Capítulo 4

Jake Bennett

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Me despierto por el sonido de la alarma a las 4:30 am, como cada mañana. Siempre he creído que la clave del éxito está en la disciplina. El éxito no se construye solo, y eso comienza antes de que el sol haya salido. Me levanto de la cama, mis pies tocan el suelo frío de madera, mientras estiro mis músculos aún adormecidos. Mi rutina me lleva al gimnasio en el segundo piso de mi casa, un espacio diseñado para el rendimiento. En una esquina, el rack de pesas y una caminadora; frente a mí, grandes ventanales que ofrecen una vista impresionante de la ciudad.

Me cambio rápidamente: pantalones de chándal negros y una camiseta ajustada. Todo está perfectamente dispuesto en mi armario. No hay espacio para el desorden, ni en mi vida ni en mi casa.

Empiezo con unos minutos de estiramientos antes de saltar a la caminadora. El sonido rítmico de mis zapatillas contra la cinta se mezcla con la música clásica que he puesto en los altavoces. Hay algo en el orden y la precisión de la música clásica que me ayuda a concentrarme. Treinta minutos más tarde, sudoroso pero energizado, apago la caminadora y me dirijo a la cocina. Un batido de proteínas será suficiente para empezar el día. Mientras lo preparo, miro por la ventana hacia el pequeño jardín trasero. El césped aún está cubierto de rocío, y el sol apenas comienza a iluminar el horizonte.

Subo al baño y me ducho, me visto con uno de los muchos trajes de tres piezas que tengo, me aseguro de que todo esté impecable. No hay margen de error en mi día, ni en mi imagen. Bajo las escaleras, donde Clara, mi ama de llaves, ya ha dejado listo mi desayuno.

—Buenos días, Jake —me saluda mientras me sirve un café.

—¡Buenos días, Clara! Gracias por el café. Sabes que lo necesito.

Ella ríe mientras sirve el café humeante en mi taza favorita.

—No hay problema, cariño. ¿Hoy será un día largo en la oficina?

—Como siempre —respondo, tomando un sorbo.— Pero primero, a ver cómo está el tráfico.

Salgo de casa y Manuel, mi chofer, está esperándome con la puerta del auto abierta.

—Buenos días, señor Bennett —dice con una sonrisa.

—¡Buenos días, Manuel!

El trayecto hacia la oficina transcurre en silencio. Revisó algunos correos en mi teléfono y hago anotaciones en el informe para la reunión de hoy con uno de nuestros clientes más importantes.

Al llegar a la oficina, el ambiente es profesional, eficiente, exactamente como debe ser.

Sarah, mi asistente, va detrás de mí al verme llegar y entrar a mi oficina.

—Aquí tienes el informe para la reunión —dice, entregándome una carpeta con todos los detalles del cliente.

—¿Lo revisaste personalmente? —pregunto mientras lo hojeo rápidamente.

—Sí, todo está en orden. Confirmé los números con el departamento de finanzas esta mañana.

Asiento, satisfecho. Sarah siempre es eficiente, y eso es exactamente lo que espero de mi equipo.

Me siento en mi escritorio y comienzo a repasar los puntos clave del día. La reunión con el cliente López es crucial. Nos jugamos un contrato importante y, como siempre, debo estar un paso por delante. Mi padre solía decir: "Nunca entres en una reunión sin saber más que los demás en la sala". Y es una lección que no he olvidado.

A media mañana, estoy en la sala de juntas. La reunión comienza puntual, como me gusta.

—Señor López, bienvenido —digo al estrecharle la mano, manteniendo mi tono firme y profesional—. Espero que podamos tener una conversación productiva.

—Gracias, señor Bennett. He estado esperando esta reunión —responde él, claramente impresionado por la puntualidad.

Nos sentamos, y la conversación fluye, hablamos de plazos, metas financieras y propuestas de colaboración. Mantengo mi enfoque en los números, las proyecciones de crecimiento y los beneficios estratégicos que podemos ofrecerle. Él me escucha con atención, y sé que estamos cerca de cerrar el trato.

—Veo que han cubierto todos los aspectos —dice el cliente, revisando los documentos que le entregué—. Estoy impresionado con el nivel de detalle.

—Nos aseguramos de que nuestras propuestas sean a la medida de sus necesidades —respondo —. Queremos que este acuerdo sea tan beneficioso para ustedes como para nosotros.

La reunión termina con un apretón de manos, un gesto que sé significa que hemos ganado su confianza. Mi equipo ha hecho un trabajo impecable.

De regreso a mi oficina, recibo una llamada de mi madre.

—Hola, mamá, feliz cumpleaños —digo mientras me recuesto en la silla.

—Gracias, querido. Solo quería recordarte que no olvides la cena de esta noche. Toda la familia estará aquí, ya sabes cómo es.

