara a cara, me siento avergonzada.

Rosa puso los ojos en blanco, estaba cansada de escuchar las quejas de esa muchacha inmadura.

— Nadie se pondría a llorar por casarse con uno de los hombres más atractivos y poderosos del país, es ridículo que hagas todo esto, además se van a hinchar tus ojos.

— Pero él está…

— ¡Mira!— Para éste punto la paciencia de Rosa estaba por agotarse, no le pagaban lo suficiente para soportar tanto drama— Es sencillo, puedes largarte de aquí, yo ya tuve suficiente, por mí haz lo que quieras— una pequeña ilusión de poder liberarse de ese hombre logró colarse en el alma de Luciana — Pero los fondos para la operación urgente de tu padre se esfumarán contigo, tu sabes lo que haces.— la voz de Rosa era unos tonos más ligera.

Luciana sintió como si le atascaran un puñal en el pecho.

— Recuerda que nada es gratis, todo lo que tienes que hacer es dejarte amar por este hombre, si no es él sería otro cualquiera, así que relájate, mínimo con Mauricio Contreras   tu padre podrá ser atendido con la mejor tecnología en medicina, según sé, harías cualquier cosa por mantenerlo vivo, tu amado padre lo merece.

Luciana se quedó completamente petrificada ante a frialdad de la mujer que la acompañaba en ningún momento hubo un solo ápice de compasión como si de nada se tratara ser vendida al mejor postor.

La pobre mujer había sido guiada hasta un espacio como un recibidor dentro de la villa, se sentía ansiosa y sus manos temblantes lo demostraban, a pesar de esto Rosa siguió con su actitud de sólo escupir órdenes.

— Quédate aquí, no te muevas. — Comenzó a alejarse para perderse detrás de una puerta de madera maciza.

Luciana estaba intrigada por el lugar, era tan amplio que en cierto punto la hacía sentir la ilusión de estar sola, minutos después Rosa regresó con una copa de vino en la mano.

— Tómalo. — Demandó extendiendo la copa hacia ella.

— No tomo alcohol—  Algo dentro de ella le gritaba que no debía tomar ese vino, que no estaba bien.

Rosa la veía con anticipación como si supiera algo que ella desconocía y no quería explorar las posibilidades.

— No te estoy preguntando— Respondió Rosa y como la paciencia ya se le había agotado con su mano libre empujó a Luciana en contra de un sillón con fuerza desmedida para que se sentara, sorprendiéndola con la guardia baja.

Rosa dejó la copa en una mesita a un lado del sillón y se colocó sobre ella para bloquear cualquier posibilidad de resistencia de parte de la novia.

“¿Cómo puede ser tan fuerte? No puedo moverme” Pensó Luciana en un intento vano de mantener su capacidad de movimiento, su guardia parecía conocer de luchas ya que le hizo unos cuantos movimientos inmovilizándola.

Rosa  tomó la copa de vino de manera inmediata y sin previo aviso, tomó su cara presionando los cachetes para hacer que  Luciana de manera involuntaria abriera la boca, aprovechando para vaciar el contenido de la copa en ella.

En un intento desesperado por seguir respirando, Luciana pasó el vino, lo había tomado a pesar de no querer hacerlo.

Al terminarse hasta la última gota de vino, Rosa se levantó como si nada hubiera sucedido unos segundos antes, de nuevo estaba tranquila e imperturbable.

— No te había preguntado, ahora quítate el vestido.

Luciana aún estaba asombrada ante la fuerza de la mujer que la acompañaba. ¿Quién era ella reamente?

— ¡Ahora!— Gritó exasperada la mujer cerrando los ojos.

Luciana se levantó para intentar escapar, pero una mano firme la tomó por el brazo provocando que le doliera la piel por la presión demasiado fuerte.

— No quiero ser la responsable que tu esposo te conozca toda magullada. — amenazó tranquila Rosa.

Sabiendo que no tendría otra opción si deseaba salvar a su padre, Luciana  jaló fuerte su brazo para liberarlo.

La mujer se abalanzó sobre ella para comenzar a forcejear en busca de arrancar el vestido de Luciana, tenía indicaciones e iba a cumplirlas.

— ¡Déjame, suéltame!— gritaba ella con pánico.

“De nada serviría seguir aferrándose a la idea de poder salir de aquí, no podría imaginar su vida sin su padre, el único que siempre la había amado de manera incondicional y completa. No podía fallarle no ahora” Pensaba Luciana llena de perturbación.

Rosa se alejó al verla buscar ella misma la manera de quitar su vestido. Comenzó a jalar uno largos listones que estaban entrelazados sosteniendo el corsé del vestido.

En un intento por abrir los botones y no poder lograrlo con rapidez por el temblor de las manos, Rosa se acercó para hacerlo ella misma.

— No te acerques— Dijo Luciana, no estaba dispuesta a perder el ultimo gramo de dignidad, ante ella— Lo haré yo misma.

Al encontrarse de espaldas no alcanzó a ver la sonrisa de satisfacción que Rosa había dejado escapar en sus labios.

Unos minutos después el último botón se había desabrochado y el vestido cayó arremolinándose a sus pies para quedar expuesta en ropa interior de lencería poco discreta y provocadora en tono blanco perla haciendo brillar su pálido tono de piel.

Luciana se sentía expuesta y utilizada, de la manera más cruel posible, pero algo estaba claro, ahí desnuda  y a solo unos cuantos pasos de perderse a sí misma, había decidido que no  iba a permitir que nada le impidiera tener a su padre cerca, incluso estaba dispuesta a ser parte de una transacción donde ella solo sería una pieza más del juego, una moneda para ser utilizada por quien le conviniera más, sin poder evitarlo recordó las últimas palabras de su madre antes de verla por última vez.

“Recuérdalo a partir de ahora tú serás Miranda De Borbón Angulo y nadie debe pensar lo contrario”.

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