Jake Bennett
∘◦❁◦∘ ═══ ∘◦❁◦∘ ═══ ∘◦❁◦∘ Me despierto por el sonido de la alarma a las 4:30 am, como cada mañana. Siempre he creído que la clave del éxito está en la disciplina. El éxito no se construye solo, y eso comienza antes de que el sol haya salido. Me levanto de la cama, mis pies tocan el suelo frío de madera, mientras estiro mis músculos aún adormecidos. Mi rutina me lleva al gimnasio en el segundo piso de mi casa, un espacio diseñado para el rendimiento. En una esquina, el rack de pesas y una caminadora; frente a mí, grandes ventanales que ofrecen una vista impresionante de la ciudad. Me cambio rápidamente: pantalones de chándal negros y una camiseta ajustada. Todo está perfectamente dispuesto en mi armario. No hay espacio para el desorden, ni en mi vida ni en mi casa. Empiezo con unos minutos de estiramientos antes de saltar a la caminadora. El sonido rítmico de mis zapatillas contra la cinta se mezcla con la música clásica que he puesto en los altavoces. Hay algo en el orden y la precisión de la música clásica que me ayuda a concentrarme. Treinta minutos más tarde, sudoroso pero energizado, apago la caminadora y me dirijo a la cocina. Un batido de proteínas será suficiente para empezar el día. Mientras lo preparo, miro por la ventana hacia el pequeño jardín trasero. El césped aún está cubierto de rocío, y el sol apenas comienza a iluminar el horizonte. Subo al baño y me ducho, me visto con uno de los muchos trajes de tres piezas que tengo, me aseguro de que todo esté impecable. No hay margen de error en mi día, ni en mi imagen. Bajo las escaleras, donde Clara, mi ama de llaves, ya ha dejado listo mi desayuno. —Buenos días, Jake —me saluda mientras me sirve un café. —¡Buenos días, Clara! Gracias por el café. Sabes que lo necesito. Ella ríe mientras sirve el café humeante en mi taza favorita. —No hay problema, cariño. ¿Hoy será un día largo en la oficina? —Como siempre —respondo, tomando un sorbo.— Pero primero, a ver cómo está el tráfico. Salgo de casa y Manuel, mi chofer, está esperándome con la puerta del auto abierta. —Buenos días, señor Bennett —dice con una sonrisa. —¡Buenos días, Manuel! El trayecto hacia la oficina transcurre en silencio. Revisó algunos correos en mi teléfono y hago anotaciones en el informe para la reunión de hoy con uno de nuestros clientes más importantes. Al llegar a la oficina, el ambiente es profesional, eficiente, exactamente como debe ser. Sarah, mi asistente, va detrás de mí al verme llegar y entrar a mi oficina. —Aquí tienes el informe para la reunión —dice, entregándome una carpeta con todos los detalles del cliente. —¿Lo revisaste personalmente? —pregunto mientras lo hojeo rápidamente. —Sí, todo está en orden. Confirmé los números con el departamento de finanzas esta mañana. Asiento, satisfecho. Sarah siempre es eficiente, y eso es exactamente lo que espero de mi equipo. Me siento en mi escritorio y comienzo a repasar los puntos clave del día. La reunión con el cliente López es crucial. Nos jugamos un contrato importante y, como siempre, debo estar un paso por delante. Mi padre solía decir: "Nunca entres en una reunión sin saber más que los demás en la sala". Y es una lección que no he olvidado. A media mañana, estoy en la sala de juntas. La reunión comienza puntual, como me gusta. —Señor López, bienvenido —digo al estrecharle la mano, manteniendo mi tono firme y profesional—. Espero que podamos tener una conversación productiva. —Gracias, señor Bennett. He estado esperando esta reunión —responde él, claramente impresionado por la puntualidad. Nos sentamos, y la conversación fluye, hablamos de plazos, metas financieras y propuestas de colaboración. Mantengo mi enfoque en los números, las proyecciones de crecimiento y los beneficios estratégicos que podemos ofrecerle. Él me escucha con atención, y sé que estamos cerca de cerrar el trato. —Veo que han cubierto todos los aspectos —dice el cliente, revisando los documentos que le entregué—. Estoy impresionado con el nivel de detalle. —Nos aseguramos de que nuestras propuestas sean a la medida de sus necesidades —respondo —. Queremos que este acuerdo sea tan beneficioso para ustedes como para nosotros. La reunión termina con un