(NARRACION: ISABELLA)
Me sentía en el paraíso sin Sebastián atrás de mí, sin sus miradas insinuantes y sin sus toqueteos indebidos. La ama de llaves me ha dado un tour por toda la casa y ahora sé dónde se encuentra la habitación de Sebastián pero al parecer es muy envidioso con su espacio y tengo prohibido entrar en ese lugar, al igual que tengo prohibido entrar a la galería y en especial a la librería. Se me hace un poco obsesivo de parte de Sebastián prohibirme áreas de la casa, me hace sentir como la princesa bella, en un maldito castillo.
—Señorita, ¿Quiere ir al jardín?— me pregunta la señora Cristina y yo sonrío levemente.
—¿Tengo permitido ir al jardín?— le pregunto y ella asiente con rapidez.
—Puede ir al jardín las veces que usted desee.
—Entonces lléveme, por favor — le digo y ella me obedece por completo. Estoy emocionada de conocer el jardín y en especial esa hermosa fuente que vi hace unos minutos a través de una de las ventanas.
La señora Cristina abre las gigantescas puertas de cristal y me dejan el paso libre al hermoso jardín de Sebastián. Abro la boca un poco a darme cuenta de la gran belleza del lugar. La luna brilla con fuerza e ilumina cada una de las flores que hay en el lugar. Su jardín parece de película, al igual que el resto de la casa y me hace sentir como una princesa.
Unos hermosos ojos marrones se atraviesan en mi camino y quedo totalmente enamorada de ellos, el jardinero se acerca a mí y me regala una sincera sonrisa que me hace sentir viva por un momento.
—Un gusto conocerla, señorita Isabella— me dice al mismo tiempo que extiende su mano hacia mí, sonrió gustosa y tomo su mano para poder acariciar la áspera piel de su mano a causa de tanto trabajo. Él me mira a los ojos por un momento y parece quedarse paralizado por un momento. No quiero admitirlo pero me siento totalmente atraída por él. — Santiago Bianco— me dice.
—Isabella Renaldi— le susurro antes de soltar su mano.
—Lo sé, el joven nos la ha presentado hace unas horas. — dice con esa peculiar sonrisa coqueta en su rostro. Me pierdo en ella por un segundo y tengo la maldita sensación de querer lanzarme hacia él y besarlo.
—Señorita— dice Cristina, llamándome y eso me hace regresar a mi. Volteo a verla y luego miro a Santiago por un segundo. — el joven Sebastián ha llegado y la espera en su habitación.
—¿En la mía?— pregunto y la anciana asiente. Trago saliva y me despido del hermoso hombre que se encuentra a mi lado. Me dirijo a la puerta de cristal y con lentos pasos me acerco a mi habitación. Sé que es muy tarde por qué me siento muy cansada y él salió hace horas.
Los ojos azules de Sebastián se clavan en la mía y yo lo miro por unos segundos. Escaneo su comportamiento y me doy cuenta que esta ebrio. No parece estarlo completamente pero puedo percibirlo.
—¿Dónde estabas?— me pregunta con tranquilidad y yo simplemente me acerco a mi cama para poder acostarme. —¡Te pregunte algo!— me grita y cierro los ojos, aterrada.
—En el jardín— le digo. Él asiente y me mira fijamente.
—Espero y no andes de ofrecida con Santiago... ¡Ah! te traje un regalo — me dice como si fuéramos cercanos. Mete la mano en el bolsillo de su traje y saca una caja aterciopelada. Mi corazón se detiene por un momento al imaginar que pudieran ser unos anillos de compromiso. Sebastián se acerca a mí y abre la caja. Observo los diamantes del brazalete y me paralizo por completo. ¿Cómo debo de actuar? Es un regalo completamente caro. Es un brazalete completamente caro y es preciosos pero sé qué en mí no quedará bien en lo absoluto así que estoy completamente decidida a rechazarlo. Si lo acepto él pensará que tiene privilegios sobre mí y no quiero que piense eso.
Él me mira fijamente y frunce el ceño. Está molesto.
—¿No te gusta?— me pregunta y yo simplemente niego. Su rostro palidece por completo y entonces lanza el brazalete hacia una de las paredes de la habitación, me llevo las manos a la cabeza. Intentando protegerme de su repentina furia. —¡¿Por qué no puedes simplemente aceptarlo?!— grita.
Intento alejarme de él lo más posible pero entonces se lanza como un tigre sobre mí y me toma de las muñecas.
—¡¿Cómo puedes ser tan desagradecida?!— me grita en el rostro. Cierro mis ojos con fuerza y sollozo al darme cuenta de sus malditas intenciones. ¡No quiero que me bese!
Su aliento huele a varias bebidas, su aliento golpea mi rostro y me provoca incomodos escalofríos. Sebastián mantiene todo su peso sobre mí y me es imposible moverme bajo sus noventa kilos de puro musculo.
—Sebastián— susurro entre jadeos, estoy desesperada en busca de un poco de aire.— Sebas...— su rostro se acerca a mí y me toma de las muñecas con más fuerza. Un fuerte jadeo de dolor se escapa de mis labios al sentir la fuerza con la que me está sometiendo. Lo está haciendo completamente a propósito, quiere castigarme, quiere dañarme.
