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TRES DIAS DESPUÉS DE QUE SEBASTIÁN LA MIRARA

(Narración: Isabella)

Con gritos cargados de terror las personas corren huyendo de él, intentando salvar sus vidas. En cambio, él camina con una amplia y divertida sonrisa en su perfecto rostro que solo demuestra lo mucho que está disfrutando de la situación.

El lujoso rifle se mantiene firmemente en su pálida y tatuada mano como si fuese una extensión de él. Sus pasos están cargados de arrogancia y superioridad que solo lo hacen lucir aún más poderoso de lo que ya es.

Sus gruesos y amplios hombros se contornean suavemente con cada uno de los pasos que da por el lugar, sus profundos ojos azules parecen navajas de doble filo que amenazan con dañar a cualquiera que se atraviese en su camino. Su rostro por excelencia es el pecado en vida, con sus perfectos rasgos italianos que te demuestran que la lujuria puede cobrar vida en un hombre.

Eso es él, un hombre cargado de pecado, de lujuria e ira. Un hombre que no teme ser reconocido o admirado, no teme ser capturado y mucho menos teme ser herido.  Eso lo convierte en el hombre más peligroso del mundo. Un hombre que no le teme a nada y no tiene nada que perder.

El sonido de sus pasos se funde con el sonido de los gritos de la multitud aterrada. Sus zapatos manchados de sangre manchan el blanco suelo del aeropuerto con cada paso que da. Entonces sus labios se estiran con fuerza, dibujando una amplia sonrisa  diabólica y burlona que solo nos demuestra que estamos perdidos. Clava la mirada en unos cuantos hombres y alza la ceja mientras busca con su fría mirada a su siguiente víctima. Me sorprende ver como se convierte aún más fuerte frente a nosotros, entonces ahí lo noto. Se alimenta de nuestro miedo.

Los dos hombres que lo acompañan se despliegan por el aeropuerto cuando Sebastián les da una orden, ambos sostienen con seguridad los rifles. Los gritos me mantienen aturdida y los sollozos de las personas me aterran.  Ahogo un fuerte chillido cuando la gran navaja de Sebastián penetra con fuerza la garganta de un hombre que se ha atrevido a tocarlo.

Coloco mis manos en el suelo y gateo lentamente por el lugar para encontrar una mejor visión de lo que está sucediendo. Silenciosamente coloco mis manos en el mostrador blanco que me cubre y lentamente asomo mi cabeza sobre el mostrador. Me sorprendo al encontrarlo, recargado en el mostrador con una fría y diabólica sonrisa que es solo para mí.

Sus ojos azules se mantienen clavados en mi temerosa mirada y me observa como si yo fuera lo que tanto ha estado buscando, puedo sentir como con su mirada me atrapa y toma control absoluto de mí. Recarga su rifle en el mostrador blanco y extiende su mano para sacar la navaja de la pálida piel del hombre que ha asesinado segundos atrás, la imagen de su piel ensangrentada me marea por completo provocándome ascos. Su mirada en ningún momento se aleja de mi mirada. Alza la ceja al percatarse que no alejo mi mirada, me sorprendo a mí misma al darme cuenta que no estoy muerta de miedo, como debería de estarlo.

— ¿Estas perdida gatita?— pregunta con una coqueta y ronca voz que provoca que mi piel se erice en cuestión de pocos segundos. Mantiene su amplia sonrisa y  su mirada en mí. Clava su navaja ensangrentada en la madera del mostrador blanco. Sembrando una semilla de pánico en mi vientre.

Cierro mis ojos con fuerza ante el horrible sonido que causo la madera y él suelta una pequeña risa juguetona al ver mi reacción. Trago saliva mientras pienso en la  mejor manera de huir de su radar. Sus dos hombres  se acercan y le susurran unas cuantas palabras. Sebastián en  ningún momento desvía su mirada de mi rostro y no creo que tenga intención de hacerlo. Sus acompañantes me miran con fuerza al igual que Sebastián lo hace pero ninguno de ellos puede causarme ese sentimiento de terror y placer que se acumula en mi entrepierna a causa de la mirada penetrante de Sebastián. Que enferma soy.

—Tienes dos minutos para huir si no quieres que mi navaja atraviese tu delgado y sensual cuello— susurra con sensualidad. Me muerdo el labio suavemente y cierro mis ojos por un momento con esperanza de que al abrirlos nuevamente él no estará ahí.  Pero me equivoco y lo encuentro a mi lado. Cubriendo todas mis posibles vías de escape, Sebastián me tiene encerrada entre el mostrador y él.

