Capítulo 6

Victoria colgó el teléfono, su amiga tenía razón, inmediatamente se tomó una selfie y le puso algunos filtros para no ser reconocida, y le colocó un nombre falso, se registró en todas las redes sociales de parejas que encontró.

“Se compra marido”

Buena presentación.

Precio a negociar.

Firma de contrato prematrimonial.

Sin opción a divorcio antes de cuatro años.

Atractivas prestaciones.

Interesados enviar mensaje Inbox con Curriculum Vitae incluyendo fotografía de cuerpo entero.

 “Estás loca Victoria” pensó y elimino las suscripciones, debía encontrar otra manera, antes de tomar cualquier decisión, iba a consultarlo con Alfredo y con Pedro, ellos seguramente podían presentarle algunos hombres quizás conocería a alguien y tendría la oportunidad de enamorarse de verdad; ella siempre había soñado con enamorarse, tener un romance de telenovela y hacer el amor por primera vez con un hombre al que amara y deseara con locura, como para hacer realidad todas sus fantasías.

Llamó a Pedro para avisarle que no había ido a la ciudad de México y que no era necesario que enviara el chofer por ella al aeropuerto y salió de la cafetería, todavía era temprano y cuando iba en el camino, un anuncio le llamó la atención “Parque Nacional La Venta” y decidió conocerlo, había estado allí cuando niña en una excursión escolar, pero no lo recordaba.

Recorrió el museo que atesora una de las más grandes colecciones de piezas monumentales pertenecientes a la cultura olmeca, primera civilización de Mesoamérica, se impresionó al admirar animales pertenecientes a esta región tropical en la primera sección; y en la segunda admiró las piezas procedentes del asentamiento arqueológico de La Venta, en Huimanguillo, Tabasco, y admiró la flora y fauna del lugar, también pudo apreciar los impresionantes monumentos prehispánicos entre los que destacan figuras humanas manifestadas en altares, cabezas colosales y estelas representando seres fantásticos, que marcan el umbral del inframundo de los olmecas, así como mosaicos de piedra que constituyen una de las ofrendas masivas más importantes de esta cultura.

Cuando salió, no pudo más que sentirse orgullosa de sus raíces y de la riqueza cultural de su estado natal.

Volvió a Comalcalco y apenas iban a dar las cinco de la tarde, así que decidió visitar a Alfredo en la notaría, necesitaba preguntarle abiertamente si entre sus conocidos había algún joven casadero, se sintió como una solterona desesperada por conseguir un marido antes de que se le fuera el último tren.

Las oficinas de Alfredo se encontraban a un costado del palacio municipal, en una casona antigua de los primeros fundadores del pueblo en 1827, era sin duda una hermosa construcción, entró y en la recepción se encontraba una hermosa sala de espera con muebles de madera tallada a mano y el escritorio de una recepcionista.

—Buena tarde señorita, bienvenida ¿Le puedo ayudar en algo?

—Por favor, estoy buscando al Licenciado Alfredo Ritz.

—¿Tiene cita? El Notario se encuentra ocupado en este momento.

—No tengo cita, pero voy a esperárlo, solo dígale por favor que lo busca Victoria San Román.

—Le acabo de decir que está ocupado, no puedo molestarlo y tampoco puedo interrumpirlo.

—No se preocupe señorita, en algún momento tiene que salir, aquí lo espero el tiempo que sea necesario.

Pasaron dos horas y Victoria ya había leído todas las revistas que había en la sala, hasta que escuchó la voz que se despedía de la recepcionista.

—Hasta mañana Elena, que tengas buena noche.

—¿Alfredo?

—¡Victoria que haces aquí?

—Te estaba esperando, como no tenía cita y estabas ocupado, decidí esperar.

—¡Elena por qué no me avisaste que Victoria estaba aquí?

—Lo siento Alfredo, como no tenía cita, no quise interrumpirte.

—Elena, Victoria es… La quiero como si fuera de mi familia, por favor que no se vuelva a repetir, si ella viene y yo estoy ocupado, la pasas a mi sala privada y me avisas.

—Si Alfredo lo siento.

—Discúlpame yo, no quise causar un conflicto.

—No te preocupes ya es tarde pensaba cenar en el café que está la vuelta de la iglesia ¿Me acompañas?

—¡Por supuesto! Así platicamos.