Me estoy volviendo loca entre el miedo y la desesperación por no poder respirar. Mis pulmones comienzan a gritar en busca de oxígeno. Sebastián rompe por completo la distancia que hay entre nosotros y une sus labios con los míos por completo.
No puedo más y termino golpeándolo con fuerza en el rostro. Él se aleja un poco y me mira como si acabara de ganarme un boleto al infierno y si lo creo. Teniendo en cuenta que él es Sebastián Russo. Me disculpo de inmediato e intento explicarle que estaba asfixiándome con su peso pero él parece no escucharme, incluso siento que su perfecta mirada azul comienza a oscurecerse de furia, estoy aterrada y no tengo ni la menor idea de cómo podre escapar de esto.
—No me golpees— le susurro con mi voz totalmente cargada de miedo y pánico. Sebastián ladea un poco su rostro y me mira.
—Acabas de ganarte el castigo de tu vida, gatita.
—¡Por favor no me golpees!— le suplico y él me mira con frustración y me jala hacia él para terminar cargándome. Me resisto entre sus brazos pero es imposible, él es mucho más fuerte que yo y nunca podre escaparme del agarre tan fuerte con el que sostiene mi cintura. Sebastián se asegura de que no pueda escapar de él y entonces me rindo por completo ante él y cierro mis ojos.
Mis ojos se abren nuevamente al escuchar el sonido de una puerta abrirse. Sebastián me baja de sus brazos y con completa rapidez me amarra de las cadenas que cuelgan del techo, estoy completamente amarrada como un cerdo recién asesinado en una carnicería. Mis pies apenas pueden tocar el suelo, estoy obligada a mantenerme en puntitas. Mis ojos viajan a cada uno de los rincones de la habitación. Tengo que admitirlo, estoy asustada y encantada.
Me siento como en una película de cincuenta sombras de Grey pero estoy con Sebastián y no con Grey. Las paredes son totalmente negras, hay un candelabro negro que apenas ilumina la habitación y en todo el techo hay una especie de tira de luces led rojas. En todas las paredes hay diferentes tipos de juguetes. Cierro los ojos por un momento y aprieto mis piernas. No es el momento adecuado para comenzar a sentirme de esta manera.
Hay un potro del amor en un rincón de la habitación, en la pared hay una equis gigante que no puedo recordar su nombre pero sé que es para mantener colgadas a las personas. Hay un especie de columpio, un tubo de pole dance y lo que más me aterra, una máquina completamente extraña.
Mi mirada se concentra en la gigantesca cama que hay frente a mí, hay esposas colgando del techo y en cada una de las esquinas de la cama hay cuerdas, listas en espera de sus víctimas. Esta es una habitación de tortura.
—Gatita, gatita, gatita— susurra mientras camina por la habitación con unas grandes tijeras doradas, de oro. Mi cuerpo tiembla de cansancio y lo mira.— ¿Sabes lo que ocurrirá esta noche?— me pregunta y sonríe mientras pasa las tijeras por la delgada tela de mi conjunto de pijama. Niego suavemente y sollozo al verlo . —No tienes de que asustarte disfrutaras de esto.— me dice mientras deja caer los últimos trozos de tela al suelo.
(NARRACION: ISABELLA)Estoy colgada en medio de la habitación, totalmente desnuda e inmovilizada. Estoy a su merced y él lo sabe.—¿Cuál es el castigo?— pregunto con nerviosismo, Sebastián suelta una pequeña risita burlona y se acerca a mí para terminar pasando su lengua húmeda por mi pecho izquierdo. Jadeo suavemente de placer y gimoteo al sentir sus labios rozar mi pezón para después tomarlo entre sus dientes y mordisquearlo un poco.Sebastián se aleja con una amplia sonrisa y me mira a los ojos.—¿Quieres saber cuál es tu castigo?— me pregunta y yo asiento levemente mientras mantengo mis brazos hacia arriba por culpa de las cuerdas.— te voy a azotar... cien veces y tienes que contarlas cariño.Ni siquiera puedo decir una sola palabra, mi cuerpo está temblando en una mezcla de pánico y nerv
(NARRACIÓN: ISABELLA)Probablemente acabo de cometer el error más grande de mi viva. Acabo de entregar mi cuerpo al hombre más poderoso del mundo. Al mafioso y asesino más conocido del mundo. Tengo tanto miedo que estoy segura que él puede olerlo. Me mira como si fuera una carnada, como si fuera un delicioso trozo de carne y el un náufrago que no ha comido en días.Sus ojos son completamente oscuros, lucen tan diabólicos bajo la tenue luz de la habitación. Estoy segura que han oscurecido bastante desde que entramos a la habitación.Mi cabeza cae hacia atrás cuando su húmeda lengua se pasa por mis piernas, limpiándome y saboreando todo mi sabor. Es tan vergonzoso que hago lo posible para no verlo, sus caricias son tan deliciosas que nuevamente me veo en el oscuro borde del orgasmo, cayendo con fuerza.Jadeo relajada cuando finalmente suel