Desvió la mirada hacia sus acompañantes y parecen divertirse por completo con la actitud de su jefe. Mi mirada se convierte en un mar de lágrimas que amenaza con desbordarse en cuestión de segundos. Sebastián me empuja con fuerza al ver mis ojos llorosos y me estrella en el mostrador. Sollozo al caer al suelo y me alejo a rastras de él. Mi espalda choca con una parte del mostrador y respiro agitadamente al darme cuenta que es mi fin.

Sonríe una vez más y  se pone de cuclillas para poder verme con atención. Levanta su mano y  acaricia levemente mi seno izquierdo antes de acariciar mi largo cabello oscuro.

—No creo que te quede bien el cabello largo— susurra  con cierta diversión en su voz, lleva la mano a su cadera y saca una segunda navaja de su cinturón.

—No lo hagas— le suplico. Él toma mi cabello nuevamente entre sus manos ensangrentadas y con rapidez pasa la navaja por uno de los largos mechones de mi cabello. Observo mi cabello caer en el blanco suelo y jadeo de decepción.

—Aquí se hace lo que yo quiera gatita. — susurra. — no tienes derecho a opinar.

—Lo sé— susurré para luego levantar mi mirada del suelo y clavarla en sus ojos azules. Estoy furiosa y sé que él lo sabe.

— ¡Entonces no me digas que hacer!— grita Sebastián a centímetros de mi rostro. Intento ocultar mi rostro entre mis piernas  y jadeo cuando el miedo termina por apoderarse de mí. Sebastián gruñe y se aleja de mí al verme llorar. — Llévenla con los demás— dice con autoridad mientras se aleja de mí y mira a sus hombres.

Uno de los hombres de Sebastián se acerca a mí con una amplia sonrisa y me toma del brazo para poder llevarme con los demás rehenes. Aunque lo desee sé que no debo de intentar defenderme o terminare como el hombre que asesino Sebastián. El agarre del hombre se intensifica en fuerza y termino por soltar un fuerte jadeo de dolor. Clavo mi mirada en el suelo, intentando evitar la mirada de los rehenes cuando me obligan a caminar frente a ellos, sé con exactitud que me miran con preocupación y terror.

Levanto mi mirada del suelo  y la dirijo hacia él. Sebastián se recarga nuevamente en el mostrador blanco. Mi mirada es atraída como imán hacia el tatuaje de serpiente que envuelve su brazo. De repente  Sebastián luce completamente aburrido y busca con la mirada una nueva manera de divertirse. Nuevamente su mirada se clava en mí y me mira detenidamente, finalmente suelta una pequeña sonrisa al verme caer en el suelo. Sus hombres me han dejado caer.  

—Comienzo a aburrirme— dice al mismo tiempo que juega con su navaja sangrienta. Sebastián suelta un suspiro y mira a uno de sus hombres — ¿Debería matar a uno por uno o simplemente debería de colocar una bomba y explotar todo el lugar? Ya encontré lo que quería.

— ¡No puedes hacer!— Interrumpe la voz de una chica. La mirada de Sebastián, al igual que la mía se dirigen con rapidez al rostro de la chica, mi hermana.

Mi cabeza se debate por completo, sé que debo permanecer tranquila o terminare con un tiro en la cien pero no puedo permitir que mi hermana termine muerta por mi cobardía. Observo como Sebastián apunta la cabeza de Lola con el rifle y se detiene frente a ella. Coloco mis manos en el suelo para apoyarme y me levanto con fuerza. Todo el lugar se inunda de gritos cuando el rifle de Sebastián cae al suelo y me detengo frente a él. Lo miro a los ojos, esta vez retándolo con la mirada, me mira directamente a los ojos y suelta una sonrisa juguetona antes de pasarse la lengua por los labios y escanearme.  Un fuerte jadeo de dolor se escapa de mis labios cuando toma mi rostro con fuerza.

Sus ojos azules se entrecierran un poco mientras me asesina con la mirada. Su agarre desaparece por completo cuando mi pequeña mano toca su brazo. Toma mi mano y la aleja por completo como si mi tacto le dañara, como si le quemara. Me mira con el rostro completamente serio y niega suevamente. Puedo sentir la temblorosa mano de Lola en mi espalda mientras busca un poco de mi tacto para poder calmarse.

—Así que me divertiré contigo… gatita— me susurra con un tono completamente amenazante. Llevo mi mano hacia mi espalda y busco la temblorosa mano de Lola, la tomo cuando finalmente la encuentro y la aprieto con fuerza para así evitar soltarla. Sebastián mira el lujoso reloj que trae puesto en su muñeca y frunce un poco el ceño.— Tres quince— dice, anunciándome la hora para luego levantar la mirada y verme.— cuando este reloj marque las tres veinte iré por ti… así que escóndete muy bien, si te encuentro serás mía.