apretón de manos, un gesto que sé significa que hemos ganado su confianza. Mi equipo ha hecho un trabajo impecable. De regreso a mi oficina, recibo una llamada de mi madre. —Hola, mamá, feliz cumpleaños —digo mientras me recuesto en la silla. —Gracias, querido. Solo quería recordarte que no olvides la cena de esta noche. Toda la familia estará aquí, ya sabes cómo es. —Sí, lo sé. Estaré allí. —Me encantaría que trajeras a alguien especial contigo, Jake —su tono es suave, pero directo. Respiro hondo. Este es un tema recurrente en nuestras conversaciones. —Mamá, estoy enfocado en el trabajo. No tengo tiempo para esas cosas ahora. —Entiendo, pero no quiero verte solo. —Lo sé, pero créeme, estoy bien así. Nos vemos esta noche. Cuelgo antes de que la conversación se alargue más de lo necesario. Más tarde, mientras reviso algunos contratos, Clara entra con una expresión incómoda. — Señor Bennett, perdone la interrupción, pero la señorita Donovan está aquí. Dice que es importante. Levantó la vista, sorprendido. ¿Vanessa aquí? ¿Que diablos buscaba en mi empresa? —Dile que pase —respondo, aunque ya siento el malestar creciendo en mi pecho. Vanessa entra a mi oficina, sus tacones resonando en el suelo de mármol. Lleva un vestido ajustado que acentúa cada curva y un maquillaje impecable que en otros tiempos me hubiese encantado ver, pero ahora lo que me provoca es jaqueca. —cariño, sabía que me recibirías —dice con una voz melosa, como si todo estuviera bajo su control. —¿Qué quieres, Vanessa? —Mi tono es seco, sin intención de soportar sus caprichos. Se acerca a mi contoneando las caderas, se acomoda en una de las sillas frente a mi escritorio, cruzando las piernas de manera sensual según ella. Ni siquiera se molesta en saludar a Clara, quien sale rápidamente, sintiendo la tensión en el aire. —He venido porque creo que deberíamos hablar —comienza, dejando caer su mirada en mi escritorio, como si cada objeto ahí pudiera contarle mis secretos. —¿Hablar de qué exactamente, Vanessa? —pregunto, cruzando los brazos. Su presencia me incomoda, y no me gusta que esté aquí, recordando el pasado. —De nosotros —responde Me suena a la misma cantaleta de siempre. —He estado pensando en nosotros... en lo que tuvimos. —Hace una pausa dramática, fijando sus ojos en mí—. Creo que cometí un error al dejarte. Hemos pasado tanto, Jake, y tú... bueno, siempre has sido el hombre adecuado para mí. No puedo evitar una sonrisa irónica. ¿De verdad creíste que puedes simplemente aparecer y decir eso como si nada hubiera pasado? —mi voz es fría, y noto que su sonrisa vaciló por un segundo. —Jake, escucha. Sé que te hice daño, pero he cambiado. —Se inclina hacia adelante, su escote estratégicamente visible—. Quiero volver contigo. Esta vez será diferente. Me río, esta vez sin contenerme. No hay "nosotros" —le digo, mi voz firme—. Lo que hubo terminó, y no tengo interés en revivirlo. Eso es lo que tú crees —dice, con una sonrisa —. Pero la verdad es que siempre me has amado. Lo sabes. Sus palabras flotan en el aire, y aunque antes hubieran tenido un efecto en mí, ahora solo provocan una mezcla de irritación y desprecio. —Vanessa, no es a mí a quien quieres de vuelta, ¿verdad? —Me levanto, rodeando el escritorio hasta quedar frente a ella—. Lo que te interesa es el dinero, la vida que tengo. No soy idiota. Su expresión se endurece por unos segundos, mostrando el verdadero rostro detrás de la fachada. —No puedes hablarme así, Jake. Sabes que juntos éramos poderosos. Te ayudé a llegar a donde estás, y puedo volver a hacerlo. —Me río, otra vez, la miro endureciendo mi expresión y con voz fría le digo. — ¿Ayudarme? ni tu te lo crees, si llegue a donde estoy fue por mis propios esfuerzos, a ti solo te importo el dinero que podrás sacarme. —No necesito tu ayuda. —Doy un paso hacia la puerta—. Y no necesito este drama en mi vida. Ahora, sal de mi oficina. Por un momento, veo el fuego en sus ojos, pero luego se levanta, se alisa el vestido y me lanza una mirada cargada de veneno. —Te arrepentirás de esto, Jake. No vas a encontrar a alguien como yo otra vez. —De eso estoy seguro —respondo, abriendo la puerta. Sale sin decir más, pero su presencia deja una tensión en el