Salieron y a la recepcionista se le retorció el estómago, Alfredo era soltero, nunca se casó, así que ella estaba enamorada de él desde que comenzó a trabajar en la notaría cinco años atrás, pero él parecía no tener ojos para ninguna mujer.

Alfredo y Victoria llegaron al café cenaron algo ligero y conversaron sobre Sonia, la madre de Victoria, tal parecía que era el tema favorito del Notario.

—Alfredo ¿Te puedo preguntar algo?

—¡Claro dime!

—¿Estabas enamorado de mi mamá?

—Como un loco, fuimos novios en el bachillerato, yo la amaba más que a mi vida.

—¿Y por qué no te casaste tú con ella? Seguramente ella hubiera sido más feliz a tu lado.

—No sé si hubiera sido más feliz, pero yo hubiera vivido sólo para que ella lo fuera. En realidad no sé qué pasó, cuando cumplimos tres años de novios, yo, le preparé una cena especial, en nuestro lugar favorito, acabábamos de terminar el bachillerato, habíamos planeado ingresar juntos en la universidad del estado, ella iba a estudiar agronomía y yo administración, quería que yo le pidiera trabajo a su padre en la fábrica y ella se haría cargo algún día de la hacienda, pero esa noche, no llegó a nuestra cita, me mandó una carta con Gertrudis diciendo que lo sentía mucho, pero que ya no podía seguir siendo mi novia, que se había enamorado de otro hombre y que iba a casarse, yo la busqué para que me explicara y me lo dijera de frente, pero ella se fue de viaje con su madre para comparar su vestido de novia. Mi padre era el notario del pueblo y siempre quiso que yo siguiera sus pasos, se había decepcionado cuando le dije que no estudiaría derecho así que esa noche le dije que iría a la ciudad de México a estudiar leyes, me fui y no volví hasta que termine la carrera, cuando volví, tú ya tenías cuatro años y Sonia estaba felizmente casada con Santiago.

—¿Tú te llevabas bien con mi padre?

—Él era uno de los principales clientes de mi padre, cuando él murió, yo me hice cargo del despacho por completo y mi relación con Santiago, digamos que era cordial, abogado - cliente, en realidad nunca fuimos amigos, yo siempre evité socializar con él, no toleraba verlo con Sonia y menos cuando supe que la engañaba con Dinora.

—¿Tú lo sabias? ¿Y no se lo dijiste?

—Cuando yo me enteré, Sonia ya estaba enferma, su tiempo se estaba agotando ¿Para qué hacerla sufrir con eso?

—Yo sabía que Dinora era amante de mi padre desde antes, algo me lo decía, ahora menos que nunca voy a permitir que se quede con mi herencia, de hecho, eso era lo que quería hablar contigo.

—¿Sobre la herencia?

—Sí, o más bien, sobre mi boda.

—¿Ya tienes una fecha? Entre más pronto mejor.

—Alfredo… ¿Cómo voy a tener una fecha? No tengo novio, nunca he tenido uno, ni siquiera tengo amigos y en Tabasco no conozco a nadie. ¿Cómo carajos se supone que me case? Pensé que tal vez tú me puedas presentar a alguien.

—Bueno, en el pueblo no hay mucho de donde escoger, tal vez la que te puede ayudar es Gertrudis, su hija es unos años más joven que tú, debe tener amigos.

—¿Qué tan joven?

—Debe tener dieciocho o diecinueve años, estudia en la ciudad de México.

—Mañana iré a visitarla, esta mañana pasó por mi mente una idea descabellada.

—¿Qué idea?

—Poner un anuncio en las redes sociales y comparar un marido.

—¿Comprar? No te entiendo.

—No quiero casarme con un hombre al que no ame, si conozco a alguien, nada me garantiza que me enamore, o él de mí y una relación, sobre todo un matrimonio, implica tener intimidad, tú sabes a que me refiero, estoy desesperada por evitar que Dinora se quede con la herencia y eso me va hacer aceptar a cualquier hombre que se me acerque. En cambio, si compro un marido, podré solo darle dinero a cambio, firmar un contrato por cuatro años, dónde se estipule que no habrá intimidad entre nosotros y que nos divorciaremos a los cuatro años, porque la cláusula estipula tres años un día entonces podría divorciarme a los cuatro años sin ningún problema. ¿No es así?