Retrocedo unos pasos  ante sus palabras y no pienso mucho antes de echarme a correr por el aeropuerto sin dejar de sostener a mi hermana.  

—Esto déjenmelo a mí— escuchó decir a Sebastián mientras corro— esta gatita la atrapo yo.

Puedo escuchar los jadeos y sollozos de Lola mientras la arrastro conmigo, sé que la probabilidad se salir con vida es poca pero al menos intentaré salvar a mi hermana. Si Sebastián quiere tomarme que me tome pero a mi hermana no.

Suelto por un momento la mano de mi hermana y abro una de las puertas que conducen al pasillo de mantenimiento, si consigo esconderla ahí...él nunca podrá encontrarla.

La mirada de Lola viaja por cada uno de los rincones del lugar, puedo ver en su mirada como el miedo comienza a apoderarse de ella y temo de que en cualquier momento termine sufriendo un ataque de pánico como solía tenerlos de niña. La empujo al abrir una puerta y la miro por unos segundos antes de simplemente despedirme con la mirada, me aseguro que la puerta este perfectamente cerrada y corro nuevamente por el aeropuerto. Esta vez, sola.

Me adentro en una  de las oficinas del aeropuerto y observo el reloj, mi corazón se detiene al comprobar que únicamente me queda un minuto. Entro en pánico y me bloqueo sin saber a dónde huir. Mi mirada viaja por la habitación en busca de una posible salida, encuentro un ducto de ventilación.

Mis manos toman con fuerza las rejillas del ducto de ventilación y las retiro para poder entrar en ellas.

— ¡Voy por ti!— grita Sebastián a unos cuantos metros. Cierro las rejillas y comienzo a gatear en el pequeño conducto de ventilación. Puedo escuchar los pasos de Sebastián buscándome, al igual que puedo escuchar los gritos de los rehenes. Chillo cuando el estrecho conducto de ventilación se tambalea con fuerza.

Continuo gateando en busca de una posible salida, el conducto se tambalea por segunda vez y finalmente cae. Haciéndome caer unos cuantos metros de altura.

Sebastián me mira con una amplia sonrisa y me acaricia el rostro.

—Te encontré gatita. — me susurra con su voz ardiente y gruesa. Clavo mi mirada en  la oficina y termino frunciendo un poco mi ceño ante mi confusión. — te dije que si te encontraba serias mía y estas aquí... tu viniste a mí.

Sin darme cuenta sus palabras atraviesan mi piel y  me envuelven en cuestion de segundos. Se acerca a mí con su mirada penetrante y coloca sus fuertes manos en mi tembloroso ser. Sus manos viajan rápidamente por mi cuerpo y acarician todo lo que encuentran a su paso. Estoy completamente a su merced y aunque sé que eso esta mal termino cayendo en su mirada oscura. 

Sebastián me toma con fuerza del rostro y une sus labios con los míos para después morderme los labios con fuerza, causando que un poco de sangre salga de ellos. Él saborea la sangre de una manera sádica. Me encuentro en una fantasía prohibida que no debería de gustarme. Suavemente desliza sus manos por mi rostro y acaricia mis mejillas. Su rostro se aleja de mi un poco, dejandome con la respiración entrecortada.

— ¡Por favor!— le susurro cuando vuelve a tomar con suavidad mis mejillas, mi piel quema y cosquillea al sentir la sangre acumulándose en mi rostro. Sebastián gruñe con fuerza y destroza mi seguridad en cuestión de segundos, dejandome aún más sumisa de lo que probablemente ya me encontraba. 

— ¿Esto es lo que quieres?— me pregunta con voz ronca. Asiento rápidamente y jadeo nuevamente al sentir por tercera vez su mano en acariciando la suave piel de mi rostro.  — Mira lo desesperada que te encuentras— susurra, por su tono de voz se que está sonriendo y eso me encanta. Puedo sentir la calidez de sus manos y es completamente extraña la sensacion que me hace sentir. Una sensacion de cariño que no puedo explicar— sé que quieres que te quite la desesperación pero tendrás que rogarme un poco más.— dice con su voz calida.

Sus palabras solo logran que me impaciente aún más, incrementando mi deseo. Puedo sentir como su corazon palpita dentro de su pectoral, bajo mi mano intentando tocar el tatuaje de serpiente que tiene en su mano pero Sebastián me lo prohíbe, gruñe con fuerza y jala muñecas hacia su pectoral.