aire. Sé que esto no ha terminado. Sarah no es de las que se rinden fácilmente. Suspirando, Me siento en mi escritorio nuevamente, sintiendo el peso de la conversación con Vanessa todavía en mi mente. No puedo permitir que su presencia me afecte. Cierro los ojos un momento y me concentro en la pila de informes que tengo por revisar. A medida que pasan las horas, me sumerjo en el trabajo. —Señor Bennett, el informe sobre el proyecto de expansión está listo para su revisión —dice Clara al entrar, interrumpiendo mis pensamientos. —Perfecto, Clara. ¿Has hablado con el equipo de diseño sobre sus propuestas? —Sí, están trabajando en algunas ideas nuevas. Creo que tenemos opciones prometedoras. La mirada de Clara es seria, y puedo ver que se preocupa por el éxito de la empresa tanto como yo. —Buen trabajo. Asegúrate de que estén preparados para la reunión del lunes —le respondo, mientras reviso el informe que me entrega. La tarde transcurre entre reuniones con algunos clientes. Finalmente, el reloj marca las seis, decido que es hora de salir. Hoy es un día especial, es el cumpleaños de mi madre y debo estar presente. Antes de salir de la oficina, me detengo a tomar el pequeño regalo que le compre. es un collar elegante que brilla con sutileza. Estoy seguro de que le encantará. Cuando llegué a la casa de mis padres, la escena era acogedora. La casa está decorada con globos y una pancarta que dice "¡Feliz Cumpleaños!". mi está en la cocina, organizando todo. —¡Hijo! ¡Qué bueno que llegaste! —me saluda, sonriendo mientras coloca los platos en la mesa. —Hola, mamá. —Le doy un abrazo. —Feliz cumpleaños. Ella sonríe de oreja a oreja al ver el regalo que traigo. —No tenías que hacer esto, cariño. Pero estoy muy emocionada por ver qué es. La abro con cuidado y sus ojos brillan al descubrir el collar. —Es hermoso, Jake. No sé cómo lograste encontrar algo tan perfecto —dice, emocionada. —Sabía que te gustaría —le respondo, sintiendo una oleada de satisfacción al verla feliz. La cena es un festín, y la conversación fluye entre risas y anécdotas familiares. Después de la cena, todos nos reunimos en el salón para cantar “Feliz Cumpleaños”. Mi madre se siente como la reina del día, y no puedo evitar sonreír mientras la veo soplar las velas de su pastel. —¡Haz un deseo, mamá! —grita mi hermana, mientras todos aplaudimos. La celebración está en pleno apogeo, mientras, sentado en el sofá, observo a mis primos y hermanos riendo con sus parejas, algunos abrazados, otros compartiendo historias. Todos con alguien a su lado. Excepto yo. Miro mi vaso, pensando en cómo evitar la inevitable conversación con mi madre. —Jake —mi madre se acerca, con esa sonrisa que conozco demasiado bien—, ¿has conocido a alguien últimamente? Ya sabes, alguien especial. Trago saliva y fuerzo una sonrisa. —Eh, todavía no, mamá —respondo, tratando de sonar despreocupado—. Pero estoy en ello. Ella me mira, claramente no convencida. —Bueno, ya es hora, querido. No quiero presionarte, pero mira a tus hermanos, todos han encontrado a alguien... Ahí vamos otra vez. La presión. Cada vez que hay una reunión familiar, el tema siempre es el mismo. Ya me sé el discurso de memoria: "Estás en la edad perfecta para casarte", "No tienes que esperar más", "Nos encantaría tener nietos". Miro hacia la mesa del comedor, donde mi padre está discutiendo sobre política con mi tío. Al menos él no me está presionando, pero tampoco me defiende cuando mi madre comienza con sus "consejitos". La verdad es que no es que no quiera encontrar a alguien. Simplemente... no he tenido tiempo. Entre mi trabajo y las expectativas que tengo sobre la persona adecuada, me he distraído. Pero últimamente, la presión se ha vuelto insoportable. Y hoy, rodeado de parejas felices, siento que la soga está más apretada que nunca. ∘◦❁◦∘ ═══ ∘◦❁◦∘ ═══ ∘◦❁◦∘ De regreso a mi apartamento, me quito la corbata y me dejó caer en el sofá por un momento. La voz de mi madre resuena en mi cabeza: “No te estás volviendo más joven, hijo.” Suena como un mantra que me persigue. Decido despejar mi mente, así que me meto en la ducha. El agua caliente me relaja, pero una vez fuera, me siento igual de tenso. Solo me pongo un pantalón