—Tienes razón, pero, sería muy arriesgado, si alguien se entera, Dinora se quedaría con todo, si ese contrato sale a la luz.

—No tiene por qué salir a la luz, si me ayudas a hacerlo bien, tu puedes redactar el contrato, lo haremos legal y en privado, sólo el marido, tú y yo lo sabríamos.

—¿Y qué pasaría si te enamoras de alguien más? Vas a querer tu libertad.

—Eso no pasará, he vivido diez años de mi vida prácticamente sin tener contacto con hombres, puedo seguir haciéndolo.

—No sé Victoria, debemos pensarlo muy bien, y que ganaría el marido que acepte el trato.

—Había pensado que podemos cederle un porcentaje de las acciones de la fábrica, un quince por ciento o tal vez el veinte, es una fábrica que genera utilidades de millones de euros al año, es mucho dinero, y obviamente, tendría que esperar los cuatro años para poder cobrar, durante ese tiempo no sé si haya la posibilidad de darle una mensualidad, incluso puedo ceder la que me corresponde, para que tenga una entrada de dinero en lo que cobra su parte del trato,

—Podríamos pedirle a Pedro que lo registre como empleado de la fábrica para que tenga un salario y así tu mensualidad no se vea comprometida.

—¿Ves? Ya estás pensando como yo. Puedo rentar una oficina en Villahermosa, allí entrevisto a los candidatos y cuando haya elegido uno tú te encargas del contrato, allá mismo, para evitar que alguien en el pueblo se dé cuenta, o algún empleado indiscreto.

—Yo tengo un departamento allá, podemos usarlo.

—Entonces no le diremos nada a nadie, en cuanto termine el novenario, pondremos manos a la obra.

—¿Por cierto, la primera misa fue hoy?

—Sí, en la capilla de la hacienda, era a las seis de la tarde, pero yo necesitaba hablar contigo, porque me estaba estresando y le hubiera pedido matrimonio al primer hombre que se me pusiera enfrente. ¿No podrías tu casarte conmigo?

—Jamás nos creerían, además mi novia me mataría.

—¿Tienes novia?

—Digamos que estoy saliendo con alguien, pero todavía no hay nada concreto.

—¿Por qué nunca te casaste?

—Al principio, tenía la esperanza de que Sonia se diera cuenta de que había cometido un error, después me dediqué de lleno al trabajo y luego, era mucho más cómodo, tener una amante, que pensar en algo serio, pero la vejez me está llegando y pienso que debo tener una compañera para mis últimos años de vida.

—Pero si todavía eres muy joven.

—Favor que me haces, me halaga que hayas pensado en mí como posible prospecto, pero yo amaba a tu madre, y no puedo evitar pensar que pudiste haber sido mi hija.

—Gracias Alfredo, sé que mi vida hubiera sido muy diferente si tú te hubieras casado con mi madre, ya debo irme, le dije a Lupita que llegaría para la cena, debe estar muy preocupada.

—Comenzaré con la redacción del contrato y te lo mostraré para que me des el visto bueno.

—Está bien, gracias por todo.

Cuando Victoria llegó a la hacienda, ya eran casi las diez de la noche, estaba estacionando la camioneta y Mario salió a su encuentro.

—Qué bueno que ya llegaste, mi mujer estaba con el alma en un hilo por la preocupación.

—Lo siento, fui a cenar con el Notario.

—No tienes porqué disculparte, Lupita debe entender que no tienes por qué darle explicaciones de todo lo que hagas.

—Yo le agradezco que se preocupe por mí, ustedes son como mi familia Mario.

—Gracias Victoria, eres igual de buena que la señora Sonia que en paz descanse.

—Avísale por favor a Lupita que ya llegué, me voy directo a mi habitación, estoy muy cansada.

Caminó hasta la entrada de la casa y luego avanzó por el corredor, claramente vio cómo un hombre salía de la habitación de su madrastra y corría hacia los cacaotales, no cabía duda que todo se pagaba en esta vida, así como su padre había engañado a su madre cuando estaba enferma, Dinora lo había engañado a él.

No sabía quién era ese hombre, apenas vio su silueta, pero ya lo averiguaría, o se dejaba de llamar Victoria San Román, entre más conocía a su madrastra, más se convencía de que la única manera de vencerla era… Comprando un marido.

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