—Sí, lo sé. Estaré allí.

—Me encantaría que trajeras a alguien especial contigo, Jake —su tono es suave, pero directo.

Respiro hondo. Este es un tema recurrente en nuestras conversaciones.

—Mamá, estoy enfocado en el trabajo. No tengo tiempo para esas cosas ahora.

—Entiendo, pero no quiero verte solo.

—Lo sé, pero créeme, estoy bien así. Nos vemos esta noche.

Cuelgo antes de que la conversación se alargue más de lo necesario.

Más tarde, mientras reviso algunos contratos, Clara entra con una expresión incómoda.

— Señor Bennett, perdone la interrupción, pero la señorita Donovan está aquí. Dice que es importante.

Levantó la vista, sorprendido. ¿Vanessa aquí? ¿Que diablos buscaba en mi empresa?

—Dile que pase —respondo, aunque ya siento el malestar creciendo en mi pecho.

Vanessa entra a mi oficina, sus tacones resonando en el suelo de mármol. Lleva un vestido ajustado que acentúa cada curva y un maquillaje impecable que en otros tiempos me hubiese encantado ver, pero ahora lo que me provoca es jaqueca.

—cariño, sabía que me recibirías —dice con una voz melosa, como si todo estuviera bajo su control.

—¿Qué quieres, Vanessa? —Mi tono es seco, sin intención de soportar sus caprichos.

Se acerca a mi contoneando las caderas, se acomoda en una de las sillas frente a mi escritorio, cruzando las piernas de manera sensual según ella. Ni siquiera se molesta en saludar a Clara, quien sale rápidamente, sintiendo la tensión en el aire.

—He venido porque creo que deberíamos hablar —comienza, dejando caer su mirada en mi escritorio, como si cada objeto ahí pudiera contarle mis secretos.

—¿Hablar de qué exactamente, Vanessa? —pregunto, cruzando los brazos. Su presencia me incomoda, y no me gusta que esté aquí, recordando el pasado.

—De nosotros —responde

Me suena a la misma cantaleta de siempre.

—He estado pensando en nosotros... en lo que tuvimos. —Hace una pausa dramática, fijando sus ojos en mí—. Creo que cometí un error al dejarte. Hemos pasado tanto, Jake, y tú... bueno, siempre has sido el hombre adecuado para mí.

No puedo evitar una sonrisa irónica.

¿De verdad creíste que puedes simplemente aparecer y decir eso como si nada hubiera pasado? —mi voz es fría, y noto que su sonrisa vaciló por un segundo.

—Jake, escucha. Sé que te hice daño, pero he cambiado. —Se inclina hacia adelante, su escote estratégicamente visible—. Quiero volver contigo. Esta vez será diferente.

Me río, esta vez sin contenerme.

No hay "nosotros" —le digo, mi voz firme—. Lo que hubo terminó, y no tengo interés en revivirlo.

Eso es lo que tú crees —dice, con una sonrisa —. Pero la verdad es que siempre me has amado. Lo sabes.

Sus palabras flotan en el aire, y aunque antes hubieran tenido un efecto en mí, ahora solo provocan una mezcla de irritación y desprecio.

—Vanessa, no es a mí a quien quieres de vuelta, ¿verdad? —Me levanto, rodeando el escritorio hasta quedar frente a ella—. Lo que te interesa es el dinero, la vida que tengo. No soy idiota.

Su expresión se endurece por unos segundos, mostrando el verdadero rostro detrás de la fachada.

—No puedes hablarme así, Jake. Sabes que juntos éramos poderosos. Te ayudé a llegar a donde estás, y puedo volver a hacerlo.

—Me río, otra vez, la miro endureciendo mi expresión y con voz fría le digo. — ¿Ayudarme? ni tu te lo crees, si llegue a donde estoy fue por mis propios esfuerzos, a ti solo te importo el dinero que podrás sacarme.

—No necesito tu ayuda. —Doy un paso hacia la puerta—. Y no necesito este drama en mi vida. Ahora, sal de mi oficina.

Por un momento, veo el fuego en sus ojos, pero luego se levanta, se alisa el vestido y me lanza una mirada cargada de veneno.

—Te arrepentirás de esto, Jake. No vas a encontrar a alguien como yo otra vez.

—De eso estoy seguro —respondo, abriendo la puerta.

Sale sin decir más, pero su presencia deja una tensión en el aire. Sé que esto no ha terminado. Sarah no es de las que se rinden fácilmente.

Suspirando, Me siento en mi escritorio nuevamente, sintiendo el peso de la conversación con Vanessa todavía en mi mente. No puedo permitir que su presencia me afecte. Cierro los ojos un momento y me concentro en la pila de informes que tengo por revisar.

A medida que pasan las horas, me sumerjo en el trabajo.