de chándal y me dirijo a mi gimnasio personal. Necesito hacer algo para canalizar esta frustración. Comienzo a golpear el saco de boxeo, sintiendo cómo cada golpe me ayuda a liberar la tensión acumulada. Pienso en la amarga visita de Vanessa y en cómo se siente su presencia en mi vida como una sombra que no puedo deshacerme. Su actitud arrogante y su insistencia son lo último que necesito. También recuerdo las insinuaciones de mi madre sobre la importancia de encontrar a alguien especial. Golpeo el saco con más fuerza, cada golpe es un grito silencioso contra las expectativas que siento que me aplastan. En medio de esta tormenta mental, me llega una loca idea: ¿Y si encontrara a alguien para que se hiciera pasar por mi novia?No podía ser. ¿Está aquí? de tantos lugares tenía que aparecer justamente en este ¿ por qué Dios? ¿Acaso estoy pagando alguna penitencia?Sentí mi garganta secarse, y mis ojos se abrieron un poco más de lo normal mientras intentaba enfocarme en Jake, quien seguía hablándome con su mirada tranquila. No escuchaba ni una palabra de lo que decía, porque detrás de él, la figura que acababa de entrar estaba más cerca de lo que me gustaría. Mi respiración se aceleró mientras apretaba las manos bajo la mesa, esperando que no me notara."Emma, ¿estás bien?" preguntó Jake, inclinándose hacia adelante, preocupado.Antes de poder responder, una voz familiar—una que reconocería en cualquier parte—llamó mi atención, helándome por completo."Emma... ¿eres tú?"Mi corazón se detuvo por un segundo. Esa voz. Esa maldita voz.Con todo el coraje que pude reunir, levanté la mirada y ahí estaba, con esa sonrisa arrogante que no había cambiado ni un poco. Tom Harris. Mi ex. El hombre que menos quería ver ho
Cuando la puerta del apartamento se cerró detrás de mí, fue como si todo el peso de la noche finalmente cayera sobre mis hombros. Me quité los zapatos y dejé las llaves en el cuenco junto a la entrada, soltando un largo suspiro. Todavía podía sentir la mezcla de adrenalina y confusión corriendo por mis venas. Me dirigí al sofá y me dejé caer pesadamente. Jake y yo habíamos tenido una cita fantástica, mejor de lo que habría imaginado… hasta que Tom apareció, arruinando mi paz.Habían pasado meses desde la última vez que lo vi, y de alguna manera, verlo allí, en el mismo lugar, me revolvió el estómago. ¿Cómo era posible que, después de tanto tiempo, una simple aparición suya pudiera desestabilizarme de esa forma? Me pasé una mano por el cabello, tratando de ordenar mis pensamientos.Me quedé mirando al techo, intentando ordenar mis pensamientos. La noche había sido una montaña rusa de emociones, y aunque Jake había manejado la situación con una calma envidiable, yo no podía de
Emma∘◦❁◦∘Desperté con el sonido irritante del despertador; había olvidado apagar la alarma. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, creando un patrón de líneas doradas sobre el suelo. Froté mis ojos, tratando de despejar la niebla de sueño que aún me envolvía, sentía una ligera sensación de incredulidad. Todo lo de la noche anterior había sido… raro. Divertido, sí, pero definitivamente raro. Proponerle a Jake ser mi novio falso en una videollamada a medianoche no era algo que estuviera en mis planes. Y sin embargo, ahí estaba yo, riéndome con él como si no tuviera preocupaciones en el mundo.—¿Qué demonios fue eso? —murmuré en voz alta, cubriéndome la cara con las manos.Me giré en la cama, repasando cada segundo de esa conversación en mi mente. ¿En qué estaba pensando? ¿Era una broma? Claro que sí. ¿Había significado algo más? …Tal vez. Eso era lo que más me desconcertaba. Lo espontáneo del momento había resultado ser mucho más poderoso de lo que esperaba. ¿Cómo una peq
¿Qué querrá ahora?Me orillo a un lado de la carretera y tomo el teléfono. Abro el mensaje con curiosidad."¿Te gustaría cenar conmigo?"—¿Cenar? —murmuro, sorprendida, mientras mi estómago da un pequeño vuelco.Respiro hondo, intentando calmarme. ¿En serio me acaba de invitar a cenar? Apoyo los codos en el volante y escribo, con los dedos más torpes de lo normal: "Claro, me encantaría!"La respuesta llega casi de inmediato:"Perfecto. Te recojo a las 7."Mi corazón se acelera.—¡Suena genial! Nos vemos entonces —tecleo rápido antes de que las dudas puedan frenarme.Sonrío como tonta, guardo el teléfono y regreso a la carretera, pisando un poco más el acelerador. La luz del atardecer pinta el cielo de tonos