Por un momento fugaz creo que sus labios finalmente tocarán los mios pero él lo unico que hace es volver a sonreír, burlandose de mi. Demostrandome que él es quien tiene el control en estos momentos. 

—Mírate... eres una gatita muy impaciente...— susurra, deslizando su rostro hacia mi oido, su respiracion me impacienta un poco más. ¿Por qué esta haciendo esto? no entiendo por que se niega tanto a complacer un tacto tan inocente.

Es completamente obvio que él ha hecho cosas peores y mucho más intensas que compartir un suave tacto conmigo, ¡Acaba de hacerlo hace unos segundos y ahora se rehúsa a hacerlo!

—¿En verdad no piensas hacerlo?— le pregunto mientras observo su mirada azul clavada en mí, su respiración tan tranquila que me desespera. Al ver la repentina sonrisa que me regala me dan ganas de agarrarlo a golpes hasta que finalmente deje de burlarse de mí.

—Puedo hacerlo cuando quieras, gatita... solo deseaba ver que tanto podías soportar— me dice antes de finalmente unir sus labios con los míos.

— ¡Despierta!— grita uno de los hombres de Sebastián mientras me mira. Abro los ojos y observó el despejado cielo de la ciudad. Miro a mí alrededor y encuentro el rostro de Sebastián completamente tenso mientras me mira.

— ¿Dónde quedó la oficina?— pregunto mientras observo a Sebastián con su perfecta camisa blanca.

— ¡No puede ser!— dice él, fingiendo sorpresa. Se acerca a mí con rapidez y me muestra su perfecta dentadura. — ¿Estabas fantaseando conmigo?— me pregunta. Siento mis mejillas arder cuando me doy cuenta de la realidad. Estuve fantaseando con el hombre más buscado en todo el mundo. — ¿Te gustó como me veía? Puedo darte un poco más de eso si me lo pides, gatita.

Mantengo mi boca completamente cerrada y suspiro.

—Sebas... fue un error, intenté tomarla cuando cayó pero no pude hacerlo.

—Está bien... Lucas. Busca a Oscar. Tenemos que irnos. — dice Sebastián al mismo tiempo que me toma de la cintura y me levanta sin ningún problema. Jadeo de dolor y me llevo una mano a la cabeza al mismo tiempo que cierro mis ojos con fuerza. Suspiro al sentir sus calidas manos tocándome. Estoy mareada y adolorida así que no me importa lo que haga.

Escucho el sonido de la puerta abrirse y abro mis ojos lo más que puedo. Sebastián me deja en el asiento de atrás y me observa con sus ojos cargados de confusos deseos. Sé lo que quiere y me sorprendo a mí misma al darme cuenta que no puedo darle lo que él desea.

Su mirada me amenaza por completo al mismo tiempo que me mira con curiosidad y ahí es cuando finalmente me pregunto ¿Por qué me mira de esa manera? ¿Qué es lo que realmente desea de mí? ¿Por qué el demonio de Valencia me tiene en su auto? ¿Por qué yo?

Intento levantarme para poder huir de su auto  pero él coloca su mano en mi hombro y me vuelve a acostar en el asiento. Frunce el ceño y chasquea la lengua unas cuantas veces.

—No lo hagas...—susurra con su voz amenazante. Luce cono un leopardo listo para atacarme en cualquier momento si decido moverme tan solo un milímetro.

— ¡Me estas secuestrando!— le gritó. Esperando que alguien pudiera ayudarme pero soy una estúpida. ¿Quién se atrevería a interponerse en los planes de Sebastián?  Nadie. El dolor de mi cabeza se intensifica al gritar y maldigo por haberlo hecho. Jadeo de dolor y me llevo ambas manos a la cabeza. Sebastián ríe divertido y sale del auto, asegurándose de amenazarme con su mirada por última vez. Esta vez estoy decidida a mantenerme quieta tal y como él lo ha pedido. Puedo sentir como mis piernas flaquean y tiemblan a causa del pánico que comienza a recorrerme por completo. Sé que no podre escapar de él  por lo que comienzo a creer que moriré dentro de poco.

 Los dos hombres que acompañaban a Sebastián se reúnen con él en el exterior del auto y hablan sobre algo que no puedo escuchar. El hombre al que llamo “Lucas” Sebastián abre la puerta y me observa fijamente como si buscara en mi rostro algunas respuestas.

— ¿Es ella?— pregunta para después mirar a Sebastián.

—Es ella — dice Sebastián el rostro completamente serio. — finalmente la encontré... es mía y solo mía.

Cierro los ojos ante el fuerte dolor de cabeza y respiro con pesadez al darme cuenta que una vez más comienzo a perder el conocimiento y comienzo a  regresar a las fantasías.

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