—Señor Bennett, el informe sobre el proyecto de expansión está listo para su revisión —dice Clara al entrar, interrumpiendo mis pensamientos.

—Perfecto, Clara. ¿Has hablado con el equipo de diseño sobre sus propuestas?

—Sí, están trabajando en algunas ideas nuevas. Creo que tenemos opciones prometedoras.

La mirada de Clara es seria, y puedo ver que se preocupa por el éxito de la empresa tanto como yo.

—Buen trabajo. Asegúrate de que estén preparados para la reunión del lunes —le respondo, mientras reviso el informe que me entrega.

La tarde transcurre entre reuniones con algunos clientes.

Finalmente, el reloj marca las seis, decido que es hora de salir. Hoy es un día especial, es el cumpleaños de mi madre y debo estar presente.

Antes de salir de la oficina, me detengo a tomar el pequeño regalo que le compre. es un collar elegante que brilla con sutileza. Estoy seguro de que le encantará.

Cuando llegué a la casa de mis padres, la escena era acogedora. La casa está decorada con globos y una pancarta que dice "¡Feliz Cumpleaños!". mi está en la cocina, organizando todo.

—¡Hijo! ¡Qué bueno que llegaste! —me saluda, sonriendo mientras coloca los platos en la mesa.

—Hola, mamá. —Le doy un abrazo. —Feliz cumpleaños.

Ella sonríe de oreja a oreja al ver el regalo que traigo.

—No tenías que hacer esto, cariño. Pero estoy muy emocionada por ver qué es.

La abro con cuidado y sus ojos brillan al descubrir el collar.

—Es hermoso, Jake. No sé cómo lograste encontrar algo tan perfecto —dice, emocionada.

—Sabía que te gustaría —le respondo, sintiendo una oleada de satisfacción al verla feliz.

La cena es un festín, y la conversación fluye entre risas y anécdotas familiares.

Después de la cena, todos nos reunimos en el salón para cantar “Feliz Cumpleaños”. Mi madre se siente como la reina del día, y no puedo evitar sonreír mientras la veo soplar las velas de su pastel.

—¡Haz un deseo, mamá! —grita mi hermana, mientras todos aplaudimos.

La celebración está en pleno apogeo, mientras, sentado en el sofá, observo a mis primos y hermanos riendo con sus parejas, algunos abrazados, otros compartiendo historias. Todos con alguien a su lado. Excepto yo. Miro mi vaso, pensando en cómo evitar la inevitable conversación con mi madre.

—Jake —mi madre se acerca, con esa sonrisa que conozco demasiado bien—, ¿has conocido a alguien últimamente? Ya sabes, alguien especial.

Trago saliva y fuerzo una sonrisa.

—Eh, todavía no, mamá —respondo, tratando de sonar despreocupado—. Pero estoy en ello.

Ella me mira, claramente no convencida.

—Bueno, ya es hora, querido. No quiero presionarte, pero mira a tus hermanos, todos han encontrado a alguien...

Ahí vamos otra vez. La presión. Cada vez que hay una reunión familiar, el tema siempre es el mismo. Ya me sé el discurso de memoria: "Estás en la edad perfecta para casarte", "No tienes que esperar más", "Nos encantaría tener nietos".

Miro hacia la mesa del comedor, donde mi padre está discutiendo sobre política con mi tío. Al menos él no me está presionando, pero tampoco me defiende cuando mi madre comienza con sus "consejitos".

La verdad es que no es que no quiera encontrar a alguien. Simplemente... no he tenido tiempo. Entre mi trabajo y las expectativas que tengo sobre la persona adecuada, me he distraído. Pero últimamente, la presión se ha vuelto insoportable. Y hoy, rodeado de parejas felices, siento que la soga está más apretada que nunca.

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De regreso a mi apartamento, me quito la corbata y me dejó caer en el sofá por un momento. La voz de mi madre resuena en mi cabeza: “No te estás volviendo más joven, hijo.” Suena como un mantra que me persigue.

Decido despejar mi mente, así que me meto en la ducha. El agua caliente me relaja, pero una vez fuera, me siento igual de tenso. Solo me pongo un pantalón de chándal y me dirijo a mi gimnasio personal. Necesito hacer algo para canalizar esta frustración.

Comienzo a golpear el saco de boxeo, sintiendo cómo cada golpe me ayuda a liberar la tensión acumulada. Pienso en la amarga visita de Vanessa y en cómo se siente su presencia en mi vida como una sombra que no puedo deshacerme. Su actitud arrogante y su insistencia son lo último que necesito. También recuerdo las insinuaciones de mi madre sobre la importancia de encontrar a alguien especial.

Golpeo el saco con más fuerza, cada golpe es un grito silencioso contra las expectativas que siento que me aplastan. En medio de esta tormenta mental, me llega una loca idea: ¿Y si encontrara a alguien para que se hiciera pasar por mi novia?

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