El aire fresco de la noche nos envuelve en cuanto cruzamos la puerta del edificio. Jake me guía hasta su auto, un Mercedes que parece sacado de una revista, y me abre la puerta con una sonrisa.—Gracias —murmuró, algo nerviosa, mientras me acomodo en el asiento.Él rodea el auto y se instala en el asiento del conductor. Los minutos transcurren en un silencio cómodo, apenas roto por el suave ronroneo del motor y la música de fondo, que parece elegida a propósito para la noche. De vez en cuando doy pequeñas miradas a su perfil, notando la forma en que sus manos se aferran al volante, fuertes y seguras.Finalmente, él rompe el silencio.—¿Tuviste un buen día? —pregunta.—Algo movido, pero bien —respondo, sin tomarle mucha importancia. No puedo evitar soltar una risita al recordar la clase de hoy—. Digamos que mis estudiantes hoy estaban con una energía... única.Él suelta una pequeña risa.—Me gustaría ver eso algún día.— Apuesto que sí. Antes de darme cuenta, hemos llegado al restau
Jake❁❁❁Luego de asegurarme de que Emma entrara al edificio, regresé al auto, y retomé mi camino. La calle estaba tranquila, con apenas un par de faroles encendidos proyectando sombras largas en el pavimento. Suspiré, sintiendo el cansancio acumulado en cada uno de mis músculos. Una ligera lluvia comenzó a caer mientras manejaba de regreso a casa, pero ni siquiera eso me distrajo. Pensaba en Emma, en cómo me había hecho sentir algo que no había experimentado en mucho tiempo.Clair de Lune de Claude Debussy sonaba en la radio, pero no era eso lo que me tenía atrapado. Era su risa. la forma de sus ojos brillaban al contar alguna anécdota absurda de su trabajo, la forma en que su nariz se arrugaba, cómo se sonrojaba, . Todo en ella me llamaba la atención de manera que no podía ignorar.¿Qué demonios me pasa?La respuesta era obvia, pero no lo admitiría en voz alta.¿Qué tiene esta mujer que me tiene así?El semáforo se puso en rojo y frené. Miré por la ventana, las gotas de lluvia c
Me desperté con el estridente sonido del despertador. Último día de la semana, y una semana larga, por cierto. La luz de la mañana se colaba por las cortinas, llenando la habitación con una calidez extraña. Mientras me desperezaba, me sorprendí recordando la noche del sábado pasado, cuando Jake me dejó en la puerta de mi edificio. Había pasado casi una semana desde entonces, y aunque no habíamos hablado mucho, su imagen seguía rondando mi mente de vez en cuando.Esa noche... Bueno, fue extraña pero en el buen sentido. Fue diferente a cualquier otra cosa que hubiera hecho en mi vida.Pensar en él me causa una especie de vértigo. El problema es que no podía negar que la idea de estar cerca de él, me había hecho sonreír más de lo que había hecho en semanas.Mejor dicho, más de lo que alguna vez el inutil de mi ex logró.Me levanté de la cama y, fui directo a la cocina, mientras preparaba café, traté de ordenar mis pensamientos.El sonido de la cafetera me sacó de mis pensamientos. Me apoy
Mi respiración se detuvo, y el ruido alrededor pareció desvanecerse como si alguien hubiera silenciado todo en ese instante.Lo único que sentía era su mirada fija en mí. No sabía si moverme o quedarme clavada en el mismo lugar, así que opté por la segunda opción. Seguí ahí, congelada, mientras mis ojos finalmente encontraban el origen de esa sensación.Allí, entre las sombras, había alguien, y ¿lo reconocí? Pues claro que lo reconocí, esa mirada la reconocería en cualquier lugar.Mi primer impulso fue fingir que no lo había visto y seguir bailando como si nada, pero ¿a quién engaño? Ese tipo de autoengaño no va conmigo.Intenté calmar mi respiración. Tranquila, Emma, me dije, solo actúa natural. Pero mi cerebro no parecía querer colaborar conmigo.¿Por qué, de todos los días y de todos los lugares, tenía que ser aquí y ahora? Quiero decir, no estaba precisamente en mi versión más “glamorosa” después de haber bailado por más de media hora y sudado lo suficiente.Mis pies, que hasta hac