(NARRACION: SEBASTIÁN)La follé por horas. Se lo advertí, le dije que lo haría y ella termino aceptándolo. Estoy ansioso por volver a sentir su estreches, sus pequeños escalofríos y sobre todo por escuchar sus delicados gemidos.Aprieto el botón de la pared y esperó un poco hasta que la puerta se abra. La señora Cristina me mira y me cruzo de brazos.—Prepara la cama de Isabella. — ordeno.—Si, joven — dice la anciana y se retira de la habitación. Termino de acomodarme la camisa y suspiro antes de tomar a Isabella y cargarla. Jalo la sabana de la cama y la cubro. Salgo de la habitación con ella en brazos. Respira tranquilamente sobre mi pecho, la miro fijamente mientras camino por el pasill
Despierto cuando los rayos de sol comienzan a golpear mi rostro. Maldigo en voz baja y ruego por la cama en busca de un poco más de oscuridad. Me detengo levemente al sentir mi cuerpo gritar a causa de lo adolorida que me ha dejado Sebastián. No quiero admitirlo pero anoche fue sorprendente.Nunca había experimentado esa sensación de ser dominada y complacida al mismo tiempo. Hay algo en él que no puedo describir, algo que me jala como un imán y a la vez me aterroriza. Sé que debo de escapar de este lugar, sé que él está loco y en cualquier momento podría perder la cabeza y asesinarme para terminar clavándome en un poste o peor aún... podría venderme a un mafioso igual de psicópata que él.—Señorita, buenos días...– me susurra Cristina con suavidad
(NARRACION: SEBASTIAN)La música golpea con fuerza cada uno de los rincones del lugar. Me abro espacio entre la multitud mientras bailan y gritan con euforia al levantar sus copas. Regreso mí mirada solo un segundo para comprobar que los gemelos vengan a mis espaldas. Suspiro molesto al chocar con un hombre que me mira con terror. Él sabe quién soy, le regalo una fría sonrisa y me acerco a él.— ¿Dónde está ella?— pregunto. El hombre me mira por unos segundos y niega con nerviosismo mientras intenta alejarse de mí, se intenta perder entre la multitud pero los gemelos no se lo permiten. Lo toman de los brazos y me miran en espera de una orden. Sonrió para luego carcajear y señalar el segundo piso. — Súbanlo— ordeno.— ¡Te pr
NARRACION: ISABELLAObservo a uno de los gemelos mientras el auto está en completo silencio. Puedo sentir como mis manos continúan temblando mientras sostengo con fuerza el cinturón de seguridad del auto. Él suspira y me voltea a ver por un segundo, luce algo incómodo y parece querer encontrar la manera de entablar una conversación conmigo. El traga saliva al escuchar los disparos del interior del auto. Los disparos parecen llenarlo de valor e inmediatamente voltea a verme por completo. Estira su mano hacia mí y me regala una amigable sonrisa.—No sé si Sebastián ya nos presentó pero me llamo Lucas. Soy el gemelo mayor. Nací con una mínima diferencia pero soy el mayor.— ¿Puedes ayudarme a escapar?— le pregunto en un pequeño susurro. Lucas suspira con fuerza y niega levemente mientras me mira.—Lo s
Estoy furioso. Tan furioso que me dan ganas de matarla pero, mierda no lo haré.—¿No te quedaron claras las putas reglas?—le pregunto. Isabella se aferra más a su cinturón de seguridad, lo toma y lo estruja entre sus delgadas manos mientras llora con fuerza. Me mira limpiarme los dedos de la mano con un trozo de tela y solloza. En cierto punto me recuerda a mi sobrina recién nacida, igual de lindas. Pero, estoy muy molesto con ella.Quiero golpearla pero no lo haré. No la lastimaría, al menos no hoy.—¿Sabes que te castigaré?—le grito y ella solloza.—¡Debería de matarte!—le grito.—¿Y por qué no lo haces?— me pregunta mientras llora en su asiento.—Por qué me gustas —le digo de mala gana. Ella me mira por un momento y frunce el ceño.—¡Maldita sea!—grit
NARRACION: ISABELLASuelto un pequeño suspiro cuando los rayos del sol entran por la gran ventana que se encuentra al lado de mi cama. Llevó ambas manos al rostro y suspiro nuevamente. Finjo estar dormida cuando escucho la puerta abrirse, la voz de Sebastián se escucha por toda la habitación pero no habla conmigo y no pretende hablar conmigo. Está hablando con un hombre. Reconozco esa voz, está hablando con el doctore que me atendió la noche anterior.Mantengo mis ojos cerrados mientras los escucho. Sebastián le está exigiendo que me cure, que no deje marcas en mi piel. Me molesta que él haga eso, por su culpa estoy herida y por su maldita culpa no puedo ir a mis clases de piano.—Sé que estas despierta— dijo él. — levántate y ve a ducharte. No me hagas tener que levantarte a la fuerza— dice Sebastián, mi cuerpo se tensa por completo al escuc